LUX VA A LA FIESTA DE LA PACHAMAMA EN JUJUY
Nuestrx cronista honró la tierra como los pueblos originarios, honró la vida como mandaba Eladia y como un pachá se hizo cantar serenatas por media docena de tekis.
Emocionadx porque al fin Soy se digna a reconocer mis dotes profesionales de periodista serix, me preparo para cubrir la fiesta de la Pachamama en Jujuy. ¡Va a asistir la Presidenta! Y voy a estar todo el tiempo... ¡junto a Los Tekis!, que son los anfitriones del evento. Cargo mis maletas y mis bolsos con todo el traperío, los colores de la diversidad y los brillos autóctonos para la ocasión, me emperifollo de joyas nativas y empiezan los problemas: en Aeroparque me cobran recargo por exceso de equipaje y cuando llego a Jujuy me entero de que Cristina festejó el día anterior y que ya regresó a Buenos Aires, haciéndome perder la nota del año.
No pierdo bríos porque aún me quedan Los Tekis y la Pachamama. Amo a Los Tekis desde que eran Tekis —para lxs brutxs, “tekis” quiere decir “chicos” en quechua—, ¡son tan lindos los seis! (Seba, Juanjo, Pipo, Walter, Mauro y Pucho). Y al compás de sus músicas, disfruté y lloré de todos mis chonguitos (“Cómo has hecho para amarte así / Cómo has hecho que te quiera así / Cómo has hecho, me mataste, amor”) desde que se juntaron a principios de los años ’90 hasta que en Rock and Tekis combinaron el rock con los sonidos del Altiplano. Los Tekis me reciben con calidez y me explican con dulce voz la ceremonia de la Pachamama: “Es la celebración que agradece a la Madre Tierra los beneficios que otorga a los seres vivos, es devolverle a la Tierra algo de lo que ella nos da. Todo lo recibimos de la Tierra y de nuestro trabajo. Ella nos lo da todo. Alimento, la madera para las cunas y para protegernos del frío, nos da la alegría. Honrar a la Tierra es también un llamado de conciencia a la ecología, de cuidar aquello que pisamos todos los días”.
Cada vez más enamoradx, me dirijo a Posta de Hornillos sin poder quitarles los ojos de encima a los muchachos. El contexto no puede ser más conmovedor. Se cumplen diez años desde que Néstor Kirchner se convirtió en el primer presidente que participó de la festividad. En el lugar me siento embebidx de fervor patriótico, siento el calor histórico de los soldados que al mando del general Manuel Belgrano descansaron en este lugar en 1813 y el calor me sube aún más, cuando veo al guapo de Amado Boudou que quedó en reemplazo de la Presidenta para presidir los actos y luego cuando veo a Fabián Nolasco, el niño al que Kirchner le regaló un violín en 2004 y que se metamorfoseó en un efebo veinteañero que ejecuta los acordes del Himno Nacional Argentino. Nerviosx, al calor de los fuegos y el humo de los sahumerios, posesx cual víctima de una hechicería, comienzo a golpearme los pechos con los puños, caigo de rodillas y, sin darme cuenta, me encuentro frente a la mismísima Madre Tierra junto a Fabián, que me toma las manos cual si yo hubiera entrado en un trance de éxtasis religioso. Entonces, arrodilladxs y tan bien acompañadx, guiadx por una representante de los pueblos originarios, ofrendo a la Tierra maíz, papas, cordero, llama, pan, frutas, verduras, hojas de coca, chicha, alcohol y otras bebidas. Es momento de agradecer, pero también de pedir, y aprovecho para pedir cosas sanctas y non tan sanctas que no sé si la generosa Pacha aprobará.
Lo voy a comprobar al día siguiente en la serie de recitales de Serenata a la Pachamama que presiden y cierran Los Tekis. Comienzo saltando con la “Marcha de la bronca” y bailo “Arde la ciudad” y me arrullo al compás de “Siguiendo la Luna” y me acurruco románticx con “Tú sin mí”, contemplando los alrededores con ojos soñadores y buscones. Y mientras corre cada vez con más fluidez la cerveza y el vino y empiezo a ver borroso, y suena “Soltame Carnaval”, lo veo aparecer, caminando hacia mí, tan parecido a ellos, tiene un poco de cada uno o un poco de todos —los ojos de Mauro, los cabellos de Seba, el cuerpo de Juanjo, la masculinidad de Pipo, el pecho de Walter, la sensualidad de Pucho—, o será que estoy borrachx o que me hizo efecto la chicha o que estoy bendecidx por los sahumerios y los efluvios del ambiente de la víspera, o quizás acabé hechizadx cual Isabel Sarli en Embrujada. En todo caso, a la mañana siguiente, sé que tengo algo más que agradecerle a la Pachamama y que tengo que volver el año próximo para alimentarla.
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