Viernes, 30 de diciembre de 2011 | Hoy
GOLAZOS
El deporte, uno de los bastiones de la resistencia a la diversidad, sigue en la suya, aunque este año hay que reconocer sus grandes esfuerzos por jugar limpio.
La salida del closet del galés Gareth Thomas en 2009 (primer rugbier del mundo en decirlo), no sólo sirvió como inspiración de una película que hace dos años promete rodarse, sino que dejó una huella en el mundo del rugby, que se cuenta con el del básquet entre los más competentes en cuestiones de homofobia. Así es que en marzo de este año los jugadores del club inglés Sheffield Eagles salieron a la cancha con una camiseta que decía “Homophobia: Tackle It” algo así como “Hacele un takle a la homofobia”. Si el gesto de la camiseta parece poco comparado con tanto deportista confinado en el closet, se puede agregar aquí una buena foto de Ben Cohen, otro rugbier inglés, además de los resultados de un trabajo que publicó este año Eric Andreson, especialista en sociología del deporte en la Universidad de Winchester, que afirma que de diez años a esta parte es mucho más sencillo para un/una atleta salir del closet. ¿Las causas? La resistencia es menos desembozada que antes cuando se podían hacer burlas y desacreditaciones en la cara y en público, mientras hoy, lugares como la NBA cobran multas importantes a los que se van de boca y la sociedad repudia en los medios a los malos. Además, asegura el sociólogo, hay que dar gracias a Facebook, donde la gente se define sexualmente con sólo un click y se expone a miradas virtuales.
Si los números no bastan, habrá que regresar a la foto de Ben Cohen: heterosexual confeso, casadísimo y padre de mellizas, el súper ídolo e ícono gay del rugby se despidió de su carrera a los 32 años en el momento más alto y reconociendo que podría jugar dos campeonatos más. Pero no hay tiempo que perder, dice, desde su flamante fundación: “Hay mucho trabajo por hacer, la actitud de la gente tiene que cambiar, no puede ser que haya jóvenes victimas del bullyng que pierdan sus vidas. Esto tiene que parar ya”. Todo comenzó con sus fotos para calendarios cuasi pornos, siguió con miles de fanáticos que lo catapultaron como ícono gay. Ben respondió con compromiso y gratitud a todos esos fans: “He recibido numerosos e-mails, especialmente de hombres jóvenes que se han sentido inspirados por mí de alguna manera y que han tenido el coraje de asumir su sexualidad frente a sus familias y amigos y llevar una vida plena. También me han dicho que he ayudado a padres a aceptar el hecho de que sus hijos son gays. Tengo que confesar que no tengo idea de cómo he logrado eso, pero si mi apertura de mente ha logrado eso, entonces estoy convencido de que estoy en el camino correcto. Para ser honesto, jamás pensé que mi carrera de rugbier daría este vuelco. Pero así es. Tengo dos hijas de tres años y me rompería el corazón si ellas se sintieran tan solas y abandonadas como para no poder hablar conmigo o con mi esposa”.
Desde el lado del tenis, estos últimos días del año, nuevamente surgió como una superwoman la grandiosa del tenis, Martina Navratilova. No lo hizo sola, sino con otra diosa también lesbiana y activista, Billie Jean King. Las dos se lanzaron a una especie de doble mediático con Margaret Court, leyenda australiana del tenis de los años sesenta y setenta (tres veces ganadora en Wimbledon, con dos Grand Slam en su haber) conocida ahora por su militancia contra la diversidad sexual que ejerce desde su Margaret Court televisión (quien tenga tiempo para perder búsquelo en YouTube), un “programa evangelista para hacer llegar la voz de Dios a millones de personas”, según ella misma describe. Y la voz de Dios vía su ventrílocua ha dicho cosas tales como que “tratar de legitimizar una unión que Dios ha llamado sexualmente abominable incluyendo la sodomía, revela nuestra ignorancia sobre las enfermedades que caerán sobre la sociedad al violar las leyes de la naturaleza que marcan lo que está bien y lo que está mal. Los homosexuales gritan aquello de que han nacido así. Cada acción comienza con una decisión, ellos tienen una elección”. Billie Jean King, que casualmente fue quien le arrebató el título en los lejanos setenta, salió a responder secundada por Martina. Los argumentos en contra no se reproducen en estas líneas porque sería repetir más de lo mismo. Corta imaginación tienen los redentores del orden natural. Martina tampoco se gastó mucho Dijo: “Intenté hablar muchas veces, pero Margaret no puede escuchar”. Tal vez necesite el ¡no! del árbitro, y como natural reflejo pavloviano, la vieja tenista cierre por fin su boca.
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