Viernes, 1 de febrero de 2013 | Hoy
Ya sea con aliens, identidades desdobladas o con glorificaciones del cuerpo masculino, la pantalla chica ha retratado a las homosexualidades según los imaginarios sociales de la época en la que surgieron. Aquí, desde Alf hasta Glee, un listado no exhaustivo de las series que marcaron nuestras vidas.
Por Adrián Melo
Los seriales de televisión suelen ser un buen receptáculo y un buen barómetro de los sueños, prejuicios, miedos, amores, odios y paranoias de la sociedad norteamericana. También suelen crear o recrear mitos y ficciones que justifican determinados hechos históricos o prácticas políticas.
Así, se suele señalar que ciertos seriales de TV de fines de la década del sesenta –como Superagente 86 (1965), Misión imposible (1966), Los invasores (1968)– no hubieran podido surgir en otro contexto histórico que el de la Guerra Fría y el miedo al comunismo y al enemigo externo.
Las homosexualidades masculinas y femeninas han sido durante gran parte del siglo XX una de las grandes obsesiones y terrores, uno de los peligros que amenazaban contaminar al american way of life y a la sociedad norteamericana en general, y por ello no parece casual que las diversidades sexuales distintas de la heteronormativa hayan aparecido en gran parte de estos seriales –de manera explícita, elíptica u oculta– como lo demoníaco, lo malvado o corrupto, lo ligado a la delincuencia, lo extraterrestre, lo fantasmal, lo vampírico, lo que no debe ser o lo que es plausible de burla.
A la hora de pensar series que marcaron la vida de gays y lesbianas no podemos dejar de tener en cuenta determinados aspectos generalmente despreciados por la tradición intelectual y que tienen que ver con los sentidos que ciertas historias, personajes o estéticas tienen para ciertos públicos. Es decir, para algunos gays y lesbianas no es necesario que aparezca un personaje o una situación explícitamente gay para apropiarse de algunas ficciones y reivindicarlas como propias. Algunas series connotan un significado que no es el mismo que para otros públicos y que guarda relación con sus biografías, sus experiencias y sus universos culturales.
Placeres sensuales, respuesta erótica, ironía, lecturas informadas por revistas de chismes o por rumores, la manera en que uno se percibe a sí mismo y es percibido por la sociedad confluyen en las elecciones y gustos personales y en procesos de identificación que se pueden realizar con respecto a la pantalla chica. Hasta la década del ochenta, en que comenzaron a asomarse tímidamente en la TV los primeros personajes gays y lesbianas recurrentes y con características positivas (personajes que recién se popularizarían hacia mediados de los noventa, hasta el punto de que actualmente toda serie políticamente correcta debe tener al menos un representante de las llamadas diversidades sexuales), hay algunos tópicos que resultan exitosos como fórmulas y ocupan el podio en el cielo de las series de los gays y las lesbianas:
Las series con extraterrestres: si frecuentemente el cine de Hollywood –hasta Spielberg por lo menos– utilizó la figura del alienígena como metáfora del ser apátrida, comunista y/o afeminado que invade y quiere destruir el mundo occidental y cristiano y todas sus implicancias; la televisión le dio otros tratamientos. En Mork y Mindy (1978-1982), Voyagers! (1982-1983), Starman (1984) o Alf (1986-1990) (que insiste en comerse al gato) los extraterrestres son seres marginales, solitarios y extraños que buscan afecto o hacer reír, tienen la necesidad imperiosa de un amigo (a veces también solitario y marginal como un adolescente) o terminan conformando una familia alternativa a la propuesta familiar nuclear heterosexual. Quizás esas necesidades van de la mano con ciertas experiencias o maneras de vivir la homosexualidad hasta la década del ochenta. Por otra parte, tanto en Voyagers! (Jon Eric Hexum) como Starman (Robert Hays) los extraterrestres son verdaderas odas a la hermosura masculina.
Las series con personajes con doble identidad: entran en esta categoría, entre otras, verdaderas joyas del universo gay y lesbiano como La mujer maravilla (1975-1979), interpretado por la adorable Linda Carter y con una estética que mezcla deliciosamente lo kitch y lo camp que se anuda con la sensibilidad gay, y también esa versión de Dr. Jekyll and Mr. Hyde que es El increíble Hulk (1978-1982). La metamorfosis del flacucho Bill Bixby en esa mole de músculos verdes que es Lou Ferrigno corre paralela a la transformación de los cuerpos de muchos gays de la época, que pasaron de hippies setentosos a musculocas. Por otra parte, el enclenque Dr. David Banner se transformaba en un monstruo justiciero frecuentemente cuando se lo injuriaba, situación vivida o soñada por muchos gays de la época.
Las series obsesas con la belleza de los cuerpos masculinos y/o femeninos tales como El hombre nuclear (1973-1978), El hombre de la Atlántida (1977, Patrick Duffy en la plenitud y vestido con breve short amarillo), Chips (1977-1983), Buck Rogers (1979-1981), Magnum (1980-1988), Modelo masculino (1984, nuevamente Jon Eric Hexum), La mujer biónica (1976-1978, bellísima y dulce Lindsay Wagner) o las despampanantes Angeles de Charlie alimentaron las primeras ensoñaciones eróticas de generaciones.
Las series que mostraban a las mujeres en universos masculinos: invirtiendo de esta manera roles y estereotipos ligados al género. Interpretadas por sensuales mujeres, pertenecen a esta categoría Mujer policía (1974-1978, sensual Angie Dickinson), Cagney y Lacey, los nombrados Angeles... y en el cenit, la Emma Peel de la serie Los vengadores (1961-1969).
Las series de persecuciones: podemos citar al obsesivo Sheriff Lobo tras esa pareja masculina conformada por el atractivo camionero Bj o su mono Bear (1978-1981). O al corrupto comisionado del condado de Hazzard, ricachón, soltero y siempre vestido de blanco, Boss Hogg, tras esas bellezas rubia y morena llamadas Bo y Luke Duke nominados Los duques de Hazzard (1979-1985). O incluso a esa otra pareja masculina siempre perseguida conformada por Michael Knigh y su auto fantástico (1982-1986).
Las series que transcurren en escenarios glamorosos y proclives a los romances fugaces y apasionados tales como El crucero del amor (1977-1986, cuyo tema principal es un verdadero hito de la música y la estética disco), Hotel (1983-1988) o La isla de la fantasía (1978-1984).
En 1981, Dinastía se convierte en la primera serie de televisión que retrata a un personaje principal para la trama gay y con características positivas. De hecho Steven es una especie de chivo expiatorio de la familia Carrington. El gran problema es que sus amores terminaron invariablemente de manera trágica, alimentando otro tópico del imaginario social respecto de las relaciones homosexuales: siempre terminan mal. Pasarán largos años hasta que el personaje gay y lesbiano se vuelva cotidiano. En este sentido, series como Dawson Creek (1998-2003) o Melrose Place (1992-1998). En esta última no sólo por el personaje gay sino porque todos los personajes parecen salidos de una obra de teatro de Copi, representaron avances en la materia.
Dos series de principios del siglo XXI que marcaron los aires de los nuevos tiempos fueron Queer As Folk y The Lesbian World, las primeras en las cuales todos los personajes principales y todas las tramas y las subtramas son gays o lesbianas.
Estas series constituyen puntos de bisagra. Se puede decir que, a partir de entonces, lo gay y lo lésbico e incluso lo queer comienzan a inundar la mayoría de las series de la pequeña pantalla. Desde los universos heavies y masculinos de las cárceles (Prison Break y la poderosa Oz, que merecería un tratamiento aparte), hasta las series históricas como Spartacus (2010), verdadero desfile de belleza de cuerpos desnudos sobre todo masculinos pero también femeninos, y salpicado de amores gays y lesbianos y amistades intensas entre hombres.
O aquellas series centradas en familias tales como The Tudors (2007-2010) o The Borgias (2011). Estas últimas sin estar dirigidas especialmente al público lgtbi, presentan imágenes subversivas y sinceras respecto de la sexualidad. No solamente son moneda corriente los amores homosexuales sino también los ménage à trois, las relaciones sadomasoquistas y las masturbaciones (vemos la imagen de Enrique VIII consumiéndose de deseo y ebrio de onanismo por Ana Bolena). En algún punto, ¿qué puede resultar más alternativo a un modelo familiar que el presentado en la serie The Borgias? En esta ficción, un Papa, Rodrigo Borgia, tiene familia, esposa e hijos y luego se apasiona y mantiene relaciones sexuales con otra bella mujer. A su vez, sus hijos, Rodrigo y Lucrecia, son dos hermanos profundamente enamorados, siempre al borde del incesto.
Los últimos años han visto resurgir la figura siempre subversiva (salvo en la conservadora saga de Crepúsculo) del vampiro. Ellos vuelven poderosa y eróticamente en True Blood (2008), The Vampre diaries (2010), entre otras, recuperando la metáfora del ser marginado de la sociedad (ahora semimarginado), pero siempre maldito. El regreso a un poco de oscuridad es siempre celebrado.
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