Todo el mundo sabe que nuestra causa siempre estuvo ligada al resto de las luchas. Por eso es que, luego de recibir varios mensajes sobre el desalojo en la sala Alberdi (donde fueron heridas con balas de plomo tres personas), decidimos juntos ser parte de una convocatoria el miércoles pasado en repudio de la violenta represión. Pasada la tarde terminamos protestando frente a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de Bs. As. En el medio, la sorpresa de Bergoglio, que atrapó desprevenixs a todxs. Sí, sí. Así como lo oye, o mejor dicho, como lo lee: el mismo que llamó a una Guerra Santa contra el matrimonio igualitario. El mismo que supo establecer una estrecha relación con los genocidas de la sangrienta dictadura militar. El mismo que tuvo una llamativa cercanía con Jorge Rafael Videla, coherente con la actitud de la institución de la que es parte y que históricamente ha apoyado desde el nazismo hasta las dictaduras latinoamericanas. Y, para ir más lejos, llevó a miles de mujeres a la hoguera acusadas de brujería o de pecados carnales. Ni hablar de la Inquisición ni de la las “bendiciones” para quemar a nuestros hermanos originarios durante la invasión española. Son los mismos que, mientras militan su odio religioso desde la doctrina de la moral y las buenas costumbres contra la diversidad sexual, esconden en su seno a violadores de menores.

Por eso es que después de la protesta contra un represor local —Mauricio—, nos acercamos a la fiesta en la Catedral para improvisar una acción con algunxs compas que conozco del Mocha Celis y otrxs desconocidxs. Nos besamos en modo de protesta, en medio de los gritos de “Qué asco” de un puñado de señoras elegantemente vestidas. Así, Francisco, desobedientes, travas y amigxs te declaramos la Guerra ¡y no precisamente SANTA!