SOY POSITIVO
› Por Pablo Pérez
A propósito de la última columna que escribí sobre bareback y hepatitis, recibí una consulta de un lector no identificado. “[...] durante los 20 días que estuve creyendo que tenía VIH, una de las cosas que mas leí/oí era del peligro del recontagio (usaban otra palabra, no la recuerdo) por el riesgo de contraer una cepa distinta, más resistente, etcétera”. Eso, de ser realmente un factor de peso, ¿no podría ser un argumento más sólido para alguna cabeza que no se arruga frente a las venéreas? Hace bien en recordármelo, el tema del sexo sin preservativo tiene varias aristas y ésta es una de ellas, la palabra precisa es “reinfección”. Es importante aclarar que las vías de reinfección y transmisión por vía sexual del VIH, así como del virus de la hepatitis, son las mismas, básicamente el sexo anal o vaginal sin protección. El sexo oral es también considerado de riesgo, pero mucho menor: es tal vez por este tan bajo nivel de riesgo en el sexo oral que quienes lo practicamos sin protección no somos considerados barebackers, salvo en el caso de quienes tragan esperma. Sin embargo, el sexo oral es de alto riesgo para la transmisión de enfermedades venéreas. En el caso de la sífilis, por ejemplo, la transmisión se produce por el mero contacto de las mucosas con el chancro, por eso es también posible que se transmita por un beso de lengua.
Siguiendo con el planteo del querido lector, puedo decir que al menos entre los barebackers que conozco, el riesgo de reinfección parece no tener ningún peso. El sexo a pelo, además, en muchos casos viene en combo con el sexo guarro (por ejemplo el “felching” que consiste en recibir semen en la boca desde el ano o la vagina después de haber eyaculado dentro) y los vicios, en particular cocaína y poppers. El consumo en exceso de estas drogas, además de la nocividad para la salud que todos conocemos, influye en que los encuentros sexuales sean muy descontrolados. La posibilidad de reinfección con otra cepa de VIH es una de las primeras advertencias de los médicos ante la posibilidad de que a uno se le ocurra coger sin forro, por ejemplo en una relación de pareja de dos personas seropositivas, lo cual es también muy frecuente. Hace unos meses, cuando escribí sobre la historia de P que, siendo tanto él como su pareja seropositivos, se negaba a coger sin forro, un amigo me trató de pacato porque pensaba que P era yo. Estos acuerdos de pareja parecen escapar a todas las razones que pueden tener los barebackers fiesteros o descontrolados, ya sea la compulsión autodestructiva o la falta de información. En las parejas (y hago un mea culpa, también fui presa de este sentimiento) el lema parece ser “mi cepa es tuya, tu cepa es mía, y vamos juntos, amándonos, compartiendo nuestra vida y nuestros fluidos contra viento y marea”.
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