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Desde abril de este año, Andrej ocupa el puesto número 11 en la lista de los 50 modelos masculinos más importantes de The Models.com y se ubica en el número 98 de las cien mujeres más atractivas de 2011, según la FHM Magazine.
› Por Liliana Viola
El editor de la revista de modas Candy, Luis Venegas, que hace poco dragueó para sus páginas al actor Jean Franco (el novio de Sean Penn en Harvey Milk y el que hace de Allen Ginsberg en XX, y que en todas las entrevistas debe recordar al público que no es gay) con labios carmesí y pestañas abultadas, considera este fenómeno que podríamos llamar “trans fashion” como un efecto de esa pasarela inclinada que es el capitalismo, por la que transitan tarde o temprano los sectores excluidos. Tarde o temprano los relegados se convierten en objeto del mainstream, primero objeto de culto, luego de inspiración y finalmente consumidores. Estar por fuera de la norma para luego entrar en talle, se podría decir. Según Venegas, “ya pasó con los negros y fue en el terreno de la moda donde se hizo visible y escandaloso cuando empezaron a modelar las primeras modelos negras”. Si bien puede ser leído como un fenómeno comercial y punto, “porque no hay otro tipo de personas para quien el maquillaje, la moda, el estilo sean tan importantes como para las personas trans. Nadie piensa tanto en la moda en un sentido práctico y vital como lo hacen ellxs”, también puede aventurarse que hay más gato encerrado.
Algo rosa
Por ejemplo, algún efecto comparable a lo que tuvieron los escandalosos y encantadores pantalones de Marlene Dietrich que, si bien no acabaron con el machismo ni con los roles, pusieron en su lugar el sentido de la comodidad que hasta el momento era sólo de una parte de la población, y en un sitio anacrónico a la frase de quién los lleva o no. Tal vez en unos años los hombres puedan liberarse de esa presión de “ser como el oso”, de bañarse menos y también de ese estado timorato que es declararse metrosexual. Llama la atención a su vez la insistencia de la nueva camada de “modelos andróginos” en eludir toda calificación identitaria, “ni dragueados, ni trans, ni necesariamente gays”, que más que una negación enclosetada puede leerse como una apelación a otro modelo de masculinidad que a esta altura es tanto como decir “una ruptura de modelos”.
Pejic recibe a los periodistas de Nueva York en un edificio en pleno barrio de Tribeca, listo para maquillarse. Va a protagonizar un corto en el que llevará, obviamente, unos para él muy sentadores atuendos femeninos de alguna de las firmas con las que trabaja actualmente.
Las revistas, los críticos, las páginas de Internet y este mismo suplemento le dan un espacio central, como si fuera el único y el primero. Se lo merece. Su presencia genera inquietud y deseo. Su presencia abre cabezas y cuentas bancarias. Bienvenido. Cuánto hay del sentido de la oportunidad, de estar en el lugar y en el tiempo indicado, dan ganas de preguntarse cuando pensamos que David Bowie lo hizo antes y que Freddie Mercury durante tantos años no fue considerado gay por casi ninguno de los que compraban sus discos.
A su lado, un hombre de unos anteojos imposibles por grandes y por estrafalarios empieza a dar las indicaciones. Se llama Rushka Bergmany, es el director creativo que durante tres años fue el responsable del estilo de Michael Jackson.
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