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Viernes, 18 de febrero de 2011

TEATRO

Para comérsela

Un homenaje a Rita Pavone en clave de pasta italiana, estrictos modelos de esposa, madre, cocinera y niña sexy de los años sesenta, trae a la memoria las viejas canciones y la figura menuda y pelirroja, inspiración de tantos romances y de tantas drag queens.

 Por Adrián Melo

Quien haya visto la película Nueve reinas (Fabián Bielinsky, 2000), difícilmente pueda olvidar que Juan, el personaje interpretado por Gastón Pauls, intenta recordar en varios momentos del film la melodía de una canción. Nos enteramos, al final, que se trata de Il ballo del Mattone interpretado por la cantante italiana Rita Pavone. Los festivos acordes de la canción se constituyen en el telón de fondo con el que pasan los títulos y cierra alegremente la película.

Quizá, la mayoría de los que tenemos una madre o una abuela italiana indefectiblemente oímos hablar de Rita Pavone y escuchamos sus canciones más populares de la década del sesenta del siglo XX. Para mí, el recuerdo es muy dulce. Son las mañanas del domingo de mi infancia, mis padres levantándose de la cama y poniendo el tocadiscos o el combinado a todo volumen:

“Non essere geloso se con agli altri bailo il Twist/Non essere furioso se con gli altri bailo il rock.”

Con la reciente puesta en escena en el Maipo de la obra Boccato di cardinale dedicado a las canciones y a la figura de Rita Pavone, la directora Valeria Ambrosio cierra su trilogía de homenajes a cantantes populares italianas ligadas a la diversión. Primero evocó el espíritu de Mina (en Mina... che cosa sei? interpretado por Elena Roger en el papel principal), luego había celebrado las canciones de Raffaella Carrá (en Ella, desde esta noche cambiará tu vida, con Ivana Rossi como Raffaella). Ahora, nuevamente de la mano de Ivana Rossi como Rita y junto con Omar Calicchio como su partenaire le tocó el turno de rememorar a aquella muchacha muy menuda, de cabellos rojizos y abundantes pecas que, con apenas diecisiete años se presentó en 1962 a un concurso organizado para descubrir nuevos talentos llamado “Primer festival de desconocidos”. La ocasión sirvió para que, mediante el canto, una jovencita callada y tímida mutara a confiada y explosiva estrella del mundo de la música.

Poco menos de un año después, a través de sus actuaciones en Estudio 1, el show de la televisión italiana más visto del año, se dispara el fenómeno Rita. Sus canciones más populares son la melancólica “Cuore” (“Sto vivendo con te / I mieli primi tormenti/ Le mie prime felicité”), “Alla mia età”, “La Partita di Pallone” (donde se pregunta por qué el amado la deja sola los domingos para ir a ver el partido de fútbol o si es una excusa para ver a otra), y “Come te non C’e Nessuno”, que alcanzan cifras astronómicas de ventas. Ese mismo año aparece su primer Long Play grabado junto a un grupo de encantadores muchachos que la acompañan y que conforman el conjunto Colletoni.

Sin duda, más allá de su voz agradable y afinada, la manera de bailar, su magnetismo personal y lo pegadizo de sus canciones, Rita Pavone impuso un nuevo estilo de mujer que se contrapone a la clásica mujer italiana cuyos paradigmas están representados en las pulposas y exuberantes Sofía Loren o Gina Lollobrigida. Ese nuevo estilo tenía todo el espíritu de la época. Por esos mismos años inmediatos a la posguerra surgía la categoría de juventud tal como la conocemos hoy como sujetos de derecho, sujetos eróticos y sujetos de consumo. No casualmente, la estrella de Rita Pavone se impuso en lugares tan diferentes del mundo como Alemania, Inglaterra, Francia, Estados Unidos, Brasil, Argentina, Canadá o Japón, entre otras locaciones.

Apodada por su cabellera pelirroja Pel di Carota (pelo de zanahoria) forma parte también de la historia y de la construcción de la mitología personal de Rita su historia de amor con Teddy Reno, quien la descubrió y fue sucesivamente su representante, amante y flamante esposo. La diferencia de edad de los amados (Teddy le lleva casi veinte años) y el hecho de que Reno se separara de su bella mujer supuso un escándalo para el aún pacato año 1968 italiano. Los amantes nunca se separaron.

Pero la obra de Valeria Ambrosio y Gaby Goldman (en la dirección musical) se centra en otros aspectos que pueden desprenderse de la figura y de las canciones de Rita Pavone.

Si en Mina... che cosa sei? Mina surgía como diosa fetichizada desde un muñecote gigante semejante a un totem, en Boccato di cardenale, Rita surge desde el fondo de un plato gigante de tallarines con pomodoro. La mujer y la comida se presentan como el sueño y el deseo del personaje interpretado por Omar Calicchio, un hombre de buen comer y de buen ver sentado a la mesa de una taberna italiana. Confluyen así, en el plato gigantesco –la escenografía prevalente del escenario– dos mitos italianos: los fideos y Rita Pavone elevada al mismo estatus mitológico.

Asimismo, la directora de la obra tiene la idea de que el alimento, de alguna manera, remite a la figura de la madre. Y de hecho, como se suele decir de los hombres italianos, la búsqueda de la mujer, de la amante y de la madre se superpone. En la obra suelen personificarse en Rita Pavone que tan pronto se convierte en uno u otro modelo de mujer. También son parodiados ciertos rasgos que forman parte de la percepción que se tiene de los italianos y de la cultura italiana: la desmesura en el amor y el odio, los gritos, las peleas y las reconciliaciones aparatosas.

En el libro delicioso ya clásico, La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto de François Rabelais, Mijail Bajtin, esbozó ciertas imágenes que heredadas del pasado medieval de la cultura cómica popular perviven en la contemporaneidad. Estas imágenes son las referidas a la vida material y corporal, a la celebración carnavalesca de los cuerpos, de la carne y de “lo bajo” (el vientre, la panza, los órganos genitales, el trasero y lo escatológico) que culminan en la festividad del erotismo, del buen sexo y del buen comer.

A partir de estos leimotiv, explotados en el musical Boccato... es fácil que se entrelacen canciones que suenan tales como

“Viva la pa-pa-pappa/Col po-po-po-po-po-po-pomodoro” o cuyos nombres son “Sei la mia mamma”, “Zucchero” o “Mamma” son tanto felices, entre tantos otros.

El banquete de la carne y de los deseos, el retorno a lo instintivo, el triunfo del principio del placer, temas caros a la década del sesenta, son recreados en el musical como necesarios también en los tiempos vertiginosos del presente. “La idea de Boccato... –afirmó la directora Ambrosio– es plantear el instinto primero, la comida; abrir la cabeza para sentir, para conectarnos.”

Frecuentemente se tildó a la cultura pop que encarna Rita Pavone y cuyos exponentes en Argentina serían los artistas del Club del Clan (de hecho Violeta Rivas popularizó en castellano muchas de las canciones de Pavone) como frívola, conservadora, despolitizada y ajena a al turbulento contexto sociopolítico de los años sesenta en Italia.

Sin embargo, quizás haya que revisar o matizar esa idea y quizás haya una crítica al mundo y a la hipocresía de los adultos o de la burguesía en esas canciones, que muchas veces rozan el infantilismo. Quizás haya algo de valor en esa propuesta utópica de retorno a un mundo bucólico, inocente o que revaloriza aspectos divertidos y sencillos de la vida.

En todo caso, aunque suene cursi o ajeno a los avatares de la política, a veces me emociona y me gusta acurrucarme en los brazos de mi amado mientras le susurro una de las canciones más dulces y conocidas de la Pavone:“Che m’importa del mondo/Quando tu sei vicino a me (...)” “Che m’importa del mondo/Se tu sei con me.”

Boccato di cardinale, con Ivana Rossi, Omar
Calicchio, Ezequiel Carrone, Adriana Scaramella
y musicos en vivo.
Dirección general: Valeria Ambrosio.
Teatro Maipo.

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