Viernes, 10 de septiembre de 2010 | Hoy
TEATRO
Una obra gastronómica mechada con un poco de filosofía y escenas no tan platónicas hacen las delicias de El Banquete.
Por Pacha Brandolino
Una sala que no es una sala sino un restaurante multiespacio se transforma en el recinto que recrea el célebre diálogo. Tres niveles escénicos que incluyen balcones y escaleras, una especie de platea, dispuesta enfrente de la barra, detrás de la que se ve la febril actividad culinaria. Protagonista: un banquete servido a disposición de los espectadores-comensales que será abundado y visitado a lo largo de la noche. Dispuesto muy cerca de la entrada, como para subrayar con creces la convocatoria, produce un alegre desconcierto.
La pieza comienza con la bella escena de El Banquete (también llamado El Simposio) de Platón, en que llega el turno de hablar a Sócrates, quien despliega su maravillosa ironía y advierte que no elogiará a Eros faltando a la verdad sobre él sino que contará lo que sabe del amor sin callar lo que no sea hermoso. Sócrates declara que ha sido instruido en asuntos amorosos por Diotima, una sabia mujer de Mantinea, allí presente. Ambos aparecen en la forma de superhéroes, con su malla enteriza turquesa, borcegos y capa anaranjada. Se consolida el diálogo y el espectador comienza a sumirse en los prodigios de la mayéutica, aplicados a la especulación amorosa: la sublimación del amor, proceso por el cual el amor a un cuerpo bello ha de conducirnos a amar todos los cuerpos bellos y tras ello al amor de todas las cosas bellas y de la Belleza en sí que resulta idéntica a lo Bueno.
Súbitamente, la pieza se transforma completamente y se pasa a una escena contemporánea: una jovencita de belleza admirable, en juegos sensuales tan subidos de tono como sombríos, con un hombre joven, vivaz y procaz. Con el correr del discurso y de la acción, el juego se va convirtiendo en un trío amoroso, retorcido y siniestro, entre dos lesbianas lindas y femeninas (la jovencita bella del principio y su compañera, más salvaje e igualmente hermosa), con un snob ricachón y reventado, que las quiere de a una y a ambas.
Astutamente intercalados los dos textos, ayudan al espectador a disipar el desasosiego que produce la escena posmoderna desangelada del trío con la belleza enorme y cadenciosa del texto de Platón. El diálogo se cierra con la referencia a Alcibíades, y los consabidos placeres sensuales que su belleza convoca. La escena contemporánea, de manera mucho más insólita y contumaz...
Pero, en todo caso, sin ninguna intención moralizante, o al menos no de manera evidente, parece ser que Darío Portugal Pasache y Lucía Aramburu, autores de la pieza, se han adherido a una línea de consideraciones respecto del amor, por fuera o por el costado de las cuestiones del género. Muy interesante y muy al compás de los tiempos. Se recomienda ir con tiempo y con hambre.
Del Amor o El Banquete, todos los domingos a las 20, en Trastevere, Costa Rica y Fitz Roy.
Reservas al tel.: 4770-9452. Entrada general: $ 60 (incluye bebida y comida).
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