Viernes, 19 de septiembre de 2014 | Hoy
Luisa Lucía Paz, militante trans, referente de ATTA (Asociación de Travestis, Transexuales y Transgénero de Argentina), es la primera mujer trans en Sudamérica que recibe una bendición matrimonial de la Iglesia. La boda se celebró en la iglesia Espíritu Santo, en el barrio Ejército Argentino, en la provincia de Santiago del Estero. Aunque el obispado dio una marcha atrás retórica, nadie le quita lo bendecido.
Por Juan Tauil
Comunicado del episcopado:
“... Unicamente se entiende por matrimonio el acto de la voluntad, por el cual el varón y la mujer, naturalmente concebidos como tales desde el seno materno, se entregan y aceptan mutuamente en alianza irrevocable por la que constituyen entre sí un consorcio para toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de los hijos”
La fiesta de casamiento de Luisa y José terminó a las 6 y media de la mañana. En el mediodía del domingo, la casa construida por el flamante esposo se llenó de amigxs y parientes que se volvían a Córdoba y Rosario y pasaron a saludar y se quedaron a comer y chusmear sobre los momentos más graciosos de la noche. Luisa se tomó un respiro para poder charlar con Soy sobre este paso trascendente en su vida, tras casi 30 años de pareja.
¿Cómo te llevabas cuando eras niña con la religiosidad?
–Santiago del Estero es una provincia muy creyente, por lo tanto me crié con la presencia constante de la religión. Iba a misa con mis tías, sobre todo cuando estaba con mi abuelo paterno, cerca de la iglesia de Sumampa, aquí en la capital santiagueña, y mi papá me llevaba a la Virgen del Valle en Catamarca. La familia de mi marido también es muy creyente.
¿Cuándo sentiste que te alejabas de la Iglesia Católica?
–A partir de que me empecé a dar cuenta de mi diferencia; que yo no era lo que me habían impuesto. Al verme distinta empecé a sentir una cierta exclusión, sin darme cuenta empecé a dejar de ir a misa. Creo que un poco me alejé porque no me daban ganas de soportar las miradas... y el sermón por ahí podía volverse en contra mío, como una vez que algo que el cura dijo lo sentí como propio y me sentí tocada, herida. A veces sentía como que sobraba.
¿Soñaste en tus sueños más locos que ibas a casarte por iglesia con el hombre que conociste hace 30 años?
–Sí. Toda mariquita en el fondo sueña estar vestida de blanco en el altar. Somos parte de esa construcción y por supuesto a esos sueños también los tenemos nosotrxs. ¿Sabés, Juancito, cómo me imaginaba a mí misma a los 14, 15 años? ¡Con velo! pero bueno... en la vida real no se dio así.
El velo que simboliza la pureza...
–Ah, no sabía que significaba eso... bueno... fantaseaba con un velo largo como una princesa. Tiene que ver con esa imagen popular de la novia. Con mis amiguitas jugaba que yo me casaba, me ponía las sábanas como velo.
¿Cuándo se te ocurrió casarte en la vida real?
–El deseo se fue gestando hace cuatro meses y pensamos que debía ser este año, en el que cumplimos 29 años de estar juntos y queríamos que fuera en el marco de este proyecto de país, junto a Néstor y Cristina Kirchner, que tantos derechos nos ayudaron a conseguir a las organizaciones de la sociedad civil.
¿Cómo fué que llegó a casarlos el padre Sergio Lamberti?
–En realidad todo fue idea de un compañero militante que una vez nos preguntó si pensábamos casarnos por iglesia. Yo le contesté que sí y ahí nomás nos habló de su amigo el padre Sergio, con quien coinciden en su mirada política. Tuvimos dos reuniones con él. Nos encontramos y yo lo primero que hice fue decirle cómo venía la mano y él me dijo que sabía de mi trabajo. Resulta que hace dos años, con ATTA dimos una capacitación de educación sexual integral para mujeres, en una capilla en el barrio Juan Díaz de Solís, un barrio muy humilde donde él daba misa y eso pudo hacerse con su permiso.
¿Y después de esas reuniones?
–Una vez fue a verlo José solo y el padre Sergio pidió conocer a su papá, con quien charló sobre el paso que daba su hijo, sobre los avances sociales. El 30 de agosto fuimos a una reunión con los padrinos: mi íntima amiga y el mejor amigo de José y dos testigos, uno de ellos el compañero que nos presentó al padre Sergio.
¿El padre Sergio tendrá el consentimiento de la jerarquía para hacer esto?
–Yo creo que se tiró a la pileta. El sabía que esto iba a tener mucha repercusión a nivel nacional. Aquí, en Santiago, los medios decían que iba a haber grupos religiosos que se iban a manifestar en contra. No hubo nada de lo que decía esa sensación térmica tipo Clarín que mete miedo. Algunos medios hasta le hicieron decir cosas que él no dijo, para ensuciar el momento.
¿Hubo tensión?
–Con el padre Lamberti hablamos el mismo viernes 12 hasta muy tarde sobre las presiones y lo difícil que era dar marcha atrás en ese momento. Le pidieron, entonces, que quitara la entrada de la novia con cortejo, que no hubiera lectura de votos, que no hubiera intercambio de anillos, todos esos ritos simbólicos... de hecho yo ingresé por una puerta del costado. De hecho el padre arrancó diciendo “esto es una bendición”, refiriéndose al tipo de ceremonia que iba a oficiar. Bendición de los anillos hubo, eso sí. Yo personalmente creo que si se canta el Ave María ya es un casamiento. También creo que a veces se toman decisiones “en nombre de” los fieles, entre quienes hubo mucha buena gente, que apostaba a que esto sucediera y se manifestó completamente a favor. ¡Nos aplaudían cuando pasábamos! Un sueño.
¿Cuál es su postura ideológico-religiosa?
–Sostuvo en su sermón que todxs somos hijxs de Dios, sin diferencias y hasta tiró un palo a un sector de la Iglesia a la que pidió evitar seguir con mezquindades y empezar por aceptar estas cosas. Remarcó sobre la cantidad de años de convivencia y me encantó la forma en la que habló sobre el amor e hizo hincapié en que la Iglesia debería ver estos temas de otro modo.
¿Creés que el papa Francisco puede enterarse de esto?
–Creo que sí, ojalá que sí. Esto se tiene que dialogar. Hay mucha gente que quiere casarse. Le guste a quien le guste, estamos atravesadxs por la religión, una religión impuesta, con todos los pros y los contras que tiene. Esta sociedad es muy devota, muchas chicas trans van a misa de Santa Rita junto a muchisima otra gente y participan sin ser agredidas ni discriminadas. Una trans muy conocida, la Charly, va todos los domingos a misa, a la Catedral.
¿Hubo confusiones mediáticas memorables?
–Sí, un periodista de un medio gráfico me dijo algo como un “casamiento trans” y medios importantes, como La Gaceta, de Tucumán, repitieron ese error. “No es un casamiento trans –le dije–. Yo soy trans y mi marido es hombre heterosexual, entonces no es una pareja trans.”
¿Alguna escena grabada en tu retina?
–Jajaja, te cuento que en un momento, ya sentada en el banco de la iglesia, yo peleaba con el ramo mientras trataba de encontrar una postura elegante y cómoda cuando relojeo una chica trans sentada en el banco de al lado. ¡El primer banco! En strapless, minifalda infartante y unos tacos altísimos. Dije: “¡Woooow, a las santiagueñas les dije que era el primer casamiento, que se vinieran recatadas!”.
Es que tenemos esa noción arcaica de que los niños deben vestir de corto y las señoritas mayores de 15 años deben vestir de largo en estas ocasiones religiosas...
–Claro, ¡todo eso ya fue! Y, hablando de niñxs, en un momento me quedé mirándolos jugar, tan felices, tan inocentes, como si nada... en el casamiento de una mujer trans... en una iglesia...
¿Cuál fue el momento más emotivo?
–Cuando cantó el compañero Miguel Machinandiarena, que se vino desde Buenos Aires para cantar el Ave María y el Padrenuestro. José y su familia se emocionaron mucho. Yo también, pero José se la pasó llorando toda la ceremonia. Nosotros hablamos mucho sobre su emoción. El me decía que no iba a aguantar, que iba a llorar si veía a su familia emocionada. Le dije que tenía que conocer el llanto de felicidad, no hay que privarse de eso.
¿Quién hizo la comida?
–Mi hermana hace comida para vender, sobre todo unas empanadas riquísimas. María Marta me hizo los sánguches de miga y cayó a la fiesta divina, toda enjoyada, ¡con las manos coloradas de tanto teñir las plumas que tenía puestas! El plato principal fue pollo al horno con ensalada rusa.
Aunque no entraron por la puerta principal... ¿tuviste cortejo?
–Sí, una nena llevaba los anillos, otras tres nenas tiraban flores y un nene llevaba la luz: un candelabro con una vela. Cuando llegamos al salón bailamos el vals, fue lo primero que hicimos. El ramo eran astromelias azules. Yo quería calas, pero en esta época son difícil de conseguir aquí.
¿A quiénes invitaste?
–Fue una ensalada rusa divina: desde los amigos albañiles de mi marido, a muchas chicas trans, tres profesoras mías de la universidad, María Rachid, Marcela Romero, de ATTA, vecinos, amigos... mucha gente sencilla.
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