Viernes, 22 de marzo de 2013 | Hoy
Por Lohana Berkins
El hecho de que papa sea argentino debe ser subrayado para mí por el nacionalismo exacerbado que ha desatado. Y ni un comentario sobre el punto en el que basamos nuestras críticas: la tradición represora de la Iglesia Católica y, sobre todo, de la Iglesia argentina, que fue uno de los principales opositores a los derechos de las mujeres y de la comunidad lgbtq. Esta misma Iglesia se opuso a la patria potestad compartida, al divorcio, al matrimonio igualitario, a la ley de género y ni hablar del aborto. Es la Iglesia que siempre se ha sentado a la mesa de los poderosos, de las multinacionales, ha sido conspirativa y castradora. Merece un capítulo aparte la actitud que ha tenido la Iglesia en la última dictadura por omisión o por acción. Es importante aclarar que quienes cuestionamos fuertemente a la jerarquía eclesiástica no estamos condenando de ninguna manera la fe, la práctica religiosa. En caso de que Dios existiera, al bajar a la Tierra a la primera que mandaría al infierno es a la jerarquía eclesiástica.
En el ámbito netamente político me parece muy llamativo que justo se haya elegido un papa argentino, el país donde más se ha avanzado en cuestiones de derechos humanos. Es justamente la región en la que se oyen las voces de Pepe Mujica, Chávez, Cristina, Correa, quienes están empezando a hacer tambalear los fundamentos de esta sociedad. En medio de esa revolución por la inclusión, justo, se elige a este papa. Para quienes conocemos la gran práctica conspirativa de la Iglesia es, por lo menos, sospechoso. Frente a todo esto, nosotrxs, junto a los movimientos feministas y las organizaciones de DD.HH., no tendríamos que guardar nuestras banderas sino meter el dedo en la llaga para señalar constantemente estas cuestiones.
No creo que aumente el número de católicos, la fe se tiene o no se tiene. Habrá un fervor inicial pero no creo que nada de eso cambie. Lxs argentinxs saben bien que seguimos hablando de la misma Iglesia que ha hecho silencio con Grassi, con los cientos de casos de pedofilia, los abusos. Ya no es la Iglesia sagrada impoluta, que va a hacer que nos persigamos con el perdón y la culpa. Lo que sí me preocupa es el peso simbólico en la política. Hay una frase que me gusta que dice que más que a los verdaderos fundamentalismos hay que temerle al fundamentalismo parlamentario. Tendremos que estar atentos a los grandes insistidores que van a querer ir todavía más adelante que el Papa. Gente como Olmedo, la Hotton, Chiche Duhalde, que estarán preparando la sotana para salir. Seguramente nos espera un reflote de la derecha vernácula que querrá aprovechar este valor de “peso moral” que ahora se impone sobre Latinoamérica. Como si nos estuvieran diciendo: “No se hagan los locos que acá tienen un papa”. Y en este sentido lo de Macri (suspender las clases por la asunción) es un primer gesto de poder. Si esto hace hoy, me lo imagino de acá a un año agregándole un mástil horizontal gigante al Obelisco para convertirlo en la gran cruz en honor a Francisco.
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