Por Mercury se llama Freddie, nombre que define su estilo elegante, sensible, erótico, y, sobre todo, muy gay. Es que esta nueva revista que salió a la calle en el mes de junio, no deja margen de duda sobre cuál es el público al que va dirigida. Artículos absolutamente elocuentes, gran producción, un staff de periodistas mayormente de sexo masculino y, por supuesto, fotografías súper sexies de muchachos que, como el artista Luciano Rosso, deja a lxs lectorxs con la boca abierta. Teatro, política, literatura, en fin, un magazine bastante completito que incluyó en su primer número una nota de tapa súper entretenida sobre el porno gay donde testimoniaron pornorrealizadores argentos y revelaron curiosidades que hacen reír. “Con el tema de la erección se ayudan entre ellos. Si a uno no se le para van dos y lo ayudan. Es más solidaria la cuestión”, dice el comparativo Víctor Maytland (“una leyenda dentro de la pornografía hétero local”). En el mismo número convive una agenda teatral, una nota sobre la dieta macrobiótica, una serie de “pastillas” que salpican de la realidad gay local e internacional, una columna llamada Sin censura, en la que Mariano Blatt se solaza con las pijas que mira en la pantalla de su PC. Es claro, la revista busca responder a todo o casi todo lo que supuestamente a la franja G le puede interesar, pero hete aquí también el problema: al querer cubrir intereses diversos, Freddie corre, por momentos, el riesgo de diluir su personalidad. Digamos que, de todos modos, el proyecto es todavía muy joven y la está buscando (de hecho, desde la edición de junio a la actual se puede advertir una cohesión mayor en los contenidos y un “color” periodístico, en general, cada vez más atractivo).

La revista tiene, sin dudas, sus búsquedas más que interesantes. La nota del mes de octubre plantea la existencia del arte gay como un género en sí mismo y responde, apoyándose en la perspectiva de Susan Sontag o en la obra de Andy Warhol, a la pregunta del millón sobre si es así o se trata de una estrategia política o de mercado. Para eso también consulta a periodistas y profesores como Walter Romero o Diego Trerotola. Bien conectada con el imaginario glttbi, y en especial con el imaginario homo, Freddie trata de reunir en sus páginas todos los temas, todos. En el número de septiembre, por ejemplo, se centró en el asunto que durante agosto nos tuvo tan preocupadxs: las políticas discriminatorias del país de Gorbachov y Dostoievski, y puso su mirada también en el activismo local al entrevistar al militante y colaborador de Soy Gustavo Pecoraro. Pero digamos que aunque se preocupe por la realidad glttbi y trate de abarcar un panorama más amplio que el de los intereses G, hay detalles que revelan una falta de profundidad en el modo de transmitir la información. La elección de un masculino universal es, por ejemplo, de una rara ingenuidad. “A lo largo de la historia –comienza diciendo la nota sobre arte gay– el arte ha sido siempre un medio de expresión del hombre.” ¡Del hombre no, muchachos, de la humanidad! A esta altura de la soirée, una expresión así resulta, además, un anacronismo. Por otra parte, hay una mirada inocente que estaría bien que desertara del periodismo glttb y es la que se evidencia en el artículo de octubre “La era friendly”, donde se intentan pasar por “amigables” las políticas comerciales de las empresas que lo único que buscan es captar al público de la comunidad para vender más. De todos modos, éstas son observaciones críticas y aisladas que no opacan el empeño de este flamante medio por reflejar los intereses específicos de una comunidad a la que aún hoy pocos medios se dedican genuinamente. Freddie, además, es gratis y hay una amplia lista de bares, hoteles, spas y hasta peluquerías donde se la puede conseguir. Para desplegar esta lista entrar a www.revistafreddie.com.ar.