Viernes, 30 de diciembre de 2011 | Hoy
VUELTA AL MUNDO 2011
El recuento de las noticias que aparecieron este año relacionadas con la diversidad sexual en el mundo puede dar un promedio demoledor. Crímenes de odio, leyes que se endurecen en decenas de países hasta llegar a la pena de muerte, programas educativos que nunca llegan al aula, discriminaciones varias en trabajos y en los medios, reclamos básicos desatendidos, leyes que salen luego de ominosos debates, la cultura gay festejada por su capacidad de compra en tiempos de crisis... ¿Qué hay de bueno? Que son noticia en la parte central de los diarios, que causan escándalo donde antes provocaban indiferencia, que encuentran respuesta en organismos internacionales, que tienen influencia en las relaciones sociales y económicas del mundo global. Que la opinión y la moral pública no están donde antes estaban y que cada vez va siendo más difícil hablar en nombre de ellas.
Empezó el año con el asesinato brutal de uno de los más emblemáticos luchadores por los derechos Lgbtt de Uganda: David Kato. Una revista local lo había señalado como gay, con nombre, dirección y foto junto con otras cien personas bajo el lema “Colgarlos, vienen por nuestros hijos”. Alguien cumplió el pedido. El 26 de enero de 2011, Kato fue atacado en su casa en Kampala por al menos un hombre que lo golpeó dos veces en la cabeza con un martillo antes de escapar. Lo que siguió para la comunidad fue el terror multiplicado: “Tras la muerte de David, los vecinos me decían: ‘Tú serás el siguiente’”. “El día que mataron a David, un amigo mío gay fue despedido. Lo he alojado en mi casa, ahora que tengo una casa grande. En general, las cosas han empeorado desde la muerte de David”, comentaban a la prensa algunos ciudadanos con la cara tapada en vísperas de que se discutiera una ley que criminaliza y castigaría a la homosexualidad con prisión.
Antes de terminar este año, Nsubuga, el asesino del activista, fue condenado a 30 años de cárcel por la Justicia de su país. Si hay que reconocer algo positivo dentro del horror, es señalar que el asesinato de Kato desató todas las alarmas a nivel internacional sobre la creciente situación de homofobia social que vive Uganda, un país que sigue insistiendo con endurecer el trato penal de la homosexualidad, incluyendo la pena de muerte en algunos casos.
Fue una gran desilusión: la presidenta Dilma Rousseff suspendió el programa escolar contra la homofobia antes de que llegara a las escuelas y a pesar de haberlo prometido en campaña. Su ministro dijo que ella no había visto los contenidos al aprobarlos y que cuando los leyó bien no le gustó tanto... Dilma cedió a la presión de grupos religiosos representados por los legisladores de las bancadas evangélica, católica y de la familia, que no son ningunos tontos y entienden que vale tanto o más un aula y una infancia educada que una libreta de matrimonio.
De hecho, este mismo año, la Justicia brasileña reconoció la legalidad de las relaciones civiles entre personas del mismo sexo (y dando más datos a aquello de que son O mais grande do mundo, en Río de Janeiro batieron un record mundial en bodas homosexuales: el primer día se casaron 40 parejas, dejando muy atrás a las 30 que se habían casado simultáneamente en Massachusetts este mismo año).
La justificación de parte del mismo gobierno recurrió a ese latiguillo que ya escuchamos en el Parlamento argentino cuando se discutía la ley de matrimonio igualitario: “No es por discriminar sino para dar más tiempo a la discusión del tema con la sociedad civil, no se trata de un retroceso, sino de un proceso más profundo de diálogo”.
Mientras tanto, las cifras oficiales advierten que “cada día un homosexual es asesinado en Brasil. En Río, 70 por ciento de los homosexuales fue discriminado de alguna forma. La situación es caótica”. El Congreso discute un proyecto de ley que criminaliza la homofobia, el año que viene se verá si se cajonea o se siguen fabricando cajones para ciudadanos indeseables.
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