Viernes, 27 de enero de 2012 | Hoy
Hay nuevas chicas en el horizonte pop, y gustan de chicas. En sus últimos videos, que aquí repasamos, describen imaginarios de pieles femeninas entrelazadas y amores lésbicos de diversas calañas.
Una chica con disfraz de oso, o un oso con cabeza de chica, vaga por el bosque y cruza un arroyo. Flores fuera de foco, contraluz que atraviesa ramas de pino; mientras, las pezuñas de peluche van calando un sendero de hojas secas y moho. Tras esos pasos, el infaltable cazador (una chica con barba falsa y gracioso sombrero tirolés) prepara la escopeta de mentira. Ambas juegan a la escondida con calma, disfrazadas entre los árboles, y el arroyo que murmura, esperando cardúmenes. Se van a encontrar, está en el guión: una cazará a la otra. O uno a otro. Y así se da que la animala surte un zarpazo por la espalda a su perseguidora. Sorprendidas las dos por la ferocidad del ataque, se quitan el disfraz entre sonrisas, listas para olvidar y partiendo de la mano por la arboleda de las hermanas Grimm. La osa del caso es la cantautora chilena Javiera Mena en su más reciente clip. Mena llegó a la escena musical latinoamericana en 2006 con Esquemas juveniles, su primer disco, aunque ya desde años antes producía material como solista y en el dúo Prissa. En su Chile natal se afirmó como artista indie pop y con Esquemas... llegó a México y España. En el video del tema homónimo, Mena narra en clave sutil otra historia de amor, o de fascinación, entre chicas. Una estudiante observa gestos y movimientos de sus compañeras, deja una carta (¿una declaración?) en un locker, presencia ensayos de las bailarinas de la escuela. Las imágenes son de un silencio cercano al de La niña santa. Hay algo de la infancia que se está yendo y de los deseos que han empezado a bullir.
“En la mesa, las cartas arriba”, dice bellamente la canción “No te cuesta nada”, aquella de los disfraces de oso y cazador cazado. El flamante video, editado seis años después del escuelista Esquemas juveniles, demuestra que Javiera sigue enamorándose, como todxs.
La canadiense Peaches arenga desde hace más de una década a rockeritas underground, machotas, electrolas y afeminadas varias. Es matrona del electro queer, y de varios subsubgéneros musicales más, algunos de los cuales ella misma ayudó a gestar. Estamos frente a una degenerante, cuyos rapeos certeros y guarangos la ubican como una de las letristas más lúcidas de la casta ’00, a la par de sus colegas del trío electroclash Le Tigre, por caso. Híbrida de Nina Hagen, Iggy Pop y Cyndi Lauper, Peaches cabalga chicas en escena siempre que puede, tal cual lo hizo en 2003 cuando descajetó el local porteño donde (se) tocó. Más hot aún se pone la cosa en sus videos, como en “Lovertits” (2000), en el que dos bikers se frotan entre sí, bici con bici y pechitos con pechitos. En “Downtown” se desdobla en femme fatale y hombre sumiso que juegan al deseo; en “Talk to me” comanda una orgía de modelos femeninas con pelucas transatlánticas que van creciendo hasta enredarse y tapizar con hebras el decorado.
Con platinada y queer frontwoman, el trío candiense Austra se ubicó en 2011 como uno de los grupos de indie pop más comentados en blogósferas y lesbósferas. Sonido amable y voz particular, como puede serlo la de Fever Ray (cantante de The Knife). Uno de sus videos, “Beat and the Pulse”, presenta una serie de coreografías de danza contemporánea interpretadas por bailarinas semidesnudas. Las chicas, además de atuendos breves, lucen membranas como de anfibias en brazos y dedos, nuevas especies de féminas.
Aunque en plan mainstream total, otras avanzadas de la ola lesbo pop son las rusas Yulia y Elena, que componen el dúo pop t.A.T.u., recordado por cualquiera que cuente veinticinco eneros o más. Manufacturadas sin disimulos, lograron altísimo impacto mundial con su debut “All the Things she Said”: ambas apedreadas bajo la nieve, en el clip, detrás de una reja en lo que parece ser un campo de concentración, con uniformes de escuela privada. Ya Britney había patentado el sex appeal de la colegiala no tan ingenua años antes del t.A.T.u. debut (y pocos meses después se apretaría a Madonna). Terminan por dar la espalda a la sociedad que las agrede y a la naturaleza que les nieva encima. Segundo video: ellas subidas al volante de un camión de combustible, atravesando tormentas por Siberia, destruyendo todo a su paso e incluso atropellando a un operario vial. Tan escandalosas eran que muchos canales se rehusaron a emitir sus clips, por lo que el management las hizo explicar públicamente que, en realidad, no eran novias sino amigas, que todo se trataba de una puesta para causar revuelo. Es decir, las hicieron entrar al closet. Impactante. Siguieron otros discos, separaciones varias y de variado tenor, confirmaciones y nuevas refutaciones de su noviazgo... Y un largometraje de pronto estreno.
Un parque de diversiones, dos chicas que se encuentran y que, mimándose, se acurrucan para aspirar una droga peligrosa. Mareo, visiones, rarxs y rarezas por doquier y un final nada romántico para una historia pequeña, como la canción que acompaña. “Cocaine” se llama el tema, y The Internet el dúo r&b en cuestión, que en diciembre último debutó su primer álbum, Purple Naked Ladies. Por momentos reminiscente a The Neptunes, la producción es detallista y coqueta, con la voz de Syd the Kyd (con pelo corto en el video) acompañando en firmes susurros. No ajena a las operaciones de prensa más propias de grandes y escandalosas estrellas de la música, Syd dio recientemente una entrevista al sitio laweekly.com en la que descloseteó a famosas artistas de la música urbana norteamericana, como Missy Elliott y Alicia Keys. Con qué informaciones cuenta, y con qué autorización para comentarlas, es tema de próximas apariciones y debates.
“Smack my Bitch up”, The Prodigy (1997). No hay ninguna lesbiana en el grupo (ninguna mujer, de hecho), pero la calidad del clip merece la mención. Filmado en primera persona, como si se tratase de unx mismx, atravesamos una noche de enfiestes varios, de putas, whisky, heroína intravenosa y peleas a las piñas. La canción repite y repite la frase que la titula entre sampleos industriales y agresivos riffs. El sueco Jonas Åkerlund dirigió este video polémico y prohibido –quizás uno de sus mejores–, que culmina con una escena de sexo casi explícito entre la atrevida de turno y el protagonista de tanto escándalo nocturno, quien para sorpresa generalizada resulta ser... una chica. Preconceptos, a la papelera de reciclaje.
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