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Viernes, 7 de diciembre de 2012

A LA VISTA

La inclusión bien entendida

Empieza por el trabajo. Si bien 2012 será el año recordado por la ley de identidad de género, deberá agregarse en el balance el desarrollo de acciones para que las ciudadanas trans se incluyan de verdad. Aquí, el testimonio de Jorgelina Oliva, que está comenzando un emprendimiento propio, y Elian Faiman, quien hace dos meses tiene un trabajo digno.

 Por Diana Sacayán

Cuando se habla de fomentar la inclusión para personas trans, hace un tiempo que ya no se dicen palabras vacías, definiendo como eje para ello al empleo en función de considerarlo el principal integrador de la sociedad, además de ser la herramienta más eficaz en la lucha contra la pobreza. En este punto pasa algo similar a lo que pasó cuando se pensó cómo hacer la ley de identidad, es decir, se piensa desde la realidad concreta de las personas. Desde el Estado se está hablando de estrategias muy variadas: ayudar a terminar el secundario, formar profesionalmente en áreas y oficios que la persona elija, apoyar los proyectos de trabajo independiente (como cooperativas que ya estén funcionando en las que participen personas trans) y el entrenamiento profesional en los espacios laborales. A su vez, no es cuestión de abrir programas y retirarse: como para capacitarse hay que ingresar a programas que ya existen, se están haciendo talleres de sensibilización en asuntos de “Trabajo y diversidad sexual” para los capacitadores y los empleados municipales. Son muchos años de saber por dónde fallan las cosas, como para que ahora estemos muy atentxs a cubrirlas todas. No es cuestión de que ahora estudien y vean cómo conseguir trabajo. O “ahora tienen el documento y que se arreglen”.

Previo a esto, la Mesa de Coordinación Técnica por la Diversidad Sexual e Identidad de Género desarrolló un diagnóstico para sistematizar información sobre la cantidad, distribución territorial y principales aspectos socioeconómicos y culturales de las ciudadanas trans, diagnóstico cuyos resultados dan cuenta de una situación extrema. Vayamos a una experiencia en Catamarca, por ejemplo. Jorgelina Oliva tiene 44 años y vive en un barrio popular, Alem, en Catamarca.

Contame de tu primer acercamiento al proyecto.

–Las primeras gestiones fueron cuando me acerqué a la Gerencia; junto a otras 15 compañeras hice el curso de orientación en la formación profesional en la línea de gestión empresarial. Me inscribí en el monotributo social, por eso ahora tengo una obra social.

¿Qué otros beneficios tenés?

–Durante los meses que cursé me dieron una ayuda para viáticos de $450 y, una vez que terminé, presenté un proyecto para agrandar mi negocio, que es un quiosquito. Quiero convertirlo en un almacén. Para eso me dieron además otro beneficio, que es una ayuda económica de 15 mil pesos. La Gerencia de Empleo va a ir monitoreando cómo invierto esa plata y, si todo va bien, voy a poder recibir otro soporte de 8 mil pesos. Este es mi proyecto personal, pero las posibilidades son muchas.

¿Cuáles son esas otras posibilidades y cuál es el significado que les das?

–Hay compañeras que hicieron cursos de costura, fabricación de zapatos, reparación de PC, servicio de lunch. Todas con las mismas posibilidades de recibir el subsidio para armar su propio negocio. En cuanto al significado, yo siempre pensé en mi vejez. Porque es muy triste llegar a puto, viejo y pobre. El trabajo es importante porque yo no quiero vivir de la miseria de otro sino resolver mi situación yo misma y pensar en tener una vida digna. Este es un paso muy importante, porque las posibilidades son reales.

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En Catamarca, posan las alumnas del taller de microemprendimientos.
 
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