Viernes, 25 de marzo de 2011 | Hoy
TEATRO
Se reestrenó Marejada, una obra adolescente donde los murmullos se vuelven gritos.
Por Leandro Ibáñez
Vivimos muchos amores, pero ninguno como el primero. Ese primer amor que nos revela quiénes somos, que recordamos durante toda la vida, único e irrepetible. Un punto de clivaje entre la niñez y la adultez, ese amor que cuando termina lo vivimos como tragedia griega, pero que luego, a la distancia, lo perpetuamos con ternura y olores a primaveras.
Javier, protagonista de Marejada, comienza a romper el lazo hijo-madre para empezar a transitar el camino de la adultez y la sexualidad. Abandona los brazos de mamá, rompe el cordón y va en busca de otros brazos que lo protejan y lo cuiden. El protagonista relata su historia, y con pausas de video intercepta al espectador y lo hace el interlocutor de su narración.
Escrita y dirigida por Diego Beares, Marejada es una historia pequeña, con la que el público que oscila entre los veintilargos y los treintipocos puede sentirse reflejado. En un tiempo previo a las redes sociales tal como las conocemos hoy, donde el fotolog era una manera de contacto moderna y dinámica. Un etapa de la adolescencia donde tomar alcohol nos hace sentir grandes y valientes, y así enfrentar aquello que tanto cuesta.
Un decorado sencillo en el reducido espacio escénico traslada al espectador a la casa de playa donde todo sucede. La ausencia completa de musicalización durante el transcurso de la obra y la iluminación que acompaña el desarrollo de la historia y marca los dos ambientes por los que los personajes se mueven, resuelven un clima de intimidad y secreto.
Revelación la de Patricio Ramos, en la piel de Javier, por su interpretación de adolescente tímido e introvertido. Mantiene la voz baja, por momentos inaudible, hasta que se vuelve segura y firme, con la que enfrenta a la autoridad y se hace escuchar.
La atmósfera que procura el guión se encuentra cargada de calmados silencios incómodos que anteceden a la tormenta. Como un episodio de novela teen, de cincuenta minutos de duración, con el típico comportamiento púber lleno de confusión, incordio y torpeza, Marejada nos remite a la pérdida de la inocencia, al recuerdo dulce y melancólico del primer amor. “...Me guardo tu recuerdo como el mejor secreto, qué dulce fue tenerte dentro...”, abre y cierra Bebe en la cortina musical.
Marejada. Funciones viernes 23.30. Teatro El Piccolino Fitz Roy 2056
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