Viernes, 2 de septiembre de 2011 | Hoy
ES MI MUNDO
El más queer de los Monty Python, ya clásicos del humor inglés y autores de películas tan irreverentes como La vida de Brian –prohibida en varios países ofendidos por esta versión hereje de la pasión de Cristo–, tendrá el año que viene su propia biografía animada. En ella se podrán ver momentos célebres de la vida de Graham Chapman, como la fiesta que hizo para anunciar su salida del closet o el funeral que coreografió para sí mismo cuando el cáncer ya anunciaba el final, en 1989.
Por Diego Trerotola
La efervescencia comenzó a fines de 1969, cuando la BBC puso al aire Monty Python’s Flying Circus, programa de sketchs que reconfiguraba de manera única el estilo de comedia anarquista de cierta tendencia del humor inglés, especialmente la ligada al absurdo televisivo británico o a la libertad con que Richard Lester dirigía a Los Beatles en películas de noches, días y amaneceres agitados del swinging London. De hecho, en algún punto, los seis integrantes de los Monty Python fueron Los Beatles del humor inglés, convertidos en comediantes de culto para toda una generación que terminó yendo a sus shows en vivo a corear diálogos y canciones de los sketchs como groupies desaforados. En los escenarios donde repetían sus más célebres chistes físicos, verbales, musicales creados originalmente para la TV, a veces guardaban como clímax “La canción del leñador” (“The Lumberjack Song”), donde un típico rudo leñador canadiense describía su dura faena salvaje y su deseo de convertirse en mujer como su madre. La canción es excesivamente festiva y el viril leñador canta con excitación risueña todo su deseo de usar tacos y portaligas, para indignación de su novia y de la policía montada que oficia de coro. Es una entre tantísimas referencias directas a la diversidad sexual de los Monty Python, quienes desde el más rupturista estilo cómico cambiaron las reglas del humor, no sólo televisivo sino también cinematográfico, subiendo el estándar a un voltaje que pocas veces se alcanzó, aunque muchas veces se imitó. Guionistas y actores, los seis creadores de los Monty Python rompieron varios de los tabúes que obturaban las pantallas inglesas, y el que más lejos llegó en su carrera por enfrentar la censura y pacatería británicas fue Graham Chapman, alguien que estudió medicina en Cambridge con el secreto objetivo de convertirse en actor. Logró ejercer como médico, pero comenzó a trabajar como guionista televisivo part time, mientras pedía licencias para ir de gira con la compañía de teatro cómico de Cambridge. No hubo remedio, su pasión por quebrar el recto camino de profesional universitario se impuso a fuerza de ponerle el cuerpo diverso al moralismo de la época, de la manera más festiva, mezclando vida y obra, como el discípulo patafísico del dandismo de Oscar Wilde y del nonsense de Lewis Carroll. Chapman fue el más queer de los Monty Python, salió de casi todos los closets para ofrecerse como chiste donde él parece todavía poder reírse último y mejor.
En 1966, Chapman se enamoró de David Sherlock en Ibiza, pero esperó unos años para hacer su salida del closet. No bien iniciada la década del setenta, cuando ya el programa televisivo tenía una popularidad internacional, decidió hacer una fiesta para presentar a su pareja. Nada de la típica confesión, de ese momento patético donde se debe rendir cuenta frente a los y las demás de la propia orientación sexual, como si fuese una obligación dar explicaciones de las que las personas heterosexuales están exceptuados por un supuesto privilegio. No, no, Chapman recibía a cada persona en su casa y mientras se aclimataban para la diversión y la frivolidad les presentaba a David como su novio. Algunos miraban al doctor rubio y alto que fumaba en pipa, perfecta encarnación british del gentleman, como si se tratara de una broma o de una de sus salidas humorísticas, como si la escena fuese el ensayo de un sketch de los Monty Python, y algo de ese matiz rupturista tenía su desdramatización de una situación todavía difícil de digerir. Chapman, además, invitó a su ex novia, que tuvo que ser asistida cuando se dio cuenta de que aquello no era chiste. No fue la única persona desconcertada frente a tan casual salida del closet, y cada reacción en ese evento fue relatada en palabras, escritas y leídas, por el mismo Chapman en su autobiografía “ficcional”, publicada en 1980 y convertida en un audiolibro en 1989, llamada paradójicamente A Liar’s Autobiography. Volume VI. Su visibilidad circuló más allá de la fiesta, aludiendo directamente a su orientación sexual en su programa de tv en prime time, hasta llegar a indignar a buena parte de la reaccionaria sociedad inglesa. Sin embargo, el éxito de los Monty Python siguió creciendo y el graduado de Cambridge pudo figurar entre las primeras figuras de culto internacional totalmente fuera del closet, adorado incluso por los mismísimos Beatles, y hasta George Harrison llegó a producir películas del grupo una vez que terminaron su carrera televisiva. Convertido en activista, Chapman apoyó las primeras publicaciones gay de Inglaterra, pero no se transformó en ciudadano modelo, nada de ser el gay moderado, políticamente correcto y ejemplar, sino que siguió con su comportamiento patafísico terrorista, no sólo para épater la bourgeoisie sino también para descolocar al progresismo paternalista que lo invitaba como espécimen raro para dar conferencias. Rebelde consecuente, en una disertación en Oxford se presentó disfrazado de zanahoria y repitió durante veinte minutos una misma palabra, haciendo carne otra vez el nonsense político que ponía en escena en los programas en que participó. Aunque alguien lo definió como una “persona abiertamente gay, pero un alcohólico en el closet”, Chapman también hizo pública su adicción, para romper esa fórmula de las buenas costumbres que dicta “vicios privados, virtudes públicas”. Sus últimos años, hasta morir de cáncer en 1989, hizo giras como conferencista, contando todas sus experiencias, en un reality show avant la lettre, donde el valor de shock de su propio exhibicionismo era esencial. Nada de su estilo de vida trasgresor le impidió obtener, junto a su pareja, la custodia legal de John Tomiczek, un adolescente que había huido de su casa en Liverpool. Tuvo una familia homoparental visible antes que eso siquiera llegase a ser un concepto promovido por las agendas de los derechos sexuales.
Chapman fue apoyado en su visibilidad por sus compañeros, y tuvo un lugar central en la carrera artística del grupo, siendo el protagonista de las dos primeras películas pensadas para el cines tras de que los Monty Python abandonaran en 1974 su exitoso lustro en TV. El cine permitió a los Monty Python burlarse con más ímpetu de las jerarquías sociales y sexuales, y Graham fue por más en la última película del grupo, El sentido de la vida (1983), donde se monta como drag queen de una extravagancia extremista, hoy recuperada como antecedente del delirio drag de Lady Gaga. Pero el colmo vino antes, en La vida de Brian (1979), película donde Chapman interpreta al personaje del título, una persona confundida con Jesús de Nazaret, perseguido por una multitud devota que cree que es el verdadero mesías, creando una versión hereje de la pasión de Cristo. En una escena antológica, Chapman se asoma a la ventana y la multitud que hace guardia de vigilia fuera de su casa lo contempla en pelotas: el mesías falso ofrece su desnudo frontal, el impostor reemplaza al elegido y se atreve a insinuar un homoerotismo. La vida de Brian fue prohibida en varios países por fanáticos religiosos sin sentido del humor y con profunda homofobia. En parte, el hecho de haber elegido a un actor abiertamente gay para interpretar a un falso mártir invierte el repetido relato sacrificial de todo personaje diverso en el cine y la literatura, esa condena de toda vida gay, lésbica o trans a ser aplastada por un pathos martirológico. El humor de Chapman lo convirtió en un anti San Sebastián, porque su radical forma de darlo vuelta todo para encontrar las mejores salidas cómicas de las imposiciones y valores sociales, su humor negro todo terreno, le hizo escribir su propio discurso fúnebre, burla póstuma de su propio final, cuando el cáncer le avisaba que la muerte le iba a tocar el timbre pronto. El texto lo leyó su amigo John Cleese, compañero de los Monty Python, una reescritura de un sketch televisivo con las palabras de homenaje a un muerto más incorrectas que se hayan pronunciado. Filmado en video, el funeral se transformó en una comedia musical que concluye con una canción de La vida de Brian coreada frente al cadáver y que merece un lugar en el top ten de la comedia anarquista del siglo XX. Si no bastaba con esa risa póstuma, los Monty Python se volvieron a unir para aportar sus voces para la versión animada y en 3D de la autobiografía de Graham Chapman, con su voz grabada donde recita algunos momentos claves de su biografía como su fiesta de salida del closet. Los responsables de la película que se estrenará el año que viene adelantaron que será realizada por quince compañías de animación diferentes, que trabajan en distintos capítulos del libro con estilos y estéticas variadas, reflejando las etapas de la autobiografía del actor, escritor y activista. Como un chiste que se puede volver a contar de distintas formas, al derecho y al revés, el mejor homenaje a la vida de Chapman es reinventar todas las dimensiones posibles de su performance como la celebración más queer de la comedia mutante.
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