Viernes, 13 de enero de 2012 | Hoy
PD
Yo, como todo el mundo a esta altura del partido, conozco lo que todos conocen como “el video de Cogote” que se volvió de visita obligatoria de grandes y chicos en Youtube desde que hizo saltar el barómetro del twitter hace unos meses. Hoy la palabra Cogote pertenece al decir popular, y viene a reemplazar más o menos al anticuado y tan literal “puto de mierda”. El nombre Cogote da risa y hasta parece que no es discriminatorio. Es un personaje anónimo, hasta hay quien dice que es Paraguayo o que está todo montado, con perdón de la palabra...
La escena es breve y sencilla. Un supuesto cazador oculto filma a dos hombres, aparentemente obreros de la construcción mientras tienen sexo en un descampado. Tal vez estén haciendo un alto durante sus horas de trabajo, tal vez se trate de una práctica cotidiana, tal vez para alguno de los dos sea la primera vez. El acto sexual enseguida es interrumpido por una voz que se ríe de uno de ellos a quien llama Cogote. Le pregunta si le gusta mucho, le dice que ya sabía que tarde o temprano esto iba a pasar, que lo sabía. ¿Adivinen de quién se ríe? Del que la pone no, ese no tiene nombre ridículo, ni recibe el oprobio. Ese, lo máximo que puede hacer es esconderse. La voz socarrona se burla del que recibe. Porque recibir, haya matrimonio igualitario o haya ley de odio, seas hombre o seas mujer, sigue siendo un papelón. Por eso en Villegas y en otros pueblos, los avivados, aún a riesgo de caer presos, se siguen pasando videos de chicas, en situación pasiva. Esto, porque se trate de dos hombres, no es mucho más que eso. Y tampoco hace a la muerte de nadie. ¿O sí? ¿Hasta cuándo veremos aparecer artículos sobre el arte de avergonzar, que ahora se llama bullyng sin preguntarnos por qué nos da tanta risa este video?
Un video como este, también es un método muy eficaz para provocar la verguenza del deseo, del placer, de la intimidad. Es el permiso agazapado a meternos en lo que los otros hacen en sus camas para librarnos de lo que a nosotros no nos sale tan bien. Quien obliga a tener verguenza, en parte es para librarse de la propia.
Escribo aquí porque me encontré a mi hijo adolescente, reunido con amigos en casa, matándose de risa por el mal paso de Cogote. Chicos educados en colegio privado, abierto a la diversidad y demás buenas intenciones. Ninguno de ellos reconoció homofobia en el motivo de la risa. ¿De qué nos reimos? Tal vez cuando sepamos responder a esa pregunta, como decían las maestras de antes, nos podremos reir todos.
Mario Perletti
Comerciante
Bernal
A propósito del artículo “Travestis con clase”, publicado el viernes 18 de noviembre en el suplemento Soy, en torno al lanzamiento del Bachillerato Popular Mocha Celis, queríamos agradecer la difusión del evento y precisar algunas cuestiones en torno a la historicidad del movimiento trans y las definiciones político-pedagógicas del espacio.
Desde el Bachillerato Popular Mocha Celis entendemos que es fundamental fortalecer al movimiento trans, recuperando la historia de sus organizaciones. En este sentido, es importante resaltar el trabajo de la Cooperativa Textil Nadia Echazú, el primer emprendimiento productivo trans. La publicación también desconoce la construcción político—identitaria de Mauro Cabral al definirlo como “transexual”, a la vez que no menciona en ningún momento al colectivo de varones trans, quienes forman parte de este bachillerato.
Por otro lado, el Bachillerato Popular Mocha Celis no es una escuela pública, tal como se refirió a nuestro proyecto en la publicación, ni estamos asociados a la Subsecretaría de Equidad y Calidad del Ministerio de Educación. Este Bachillerato Popular se inserta en el movimiento pedagógico bajo la definición de la educación pública-popular, y es impulsado por militantes y activistas del movimiento trans ante la necesidad de generar propuestas educativas alternativas que contemplen las necesidades de un colectivo siempre marginado. Este espacio educativo actualmente no cuenta con el sustento oficial de ningún gobierno y es sostenido por la labor comprometida de sus militantes, activistas, trabajador*s y docentes en articulación con la Fundación Diversidad Divino Tesoro y organizaciones del movimiento Gltttbiq y con el apoyo de agrupaciones feministas y de educación popular, centros de estudiantes, bibliotecas populares, medios de comunicación alternativos y unidades académicas de universidades nacionales. En este sentido, l*s militantes trans no se incorporaron sobre la marcha sino que son una parte constitutiva del proyecto.
Atentamente,
Bachillerato Popular Mocha Celis
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