› Por Daniel Jones
Uno. Que el primer papa no europeo en 1300 años y el primero latinoamericano sea el argentino Jorge Bergoglio no es una buena noticia para quienes defendemos los derechos humanos y promovemos los derechos sexuales y reproductivos por estas pampas. Pero es lo que hay, y quizá sea una oportunidad política.
Dos. La Iglesia Católica a nivel mundial y local tiene referentes que han sido colaboracionistas de regímenes dictatoriales y genocidios de modo mucho más abierto que Bergoglio. Sin embargo, sobre él pesan dos cargos que le restan autoridad ética como cabeza de una institución global ya bastante desprestigiada. El primero es como superior provincial de los jesuitas entre 1973 y 1979, por el que ha sido señalado como responsable del secuestro y detención en la ESMA de dos sacerdotes a su cargo (Francisco Jalics y Orlando Yorio), al acusarlos de terroristas y quitarles la autorización para el sacerdocio, dejándolos desprotegidos. El segundo no requiere de una investigación judicial: la total ausencia de un pedido de perdón, en tanto máxima autoridad de la Iglesia Católica Argentina entre 2005 y 2011, por el apoyo y la complicidad hacia la dictadura de 1976-1983. Ni siquiera Christian von Wernich, condenado a reclusión perpetua por tortura y homicidios calificados, fue apartado de la Iglesia Católica.
Tres. En cuanto a los derechos sexuales y reproductivos, hay obispos ideológicamente más conservadores que Bergoglio, quien representa una línea conservadora moderada (por ejemplo, frente al obispo de La Plata, Héctor Aguer), pero nada indica que vayan a variar las posiciones del Vaticano sobre reconocimiento de parejas del mismo sexo, educación sexual o aborto. ¿Qué puede suceder en Argentina? Es altamente improbable que se retroceda en el matrimonio igualitario (al menos bajo este gobierno), y la batalla sobre la educación sexual integral se seguirá dando en cada escuela para su cabal implementación, mas no sería extraño que quienes la obstaculizan se sientan empoderados bajo la buena nueva de un papa conservador como sus antecesores pero argentino.
Cuatro. ¿Y una ley de aborto? Parto de creer (y puedo equivocarme) que la ausencia de una ley de aborto seguro y gratuito en Argentina no es principalmente por el poder político de la Iglesia Católica, sino más bien una combinación entre la cobardía e insensibilidad de buena parte de la dirigencia política, con algunos errores estratégicos de quienes motorizamos esta demanda. Dicho esto, también es cierto que ahora en Argentina la jerarquía católica y sus aliados en estas causas posiblemente van a tener mayor volumen político.
Cinco. ¿Qué hacer frente a este escenario?, ¿vale la pena renovar las estrategias desde el activismo, el periodismo y la academia para promover los derechos sexuales y reproductivos en Argentina (y estoy pensando sobre todo en una la ley de aborto seguro y gratuito)? La apuesta es articular las estrategias de acentuar el pluralismo religioso de nuestra sociedad y de exigir la laicidad del Estado. No hay que renunciar a demostrar, una y otra vez, que la jerarquía católica no es la Iglesia Católica (en tanto comunidad de fieles católicos), ni la Iglesia Católica es “la” (única) iglesia (iglesias protestantes, con más de 150 años en el país, fueron aliadas del movimiento de la diversidad sexual en la demanda de matrimonio igualitario en 2010 y pueden serlo al debatirse el aborto). Simultáneamente, hay que exigir que el Estado vaya separándose cada vez más de la Iglesia Católica (por ejemplo, mediante la quita de privilegios legales y económicos que ésta detenta frente a otras instituciones religiosas), planteándolo en cada espacio de militancia (inclusive, y muy principalmente, partidaria). Reconocimiento del pluralismo y exaltación de la disidencia dentro del catolicismo, expresión del pluralismo del campo religioso en Argentina y exigencia de laicidad estatal son estrategias para reclamar y obtener el derecho al aborto legal, seguro y gratuito. Y frente a eso, no habrá argentino en el Vaticano (por más Papa que sea) que pueda impedirlo.
Investigador del Conicet, Instituto Gino Germani, Universidad de Buenos Aires
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