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Viernes, 30 de diciembre de 2011

SOY POSITIVO

Y Papá Noel también

El calor afuera era agobiante y Cristian se había metido en el shopping. No le gustan y menos cuando no tiene un peso para comprar, pero cuando las temperaturas son altas pasa el tiempo ahí, bajo la caricia fresca del sistema de aire acondicionado. Estaba sentado en un banco y miraba a la gente cargada de bolsas. Cristian se sintió aliviado de no tener más familia que su padre, un hombre agnóstico que no le da ninguna importancia a las fechas, mucho menos a la Navidad. En eso se parecen, no se sienten obligados a hacerse regalos, aunque a veces, fuera de los caprichos de la agenda, uno u otro se aparecen con algún presente, por lo general útil: un par de medias, calzoncillos, una remera, una loción aftershave. Ahora ni siquiera eso, Cristian quedó desempleado hace un año después de haberse enterado de que era portador de VIH, espera recibir una buena suma de dinero cuando se resuelva el juicio por despido, agravado por ser discriminatorio, y ahora se mantienen los dos con la jubilación del padre. No pasan penuria, el departamento donde viven es de ellos y llevan una vida modesta. Cristian aprovecha el tiempo libre haciendo cursos gratuitos de canto y de teatro. Sueña con ser actor de comedias musicales.

De pronto escuchó una campanita y un “¡jo, jo, jo! ¡Feliz Navidad!” A unos pasos de él, se había detenido Papá Noel. “Niño Cristian, ¿ya me escribiste tu cartita?” “¿Nos conocemos? —preguntó Cristian sorprendido intentando descubrir quién se ocultaba tras aquella espesa barba blanca. “¡¿Ricardo?!” “¡Sí, mi amor!” Estaban rodeados por una pequeña multitud, sobre todo muchos niños. Algunos padres, indignados, se llevaban a sus hijos a la rastra. Ellos dos, hipnotizados por el amor, no dejaban de mirarse, como si nada más existiera. Se habían peleado hacía dos años cuando Ricardo le contó que era portador de VIH. “¡Ricardo! ¡Cuánto hace que esperaba este momento! Necesitaba pedirte perdón por haber reaccionado tan mal aquella vez. Pero me daba no sé qué llamarte. ¿Qué es de tu vida?” “Bien, acá, ¡cagándome de calor con este traje de mierda! ¡Jo, jo, jo!” “¡Estás muy sexy! ¿Puedo sentarme en tus rodillas y pedirte mi regalito?” “Claro, nene, me muero de ganas, pero ahora no puedo —dijo Ricardo y siguió—. Después de muchos meses sin laburar encontré esta changa en una agencia. Yo también estoy sin laburo, dijo Cristian. Tomemos algo cuando termine acá —propuso Ricardo—. En la agencia están buscando gente para los Reyes Magos. Pagan bastante bien. Esperame a la salida y te cuento. Ahora me voy a seguir laburando, ¡mirá la cara de toda esta gente! ¡Jojojo! ¡Feliz navidad!”, gritó Papá Noel haciendo sonar su campanita que pareció despertar a todos de un extraño sueño. Retomó su ronda por el shopping, rodeado de niños que se colgaban ilusionados de su gran casaca roja.

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