Viernes, 11 de enero de 2013 | Hoy
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VIH hoy: pacientes de segunda, pacientes de riesgo. De cómo ciertos sectores de la comunidad médica abusan de su no saber y de la potestad de decidir por dónde pasa la salud.
“Acá no te podemos atender porque sos paciente de riesgo”, así, nerviosa e impune, dijo la odontóloga cuando leyó en mi ficha que entre el horizontal de VIH y el vertical de SI había una X, y así me tachó a mí también.
Argumentando que esos consultorios, los de la obra social que pago, no eran aptos para intervenir a un “paciente de riesgo” por no contar con las medidas de seguridad necesarias, y que necesitaba una orden de mi infectólogo para poder atenderme, me negó una derivación para realizarme un tratamiento de conducto en esa sede. Todavía shockeado, le pido que me detalle más a fondo esto y dice que “quizá yo no sepa explicarme bien” o “capaz no estoy siendo clara”, como intentando aclarar que ella no podía darme medicación de profilaxis sin tener el consentimiento del infectólogo por la cuestión de que no sea contraproducente con mis retrovirales. “Pero yo en la ficha puse que no estoy tomando medicación”, y me vuelve a (tratar de) hacer entender lo inentendible: que por ser portador no me podían atender. Hubiese jurado que su cara estaba llena de miedo, pero no puedo decirlo porque nunca se sacó el barbijo, las gafas transparentes y el delantal aislante que traía de antes, aclarándome que “todo esto que me ves puesto es porque recién hice una radiografía”... recién, o sea, hace un rato, o sea, no ahora, o sea...
Mientras ella decía que a un paciente diabético tampoco se lo podría atender ahí, a mí lo combativo y activista se me iba por los ojos porque de tan humillado que me sentí comencé a lagrimear. No pude más que decirle que me hacía sentir radiactivo y que esto hacía que yo la próxima vez no diga a ningún otro profesional mi condición. ¿Cuál es la diferencia? ¿Y si yo no avisaba? ¿No tiene que tener los mismos cuidados? ¿No leyó que en ‘medicación que toma’ puse que no? ¿Consultorios no aptos? ¿Poco seguros? Y un par más de porqués pude balbucearle... las explicaciones de esta profesional recibida y en pleno ejercicio seguían sin ser claras. Levanté del piso mi ego, me soné los mocos de la vergüenza y me fui a Huésped a pedirle (no autorización) permiso a mi infectólogo su respuesta por escrito: realizar tratamiento odontológico con los cuidados habituales. Firma, fecha y sello.
No me atendieron por declararme portador. Al salir me quise hacer chiquito, un bollito y desaparecer, que el dedo acusador no me encuentre. En este momento estoy es amigo) las cartas correspondientes a presentar en la obra social y luego en el Inadi. Quiero saber qué tan inseguras son las instalaciones donde diariamente miles de personas se atienden, se les permite atenderse; por otro lado, necesito comprender si esta odontóloga actuó con ignorancia profesional, o con miedo o, en el peor de los casos, prejuicio. En cualquiera de éstos, ella sólo representa una parte del aparato médico que no sabe cómo tratar, cómo dirigirse, hacia los portadores. No es la primera vez que me pasa, ni la primera vez que escucho algo como esto, pero esta vez a los “y bueh... tendrás que acostumbrarte”, les respondo desde este lugar, no desde la bronca sino desde la construcción: si el sistema médico no está preparado, ética y profesionalmente, para atendernos, habrá que abrir el diálogo entonces.
Escribo esto el viernes 21 de diciembre y supuestamente es el fin del mundo; y acá estoy, aprendiendo legaluyos y escribiendo no las denuncias sino las exposiciones del caso. Tengo la seguridad de que ésta no va a ser ni la primera ni la última vez que me pase, pero más en claro tengo que a todas las que vengan les responderé de igual manera; porque sí, me discriminaron, me humillaron y dolió, pero también estoy más que seguro de que esto no es el fin del mundo. Educación para todxs.
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