Viernes, 16 de mayo de 2014 | Hoy
Para usted que no quiere que lo consideren homofóbico y para usted que le gustaría dejar de serlo, una selección de frases hechas para deshacer y dejar de decir.
No se concentre en homofóbico, concéntrese en pero, conector adversativo cuya función es invalidar o poner en duda lo que se dijo inmediatamente antes. Traduciendo: lo que va a decir después del pero es lo que vale, no jodamos. Cada vez que presiente que dirá algo que podría sonar homofóbico, no se equivoca, es homofóbico. Consejo: cuando le pase, deténgase abruptamente luego del pero, admita que estaba a punto de hacer algo que usted no desea hacer (¿acaso no dijo yo no soy homofóbico?), cállese y sea mejor persona. El pero es la llave de una tranquera que se abre: aun tolerados, siempre se ve algo medio defectuoso en esos otros que son los putos, las lesbianas, lxs transexuales y allí está la homofobia, entrenado soldados en las fronteras sexuales (hetero / homo) y de los géneros (masculino / femenino). El odio a los homosexuales (y un cierto desprecio a las mujeres y a lo “femenino”) continúa representando los pilares de la construcción de la masculinidad. De hecho, se enseña todavía a ser hombre en contraste con la feminidad; el hombre es lo opuesto a la mujer y lo contrario al homosexual y el rasgo más representativo de la masculinidad continúa siendo la heterosexualidad. Además, reforzar la homofobia es un mecanismo esencial del carácter masculino, ya que permite rechazar el miedo secreto del deseo homosexual. ¿Necesita un ejemplo? Mírese en este espejo: en Brasil, el futbolista del Corinthians Emerson Sheik publicó una foto besando en la boca a un amigo y provocó una manifestación con carteles que decían “Maricones no”. “Acá es lugar de hombres.” “No somos homófobos –declaró uno de los hinchas–, pero si quiere hacer esas cosas, que se vaya del club.”
Si ha hecho un comentario que no habría dicho de haber sabido que había una persona gay, lesbiana o trans en la sala, entonces es algo que no debería haber dicho. ¿Qué le ha hecho pensar que el pedido de disculpas al supuesto único damnificado mejora su situación? Se lo digo: está más preocupado por parecer que por ser homofóbico, entiende que está todo bien decir bestialidades siempre y cuando no haya nadie del otro bando escuchando. La homofobia, desde este punto de vista, se reduce a una cuestión de reputación. ¡Algo es algo! Usted al menos se da cuenta de que no está tan copado demostrarse así. Entonces, vale el mismo consejo que en el punto anterior: cuando está por decir eso, cállese y sea mejor persona. Para conservar esa reputación que le importa debe usted disimular su homofobia, como hacen todos con aquellos defectos que consideramos que atentan contra nuestra imagen. Además, no jodamos, en la sala donde usted va a decir sus barbaridades, siempre hay alguien que no es ciento por ciento heterosexual.
¿Ha pensado qué dirían esos amigos gays si se enteraran de que los usa para defenderse cuando lo acusan de homófobo/a? Para empezar, sinceramente no creo que esos que usted llama amigos siempre lo sean. En cada persona lgbtti veo yo un amigo pantalla que se vuelve íntimo en el fragor de una autodefensa. Por otra parte: ¿alguna vez ha empezado una amistad con una persona gay confesándole que usted tiene otros amigos gays? ¿O se trata de una tarjeta de presentación sólo para normales? Malas noticias: tener amigos gays o lesbianas o trans no hacen a nadie mejor persona. Abandone a esos amigos si los tenía sólo como carnet de presentación. Es posible no sentir ni odio ni rechazo frente a los homosexuales (e inclusive apreciarlos), pero sin embargo considerar que no merecen ser tratados de manera igualitaria. En otras palabras, se puede ser objetivamente homófobo aun considerándose uno mismo amigo de gays y lesbianas. Consejo: cambie la frase y diga algo así como “a pesar de que a veces me sorprendo a mí mismo en una caída en la homofobia, mi amigo gay/lesbiana acepta mis disculpas, confía en que tal vez cambie y aún me quiere”.
“Oh Javiera (Mena), me importa un carajo tu lesbianismo, muéstraselo al mundo si quieres. Pero no hagas despertar la homofobia con música que ya no es para todos, sino para gente como tú, que hizo que la homosexualidad en Chile se transformara en una parodia de sí misma.” Este comentario fue dirigido a la cantante Javiera Mena luego de su corte “Espada”. Sirva de ejemplo.
La homofobia, como toda forma de exclusión, no se limita a constatar una diferencia, sino que la interpreta, saca aconclusiones y se da el gusto de dar órdenes. Así, cada homosexual es considerado pecador, siempre a punto de expresarse de más, por lo cual no sólo merece la sanción moral sino también castigo y purificación. Esta lógica de condena incide en que aunque se acepte el homoerotismo en la vida privada, resulte insoportable cuando es reivindicado en la vida pública.
¿Será usted el homosexual que opina que todo bien con el casamiento igualitario, pero que se pasan con esto de los cambios de sexo, o el que dice que está todo bien hacer de su culo un pito pero todo mal salir a hacer papelones en la Marcha del Orgullo? ¿Será el que dice que le gustan los hombres pero cero pluma, o la que opina que las lesbianas machonas son un papelón? Para usted tengo dos noticias. La mala es que si cree que ser homosexual lo inmuniza contra la homofobia, sepa que no. La buena: si la homosexualidad no se cura, la homofobia, con trabajo, sí. Pero para eso, debe querer hacerlo, como todas las cosas que creemos que son naturales y no lo son. La homofobia interiorizada, cuya violencia se ejerce contra los demás homosexuales y también contra unx mismx, es uno de los aspectos más odiosos de este orden simbólico en el que se reproduce la homofobia, ya que actúa sin tener que actuar ni pronunciarse. Ya con la vergüenza de ser está todo hecho, tanto que muchas personas, incluso gente de buena fe, han dejado de creer que la homofobia esté tan presente y llegan más bien a sospechar una estructura paranoica en quienes se llegan a quejar de ella. De este modo, al negarse a ver que lo propio de la violencia simbólica es precisamente poder ejercerse sin obligación aparente, se vuelven los aliados objetivos de un mecanismo que no quieren conocer. ¿Un espejo? Ricky Martin, en una entrevista donde cuenta las delicias de haber salido del closet, señala: “Un día me di cuenta de que yo era capaz de hacer bullying a personas que sabía que eran homosexuales, con tal de negarme y defenderme de las sospechas”.
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