Viernes, 13 de julio de 2012 | Hoy
Por Adrián Melo
La película francesa El placard (Le placard, Veber 2001) supo dar cuenta de ciertas complejidades y paradojas del tema de la salida del closet en clave de comedia para el naciente siglo. En ella François Pignon (Daniel Anteuil) es el aburrido contable de una fábrica de preservativos ignorado por su ex esposa de la que sigue enamorado, su hijo y su jefa de departamento, a la vez que humillado por el homofóbico y racista jefe de Personal (Gérard Depardieu).
En la escena inicial del film, el hecho de ser el único desplazado de la foto anual de la empresa indica su condición de marginado en el entorno social. Cuando acto seguido se entera de que además está a punto de ser despedido, Pignon decide saltar al vacío desde el balcón de su departamento. La intervención de Balone, su flamante vecino, lo impide y luego de escuchar su historia le propone una solución que salvará su vida: hacerse pasar por homosexual para mantener su trabajo con la idea de que una empresa que fabrica preservativos se vería afectada públicamente si es tachada de homófoba.
Entonces comienzan a producirse paradojas que conforman el aire de nuevos tiempos. Balone, el vecino, fue despedido de su trabajo por la misma causa por la cual Pignon puede conservarlo. Pignon, el excluido, cobra protagonismo e inclusión en un mundo laboral que en otro tiempo hubiera hecho de su condición sexual motivo de exclusión, chantaje y humillación.
Aún más, la vida aburrida de Pignon cobra interés para su ex mujer, su hijo y para sus compañeros de oficina tras la salida del closet, poniendo en escena la fascinación de algunos heterosexuales frente a una forma de vida que juzgan distinta, extraña y muchas veces menos rutinaria y más divertida.
Sin embargo, la película muestra otra paradoja: el gay que simula ser Pignon no es respetado por el hecho de ser gay sino tolerado en función de intereses económicos, por razones de marketing dentro del marco de un capitalismo que crea un mundo de consumo destinado exclusivamente a los gays blancos de clase media. Ello da cuenta de otro motivo que también forma parte del aire de los nuevos tiempos, y es que aún hay mucho por hacer respecto de la asunción plena de los derechos de las diversidades sexuales.
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