Viernes, 27 de abril de 2012 | Hoy
MI MUNDO
El demonio o “niño terrible del porno gay”, Mason Wyler, fue otra vez centro de la atención mediática. A mediados de 2010 hizo público que es VIH+. El año pasado filmó una película barebacking gay y provocó una tormenta de acusaciones que pusieron otra vez a la industria porno en el banquillo de los acusados. La industria le niega la entrada y él publicó en su blog su certificado de defunción como actor porno. Pero todo esto es sólo la parte menos caliente de la historia.
Por Ariel Alvarez
A los 26, Mason Wyler ya tiene una larga trayectoria como actor triple X. Comenzó hace sólo seis años, y esto es mucho tiempo para una carrera en la industria del cine para adultos, demasiado, según él. Ha trabajado en los estudios más importantes y ha rodado cerca de 300 escenas. No sólo por su encanto, que hace emocionar a miles de fanáticos, es que este actor ha alcanzado una fama como pocos. Su vida, que él ha hecho pública, y su personalidad, lo hicieron protagonista de numerosos escándalos: confeso ser adicto al “sexo duro”, y fiel defensor del barebacking (dentro y fuera de la pantalla); fue violado (junto a su novio) según él, por un capitán del ejército norteamericano. Y la lista continúa. El último capítulo de su historia devela la hipocresía y las contradicciones de un negocio millonario y abre un debate acerca de cuál es el motivo por el que las películas XXX donde no se utiliza preservativo son las más exitosas. Además pone en evidencia el prejuicio existente en torno del VIH y los gays. ¿O acaso alguien se escandaliza cuando no se usa forro en las películas hétero?
Nación Wyler. Original. Homosexual. Proxeneta, este título con grandes letras encabeza el blog de Wyler (www.wylernation.com) y desde allí a mediados de 2010 anunciaba: “Tengo algo que decir. Pasé los últimos meses, esperando el momento adecuado para decirlo, pero resulta que no hay momento adecuado... Me gustaría dejar esto de lado por un tiempo más largo, pero este tipo de información por lo general encuentra una manera de salir tarde o temprano. De hecho, la gente ya ha empezado a hablar. Me dio positivo. Sólo yo tengo la culpa. Tengo VIH y es una mierda”.
Al parecer la gente había empezado a hablar porque un amigo (o como quieran llamarlo) de Mason había subido en su blog la noticia que él mismo Mason le había confiado, y no contento con eso lo acusaba allí de “propagador de enfermedades”.
Luego de su anuncio oficial, la industria le cerró las puertas. Next Door, el estudio para el que Wyler había trabajado durante los últimos tres años, había anunciado que seguiría trabajando con el actor siempre y cuando éste accediera a filmar escenas solo. Ni siquiera usando preservativo le permitirían filmar con otro actor. Bastante hipócrita todo el asunto, considerando que en la mayoría de las películas barebacking se desconoce si los actores son VIH+, más allá de los controles que la industria triple X dice llevar adelante. Controles algo dudosos, por cierto, si tenemos en cuenta que se paga el doble del cachet habitual por el riesgo que corren los actores. Son varios miles de dólares por una escena de dos horas. Pero Wyler lo dijo y se convirtió en la cara visible de un (para algunos) problema, y para otros una garantía de éxito.
En una entrevista para la revista The Advocate, Mason desmintió que el estudio le ofreciera trabajo alguno: “Envié mails, hice llamadas telefónicas, y hasta en Twitter sin éxito. Los grandes estudios de ‘sexo seguro’ no estaban interesados”. Sólo los estudios de barebacking querían tenerlo entre sus actores.
Es así que en febrero de 2011 se decidió a filmar para RawFuckClub.com, un sitio web, dirigido por la pareja de actores Owen y Brandon Hawk, ambos VIH+. Con ellos protagonizó la tan polémica escena y se lo promocionó como el mejor “actor VIH+ de barebacking”. Luego de esto, la condena y las explicaciones: “Lo hice porque no me atrevo a tirar la toalla, así que cuando RawFuckClub me dio una oferta demasiado buena para rechazarla, la tomé. Me encanta tener sexo en cámara y no puedo pensar en otra cosa que quiera hacer. No todavía. Me gusta el sexo a pelo y prefiero estar con otros hombres VIH positivo. Es comprensible que las personas VIH negativo teman trabajar conmigo por mi condición. E incluso yo no estoy seguro de poder funcionar con un compañero VIH negativo”, declaraba Mason. La declaración echó más leña al fuego.
Muchos catalogaron a Wyler de, como mínimo, irresponsable, y ni las empresas más osadas quieren oír su nombre. Es así que desocupado y provocador como siempre, publicó en su blog en julio del año pasado, su certificado de defunción como actor porno: “Esta es una aclaración para aquellos de ustedes que quieran verme resurgir como actor triple X. Mason Wyler, el actor porno, está muerto. He intentado mi mejor esfuerzo para resucitar lo que fue una carrera próspera y vibrante, pero simplemente no está sucediendo. He contactado con todos y cada uno de los estudios que conozco y no he obtenido ninguna respuesta. Ya nadie está interesado en mí, y no tengo ni los conocimientos ni el capital para iniciar mi propio estudio. Es hora de enfrentarse a ello y seguir adelante”.
Pocos actores saben revolver el avispero como Mason Wyler. Autodenominado como “demonio del sexo” es conocido por numerosos escándalos. Entre ellos, en 2008 publicó en su blog que había sido violado por un capitán del ejército norteamericano, al cual conoció chateando y quedó en encontrarse para una cita. El militar los drogó (a él y a su pareja) y los violó en reiteradas ocasiones. Luego de esto, Mason realizó una serie de posts en donde hablaba de cómo disfruta del sexo duro y decidió no presentar cargos. Varios de sus detractores, pese a las fotos en donde se lo ve con la cara golpeada que acompañan la noticia en su blog, lo acusaron de querer darse publicidad. Lo mismo ocurre ahora. Hay mucha gente que sostiene que esto del VIH es sólo un truco. Y Mason no hace más que alimentar las habladurías.
Pese a que dijo no querer o poder filmar con un actor VIH negativo, en octubre del año pasado filmó su, hasta ahora, último video con el actor Jesse Santana, quien declaró no importarle el hecho de la enfermedad de Wyler. El film fue producido por FalconStudios.com y publicado en la web y es del tipo “sexo seguro”. Y nuevamente los ataques, pero esta vez centrados en las escenas en donde Santana le practica a Mason sexo oral sin usar preservativo, cosa que por otra parte nunca se utiliza en ese tipo de escenas ni en las películas de “sexo seguro”. Por supuesto, fiel a su estilo, Wyler describió el video en su blog con lujo de detalles y celebró un “muy buen final para una parte muy querida de mi vida”.
El del barebacking es un tema complejo. Los que lo condenan dicen que debido a la falta de sexo gay representado en los medios convencionales, hay un montón de chicos que terminan aprendiendo sobre sexo con la pornografía. El porno, o mejor dicho su función, es entretener, no educar, eso está muy claro. Por ver películas barebacking la gente no va a cuidarse menos. Siguiendo esta lógica, millones de niños se hubiesen arrojado por las ventanas tratado de volar como Superman. Lo que en todo este entuerto parece no recordarse es que la industria porno es justamente eso, una industria, un gran negocio millonario. Si lo que vende es el sexo sin forros, pues a filmar sexo sin forros. Pero si seguimos la lógica mercantilista, nadie se pregunta el porqué. No existe la oferta sin demanda. ¿Y si los estudios no hacen más que, al modo de los cazadores de tendencias del mundo fashion, reflejar una realidad, procesarla y convertirla en una moda que vende? Muchos de los que vivimos con VIH nos encontramos cada vez más seguido personas que, aun sabiendo nuestra condición de portadores, quieren no cuidarse.
Lo cierto es que siempre que resurge este debate es asociado al cine gay. Pero ¿por qué escandaliza más el barebacking gay que el hetero? Ciertas voces que se escuchaban al principio de la pandemia parecen reflotar que para algunos fuimos los “causantes” del SIDA. Para los defensores de los films “sin condón” se trata de un intento de estigmatización de la sexualidad con VIH.
Muchos quieren prohibir este tipo de producciones. La batalla entre los organismos de salud estatal norteamericanos y la industria porno pasa por momentos de diversa intensidad. El gobierno trata de controlar a la industria y ver si no están quebrantando alguna de las leyes de salud pública. Por su parte, la industria XXX habla de libertad de empresa y de expresión y algunos estudios han llegado decir que es muy difícil conseguir notoriedad si no se realizan este tipo de películas, ya que es lo que consume la gente. Acá no se trata de prohibir, que cada uno viva sus fantasías como quiera; al contrario, aquí se trata de poner las cosas en su lugar: no le pidamos a la industria porno que nos cuide, no es su función.
El debate es muy otro, es algo más profundo, es hacerse cargo de cierto morbo. El barebacking vende. ¿Será porque lo que vende es la idea del contagio? Puede ser, la sociedad en la que vivimos es así de carnicera. Y esta idea que ronda a las producciones barebacking también es una manera de estigmatizar a los que vivimos con VIH: “Contagiamos y somos potencialmente mortales”. ¡Qué peliculón!
Muchas preguntas, sobre las cuales pareciera que no se quiere debatir ni discutir: ¿Necesitamos del porno para sentirnos más aceptados? ¿Debemos estar contentos por ser un nuevo objeto de deseo? ¿Es reconfortante saber que nuestra enfermedad es un nuevo nicho comercial? Para nada.
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