Al cierre de la edición impresa de SOY, todavía no “habebamus papam”. Adelantamos entonces en esta edición online algunas notas que formarán parte del número especial de la semana que viene.
› Por Ernesto Meccia
Premio para un perdedor
Aquí Jorge Bergoglio era, en gran medida, un derrotado, tanto como la Iglesia Católica, esa temible máquina de producirle miedos a la sociedad. La Ley del Matrimonio Igualitario y la Ley de Identidad de Género supusieron humillaciones irreversibles a sus visiones moralistas y ecosistémicas de la organización social.
Ayer tuve un día interminable de trabajo en la Universidad de Buenos Aires. Hice una pausa para almorzar cerca de las 16 hs. en Avenida Santa Fe casi Callao. En un momento, como desordenados y sin motivo aparente, se comenzaron a escuchar bocinazos. Pensé –aunque extrañado- que se trataba de un partido de fútbol. Momentos después, en el taxi, rumbo a una reunión en otra sede de la Universidad supe la verdad. Sonó el celular del chofer. Previo al fin de la conversación escuché: “Sí, sí, lo escuché. ¿Estás contenta?”. Luego vino la pregunta hacia mí: “¿se enteró?”, intentando hacerme partícipe de la alegría de quien, supongo, era su esposa. Y después fueron todas confirmaciones: cada vez que podía miraba desde el taxi el plasma en los bares, (desde la calle Uruguay llegué a verlo vestido de blanco, con la tolerita), mi colega, la militante feminista María Alicia Gutiérrez que, ni bien terminó la reunión vino a darme el pésame (que le retribuí), mis compañeros de cátedra. De vuelta en casa casi me desmayo. Prendí la televisión y sentí que estaba simultáneamente en dos países, el de 1982 y el de la década K: gente en la catedral metropolitana con banderas amarillas y argentinas, un periodista a quien, leyendo twitts, lo traicionó su inconsciente antikirchnerista (De Narvaez, “desde la oposición”, manifestó su satisfacción con el elegido), periodistas que aclaraban que “no solamente quienes somos hombres de fe” deberíamos estar contentos por “nuestro Papa” (notemos el llamado de comunitarización ampliado que supone el “no solamente” que, de paso, traza el afuera de la comunidad imaginada) y, lo más tremendo, todos los programas rebalsando de políticos elegidos por el voto popular hablando sobre la legitimidad de alguien elegido por 115 personas y colocándolo –inmaculado- afuera de la política.
Siento que es regresivo que exista un primer Papa argentino. Lo lamento. Para el clima social y político de nuestros días es algo así como un salvavidas de plomo y, a la inversa, para quienes detestan este clima y que estaban sumergidos en las sucesivas derrotas que la democracia supo conseguir, el día de ayer operó como un flotador milagroso del que se agarraron e intentarán agarrarse como el molusco a la piedra.
Aquí Jorge Bergoglio era, en gran medida, un derrotado, tanto como la Iglesia Católica, esa temible máquina de producirle miedos a la sociedad. La Ley del Matrimonio Igualitario y la Ley de Identidad de Género supusieron humillaciones irreversibles a sus visiones moralistas y ecosistémicas de la organización social. Sus sofismas en forma de hipérboles incendiarias encuentran ecos cada vez más menores. Valga como ejemplo la patética carta sobre el matrimonio igualitario: “No seamos ingenuos: no se trata de una simple lucha política; es la pretensión destructiva al plan de Dios. No se trata de un mero proyecto legislativo (éste es sólo el instrumento) sino de una "movida" del padre de la mentira que pretende confundir y engañar a los hijos de Dios. (y clamaba para que aparezca alguien que)… nos defienda del encantamiento de tantos sofismas con que se busca justificar este proyecto de ley, y que confunden y engañan incluso a personas de buena voluntad”.
Pero su magisterio ético-político ya venía siendo relativizado por los gobiernos kirchneristas. Siempre sentí vergüenza ajena cuando –cual condenados- los presidentes y demás miembros del poder político de nuestro país marchaban todos los 25 de mayo al Tedeum en la Catedral Metropolitana, donde el cardenal de turno los retaba, con un lenguaje más o menos cifrado, que ponían a comparar los logros la política democrática con los dogmas de la Iglesia. Un absurdo de enormes proporciones. Primero Néstor y luego Cristina Kirchner comenzaron a no dar quórum a este ridículo, saliendo de gira con la celebración por el interior del país. En una oportunidad, luego de que Bergoglio lo retara porque estaba construyendo poder, Kirchner le respondió: "Nuestro Dios es de todos, pero cuidado que el diablo también llega a todos, a los que usamos pantalones y a los que usan sotanas.” La situación, en el plano simbólico (ese que adora la Iglesia) llegó a su punto culminante con el 25 de mayo del Bicentenario que se celebró en Luján y que CFK justificó en términos divinos: cuentan que estaba con su madre y su hermana hablando sobre el tema y le informa a Kirchner, quien dijo no estar seguro de que Luján fuera el mejor lugar. Parece que luego de manifestar la duda, y repetir la palabra “patrona” se sentó en el respaldo de un sillón que estaba en perfecto estado y el sillón se le dio vuelta, casi se cae. La hermana de CFK dijo: “¡Es la Virgen!” y la decisión se tomó sin más dilación. Imagino la expresión facial del entonces cardenal al leer la noticia. Mientras tanto, en muchos medios de comunicación se afirmaba que el poder civil, por mudarse del corazón de la Iglesia Católica Argentina, “politizaba” (¡!) el 25 de mayo.
En fin, pienso que sus pares le han reconocido a Bergoglio su coherencia aún en medio de la derrota. Cómo podría su gestión impactar aquí es una cuestión que depende de nosotros y de nuestra imaginación organizativa.
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