Viernes, 10 de septiembre de 2010 | Hoy
LUX VA AL FESTIVAL LLAMALE H
Pancho va, vicio viene, Lux inaugura el Festival de Cine LGBTTI en Montevideo y mientras va en búsqueda de la zanahoria que toda estrella persigue, no corre la coneja.
Ni sudestada ni la mar en coche: en barco al Río de la Plata. Porque contra viento o marea yo me tomo el buque igual y a otra cosa, mariposa. O a otra costa, la que está saltando el charco, la capital mundial del chivito, de la celeste, del candombe y del termo como tentáculo que sale de la axila. Y si se complica, si el clima tira en contra y el agua se pone brava, igual es una forma diversamente poética de hundirse, ¿acaso la lírica perlongheriana, rebautizada neobarrosa, no tenía que ver con un barroco amasado en el barro rioplatense? Igual, no pasó nada, el río me acunó tres horas, dormí la mona y llegué descansado a una Montevideo tan gris como la Buenos Aires que dejé atrás. De todas formas, poco importaba el invasivo color del cielo y la llovizna perenne, total la bandera del arco iris ya había salido del closet y me esperaban días refugiado en salas de cine: me invitaron al Festival Llamale H, cine diverso en la capital uruguaya, inaugurando el mes que oficialmente, desde el municipio, la ciudad le dedica a la diversidad. Así que me instalé en plena Avenida 18 de Julio, frente a la plaza Libertad, con ganas de convertirla al libertinaje, y fui directo al bar La Pasiva a comer sus tradicionales panchos, para despuntar el vicio. Y pancho va, vicio viene, se me hace la hora de la inauguración del Festival. Un lobby superpoblado de fauna cinéfila queer, que es como ser diverso al cuadrado. Las reinas eran dos drags con plataformas, estrambóticos pelucones electrizados y cantidad de make-up como para pintar el monumento a Artigas. Me pierdo entre la multitud para arañar una copa de vino y me topo con una gigantografía del rostro del festival: una foto de 1950 de Gloria Meneses, primera travesti latinoamericana que retrata el documental de Aldo Garay. Una belleza que es envidia de todxs, fascinadxs por tanta seducción trans magnificada entre perlas, rouge y esmalte, uñas y labios prendidos fuego por el diseño gráfico. Y ya hay que ir adentro de la sala de cine, y por el embelesamiento con Gloria me quedé con el pico seco, sin mi vaso de vino. Ufa. Y encima adentro un micrófono delante de la pantalla auguraba aburrimiento de rigor con discursillos de apertura. Nada más lejano. Primero apareció la cantante lírica Patricia Curzio, con galera, vestido al cuerpo, hombros desnudísimos y toda lentejuelada, elegancia glam tirando a conejita Playboy. Ahí nomás, con una música electrónica y una rosa pixelada que se abría en la pantalla, empezó a pelar una zanahoria con un cuchillo, tirando los restos entre la platea. Avanzaba endemoniada como en una rave, recorría los pasillos salpicando con pedazos de la raíz a todo el auditorio; progresivamente seguía sacando zanahorias y cuchillos más grandes hasta uno tamaño machete. Performance absurda y genial: la conejita que no quiere ninguna zanahoria. ¿Afrenta al falocentrismo de una parte de la cultura gay? Posiblemente. Y además la Curzio descolló con canciones algo delirantes, tanto como sus coreos minimalistas. A ese golpe de feliz bizarría, que dejó con ganas de más, le seguió el discurso de la viceministra de Cultura, María Simón. Difícil seguir, pero la Simón la rompió: primero, levantando una zanahoria casi intacta que quedó en el piso para blandirla mientras decía: “Y... los símbolos son los símbolos”. Después, el discurso planteó una visión positivamente política de la diversidad, sin la diplomacia de rigor y con un nivel de frontalidad y decisión, con frases como “al que no le gusta ya se va a acostumbrar” que desembocaron en un “Soy, se me nota, ¿y qué?”, que provocó ovación infinita. Así, en primera persona, una funcionaria oficial inauguraba la muestra de cine. Pero todo el entusiasmo se amplificó cuando la directora del Festival, Mercedes Martín, con su sonrisa seductora y el don de la brevedad, nos presentó el videoclip del tema que eligió como jingle para Llamale H: “Soy pecadora”, de Ana Prada. Lesbianismo réprobo para marcar que éste es un país laico, donde Ana Prada, protagonista del video, es perseguida con su novia por monjas con escopeta en una felizmente pecaminosa road movie de tortas. Y después venía la película de apertura, El niño pez, de Lucía Puenzo. Pero yo ya tenía suficiente como para sentirme una sirena sin género, quería cantar mi amor charrúa en el Río de la Plata para seducir sin límite, y así entregarle a cualquiera mi cola de escamas de pez de agua dulce y de agua salada, porque tengo todos los gustos escritos sobre el cuerpo para que los sigan mamando.
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