Viernes, 9 de noviembre de 2012 | Hoy
Los hombres trans todavía están invisibilizados. Ellos van a tener que ir construyendo su agenda y nosotras vamos a salir a poner el cuerpo también por sus consignas.
Por Lohana Berkins
Hay situaciones que estamos viviendo que nos asustan a nosotras mismas: cambios que parecían tan lejanos que ni siquiera eran parte de nuestras utopías y que se explican por dos frentes: por la durísima lucha que dio el movimiento travesti, transexual y transgénero en la defensa de nuestros derechos humanos y, por otro lado, por la coyuntura donde se resalta la política como elemento transformador del Estado y de la vida concreta. Aunque siempre fuimos bastante hábiles a la hora de romper las fronteras entre nosotras y el resto de la sociedad, hay mucha gente que todavía desconoce nuestras problemáticas. Me refiero a pequeñas cosas que resumen el impacto de la Ley de Identidad de Género. Por ejemplo, cuando yo iba al supermercado, cada vez que compraba algo con la tarjeta de débito me pedían el documento. Obviamente, cuando el cajero lo veía se encontraba con una foto que no coincidía con lo que tenía en frente. No hace falta explicar las miradas, la burla, la sorna. Hoy, voy al supermercado y cuando quiero sacar mi DNI, si me llegan a decir “no hace falta”, yo lo saco igual. Otro ejemplo: tengo muchas amigas que se cambian el DNI y suben esa fotito al Facebook. Me etiquetan a mí en la foto y a un montón de personas: ¡Se la quieren mostrar a todo el mundo! No es banal.
La situación con la que nos enfrentamos ahora es que empezamos a plantearnos un futuro, a organizar una vida. Tenemos que hacernos preguntas sobre cómo vamos a trabajar para tener más acceso a la educación y a otro tema fundamental: el empleo. Se empieza a romper la asociación tan perversa de estar condenadas siempre a la prostitución. Aunque insuficientes, el Estado está dando algunas respuestas. El reconocimiento de nuestra identidad genera oportunidades más concretas. Parafraseando a Michelle Bachelet: cuando una travesti accede al Estado, su vida se modifica. Pero cuando muchas travestis acceden, eso le modifica la vida a todo el mundo. Nosotras, con nuestra presencia, interpelamos. Y ahora podemos mostrar de cuánto somos capaces.
Me acuerdo de la primera vez que fui a pedir trabajo: me preguntaron qué sabía hacer y yo no pude contestar. Me quedé dura. Porque a nosotras se nos internaliza eso de que no servimos para nada. Y eso, yo creo, se está empezando a romper. La cotidianidad va a ser la única forma para derribar viejos prejuicios. En la interacción en los distintos espacios públicos y en los trabajos, las historias de los otros se van a empezar a entrelazar con las nuestras. Van a descubrir que no hay tantas diferencias, sólo que las oportunidades de las que los otros disfrutaron siempre para nosotras siempre estuvieron vedadas. Así se van a ir generando nuevos paradigmas y sentidos del travestismo. Y eso no es menor, se generan nuevas subjetividades: hoy una niña travesti tiene más modelos de vida para elegir. (Puede pensar otras posibilidades: puede, por ejemplo, soñar con ser conductora de TV.)
El Estado, por su parte, va a tener que ir repensándose a sí mismo. Va a tener que modificar los formularios sexistas; por ejemplo, sacar algunas preguntas y agregar más casilleros. Las travestis con cargos públicos todavía son excepciones. Otro desafío muy grande también va a ser el del empleo privado. Los empresarios también van a tener que empezar a dar respuestas. Las marcas famosas, que nos ridiculizan en sus publicidades, van a tener que ver qué hacer cuando nos tengan en frente. Entonces, vamos a ver si nos ponen detrás de sus mostradores o en sus cuerpos directivos. Otro debate que vendrá también es el de las obras sociales, cómo van a encarar el tema cuando tengamos alguna enfermedad relacionada con la construcción de nuestro cuerpo travesti.
Por último, los hombres trans son otro punto. Ellos todavía son invisibilizados. El activismo trans masculino está todavía muy débil. Ellos van a tener que ir construyendo su agenda y nosotras vamos a salir a poner el cuerpo también por sus consignas.
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