Viernes, 13 de enero de 2012 | Hoy
POLICIALES
Ya van siete meses del asesinato de Octavio Romero, el suboficial de Prefectura que apareció en la costa del Río de la Plata en junio del año pasado. En el caso de Octavio todavía no hay sospechosos. A pesar de que la víctima había recibido aprietes de sus compañeros, la Justicia parece haber desechado toda línea de investigación que roce a sus camaradas de armas y se concentró en la vida sentimental de la víctima. Uno de los últimos testigos en declarar en la causa por el crimen de Octavio vive en el interior del país. La fiscalía 40 lo rastreó hasta dar con él. Cuando se presentó, pensó que le iban a preguntar por las cosas que la víctima solía confiarle. Pero no: los investigadores querían saber quién era el peruano. El testigo tuvo que hacer memoria. Finalmente entendió: en sus últimas conversaciones telefónicas con Gabriel Gersbach, el viudo de Octavio, había dicho cosas como “nos vemos en el peruano” o, “tengo ganas de ir al peruano”. El peruano era Status, un restaurante del barrio de Congreso al que solían ir cuando Octavio vivía. La conclusión: alguien sigue escuchando los teléfonos del entorno de la víctima. Y lo hacen con pericia dispar.
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