Viernes, 5 de octubre de 2012 | Hoy
SER Y ESTAR
Básicamente éste es mi lugar de reunión con amigos. Es un lugar para estar todos cómodos y tranquilos (hay que tener en cuenta la comodidad del gordo tirado en el sillón). También es donde comienzo a hacer todas mis cosas (a pesar de que tengo escritorio en otro lado de la casa), a escribir y todo. Acá tengo la tele.
Por Sebastián Freire
1. La Pastalinda
Es una herencia de mi mamá y mi abuela. Mi abuela era tana inmigrante, y cuando yo era chico mis padres, mi hermano mayor y yo vivíamos con ella. Siempre comíamos pastas caseras. Y cuando ya no vivíamos más con ella, cuando íbamos de visita a su casa, ella sacaba la Pastalinda y nos amasaba. Ahora la tengo yo y, además de traerme todos esos recuerdos, la uso para agasajar a las personas que quiero. Termina siendo un objeto que representa el cariño y el agasajo.
2. El libro de Andy Warhol Giant Size
Este libro llegó en un momento en el que yo tenía ganas de materializar ideas y cosas relacionadas con el arte en sí y no sabía cómo sacarlas. Pude leer cómo Warhol trasmutaba lo que veía y cómo generaba y transformaba sus ideas en algo comercial.
3. Ceniceros intervenidos
Estos dos los hice en el ’96/’97. Se llaman Charupa y Chola y fueron de las primeras intervenciones artísticas sobre objetos concretos. Muchas veces cuando vienen nuevos amigos los saco, son una forma de romper el hielo y además un tema de charla. Charupa significa pija (un código que tenemos con mis amigos) y chola es algo que me quedó de mi abuela. Ella siempre decía chola en vez de concha, era como una forma delicada.
4. Mi colección de los chanchos
Me acuerdo de que el primer boliche al que fui a bailar fue Ave Porco, que cerró el fin de año del 2000: rompieron todo y vos te podías llevar lo que quisieras. Unas amigas tortas se hicieron piecito y se llevaron uno de los tres chanchos con alas que estaban colgados del techo. Para ese entonces los otros dos ya habían volado. La gente se llevaba cortinas enormes de peluche, pirámides chiquitas que estaban pegadas de las paredes. Y yo me quedé con las ganas de ese último chancho. Supongo que por eso es que empecé esta colección. Ahora tengo montones. La gente me los trae cuando viaja. Si no los tengo todos expuestos es porque a Roberto (mi pareja) no le gusta que la casa esté llena de cosas; él es más minimalista.
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