Vie 21.10.2011
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SOY POSITIVO

Terror japonés

› Por Pablo Perez

Alguna vez leí que a los niños japoneses, así como aquí a un niño que levanta algo del piso se lo reprende repitiendo la palabra “caca”, se les enseña que todo lo externo al hogar es sucio. Es lo primero que me vino en mente al mirar la primera escena de la película Confessions , del realizador Tetsuya Nakashima.

Se acerca el receso de primavera cuando la profesora Moriguchi, cuya hija de 4 años acaba de morir ahogada en una piscina, anuncia a sus revoltosos alumnos de trece años que dejará de dar clases. A modo de despedida, les confiesa las circunstancias que la llevaron a ser madre soltera: “Debía casarme con el padre de Manami. El también era profesor y un hombre al que respeto. Justo antes de nuestra boda quedé embarazada, y él descubrió que estaba infectado con VIH. VIH: el virus de la inmunodeficiencia humana, la causa del sida, el cual, aparentemente, obtuvo de aventuras en el exterior”.

Desde hace unos diez años, la cifra de infectados por VIH en Japón aumenta considerablemente, debido a que las campañas de prevención apenas existen y que la mayoría de los adolescentes nipones mantiene relaciones sexuales sin preservativo. Esta falta de información es uno de los ejes de Confessions. Cuando la profesora dice haber tenido una hija con un portador de VIH, todos los alumnos se alejan de ella, y hasta contienen la respiración para evitar el contagio. Mientras continúa con su monólogo, la profesora cierra la puerta y las ventanas del aula, como para que nadie pueda enterarse de lo que allí sucederá; los alumnos, cuya atención logró por fin ser captada, la escuchan con un afán casi morboso. A la confesión le sigue una acusación: su hijita Manami no murió por accidente sino que fue asesinada por dos de los alumnos de aquella clase que, al ser menores de edad, son protegidos por el Código Penal.

La película es presentada como un thriller y se suma, a mi entender, al tsunami del cine de terror japonés del que forman parte The Ringu y Audition, entre otras. Se trata de un terror sutil, construido a partir de los monólogos de la profesora y de los alumnos sospechosos del asesinato, subrayados durante sus casi dos horas de duración por una persistente banda de sonido. Confessions nos envuelve en un clima tenso: alumnos aterrorizantes y aterrorizados, y sobre todo el agente del miedo que persistirá a lo largo de toda la película: el extranjero virus del VIH.

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