Vie 09.08.2013
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Otro programa

Brindis, medalla y besos en el curso de operadorxs de PC para personas trans en La Matanza.

› Por Diana Sacayán

En Gregorio de Laferrère, ciudad de 210 mil habitantes, a ocho cuadras del centro, en la segunda placita, llamada La Familia, funciona el centro de formación profesional 408 del Sindicato de trabajadorxs Municipales de La Matanza. Allí se desarrolló durante tres meses el curso de operadorxs de PC para personas trans. De las asistentes, la mayoría vive de la prostitución y, a pesar de las condiciones en las que se desarrollan sus vidas, se apropiaron de este proyecto al que dieron en llamar Cristina Fernández de Kirchner, que se desarrolla en tres lugares: Tartagal, con la organización Adistar, Mocha Celis en Capital y MAL en La Matanza. Casi 110 son las compañeras a capacitar. En este caso fueron 17 las que se inscribieron y sólo dos las que abandonaron.

Al finalizar el curso en la sede de Laferrere, las chicas decidieron armar una pequeña fiesta de despedida. Algunas hicieron torrejitas de espinaca, otras compraron unos sanguchitos de miga, hubo quien preparó un bizcochuelo, también quien se animó a cocinar unas empanadas, pero cada una con esmero aportó para que este encuentro sea un festejo verdadero. En pleno brindis, en relación con los cursos que se vienen, Mónica le lanzó a Abril: “Me parece que vos estás genial para ayudante de albañil”, y con el chiste y una sola gran carcajada travesti, se rompió el hielo junto a los directivos de la institución y representantes del sindicato, también presentes.

“Lo que viene es mirar al futuro y eso provoca miedo. Además de aprender, éste fue un espacio donde una se pudo desenchufar de los problemas y compartir cosas en común, un refugio”, dice Erica, una de las compañeras que aprobaron con 9 y que se trasladó, durante los tres meses que duró el curso, dos veces a la semana, desde Castillo hasta Laferrère.

Esa tarde circularon las gaseosas, el café y los sanguchitos, entre chistes bien avezados de las travestis del conurbano, y cuenta Mónica: “Yo, sinceramente, le tenía terror a la compu, pensaba que si tocaba un botón mal, iba a reventar... ¡En serio, maricas! Y ahora tengo feibu”. Johana Sacayán agrega sobre su experiencia: “La mayoría de las que participamos no tenía mucha relación con la compu. No la quería tocar mucho. Después, a lo largo del curso, se fueron animando y ahora empezaron a ir a los cybers. En el primer mes nos dieron un pendrive en el curso y lo empezamos a llenar de música, videos y a intercambiar. Este curso es sólo el primero, luego va a venir otro de orientación vocacional y de ahí van a ir saliendo proyectos personales para cada una. Muchas de nosotras ahora podemos acceder a una hoja de cálculo para armar carteles. Una de las chicas está estudiando, aparte, peluquería y gracias al curso de PC está diseñando con la compu la carta de colores”. Y continúa Johana: “Aprendimos lo básico. Antes sólo sabía usar el Facebook y el Messenger. Ahora puedo usar Word, Excel y, además, nos enseñaron cómo armar un CV, que es lo más importante para el día de mañana encontrar un trabajo que esté bueno”.

Muchas de estas compañeras viven en casillas, en condiciones de extrema pobreza y alejadas también del lugar donde debían tomar el curso dos veces por semana; sin embargo, se han apropiado de este proyecto y le dieron sentido, contenido. Por eso no hay más que otra cosa que decirles gracias por abandonar sus situaciones personales y ponerle energía a este proyecto. Luego, vinieron las poses para las fotos y los sueños para el futuro.

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