El neonomadismo –si es que alguna vez fuimos todos sedentarios– ha permitido la libre circulación de contenidos culturales, alimentando a los individuos de experiencias y conocimientos que suman a sus vidas y a las ciudades que “descubren” en su migrar. Hoy en día la mezcla de étnico con sport refleja un creciente nomadismo urbano voluntario o no, y hace parte de la transculturalidad. Se están haciendo tan comunes estos residentes temporarios que las comunidades más locales están empezando a darlos como otra subcultura de residente más. Ellos cambian, pero sus estilos, modos, maneras, hasta redes y contactos, son heredados a un “nuevo en la ciudad por un tiempo... ¡no más!”.

Los temporarios resultan diferentes de la otra subcultura “turista planetario”, un devastador modelo de recreación que todos vemos pasar como inofensivo en malones tras una banderita que a falta de temple se mece al vuelo de los operadores friendly que ofrecen exclusividades y experiencias más allá de los cascos históricos, los parques temáticos y los hipermall. La web ha reinventado la calidad de vida exploradora y es en ella donde entre muchos sitios y foros se puede armar un buen plan mucho más concreto y cercano a lo real.

Es de nuestros viajes, mentales, virtuales o físicos, que cargamos de recuerdos y souvenirs nuestros espacios producto de la con-fusión cultural, empleando los referentes étnicos y artesanales mezclados para dar sabor personal a los utilitarios estandarizados a los que nuestras precarias economías urbanas nos obligan. La amalgama cultural que caracteriza a las sociedades de hoy contribuye a difundir el interés por estilos de vida y experiencias completamente diferentes a las de nuestra propia cultura. Fueron los argentinos los pioneros latinoamericanos en ser mochileros en Europa desde los ’80, y son ya los mochileros un perfil de usuarios para muchos tipos de negocio creativo en nuestra ciudad.