Viernes, 13 de marzo de 2015 | Hoy
ADIOS
Poeta, pionera del under, amazona de todos los desarreglos y desarraigos, se murió la semana pasada. Aquí, ella presente con K y con historia trava grabada en la piel, en estos fragmentos en primera persona robados a un diálogo con María Moreno.
Nací en Salto, en una casita junto al río. Mi mamá era muy severa. Me acuerdo de un día en que yo estaba lavando una sopera con asas y mi madre, que estaba cosiendo, se me acercó, la agarró y vio que tenía un lado opaco. “Que sea para vos como un espejo”, me dijo. Y me clavó las tijeras en la pierna.
Mi madre es autoritaria, fue criada como varón al lado de mi tío y el segundo marido era una persona castrada, pegada a su propia madre, de la que no se podía despegar hasta catorce años después de conocer a mamá.
Yo empecé a travestirme chica. Tenía una amiga a la que le cuidaba el nene y que trabajaba en un local de música árabe. Y en su casa había muchos casetes. Cuando el nene se dormía yo me paraba ante el espejo, me ponía una ropa inventada y ensayaba. Ya me daba cuenta de que eso era lo mío. Antes, cuando me llamaba Juan Ramón, hice de todo, hasta vendí diarios. Me travestí por primera vez en Incógnito; había conseguido el trabajo por medio de un comisario cuando trabajaba como mesera en una pizzería. Pero en esa época salir a la calle todos los días, no.
Salí en la murga con Noy y la Pochocha. Eramos tan novatas. No teníamos idea de nada. Yo fui así nomás, con una pollera negra tubo y como una tarada (ya me estaba dando hormonas), antes de subir al ómnibus, cuando me preguntaron cómo me llamaba dije “Juan”. “¿Cómo te vas a llamar Juan con la pinta que tenés?” Y ahí una de atrás gritó: “Claudia”. Y fue. Pero ¿a que no sabés de qué me vengo a enterar? Un día estoy tirada en la cama con mi cuñada leyendo El libro de los nombres porque ella estaba embarazada. Y veo que “Claudia” quiere decir “del país de los cojos”. Ay, qué feo. Voy y le cuento a Batato y a Urdapilleta: “Miren lo que me pasó. ¿Y si me pongo Claudia pero con Ka?”. “Sí, ponete tal cual: Claudia con Ka”, dijo Urdapilleta. Y yo dije: “Bueno, porque después de todo una necesita un apellido”.
Mi primera salida a escena fue en Clash, en Ramos Mejía. Era una fiesta árabe. Primero salió Batato, ¿vos te acordás la voz horrible que tenía? Cantó algo inventado, no sé qué. Lo silbaron tanto que tuvo que irse. Después salió Urdapilleta disfrazado de califa, con una canasta llena de frutas y verduras que le empezó a tirar a la gente, que se enfureció y entonces nos llovió de todo: forros, fósforos prendidos, escupidas. Ahí salí yo. Se hizo un silencio. Yo bailaba, mirando seductoramente. De pronto vi a mi hermana que estaba en un palco del primer piso, a punto de tirar un mueble, una cómoda, creo. Se estaba peleando con alguien que seguramente estaba diciendo algo de mí. Se agarraron todos contra todos y yo seguía. Al final estallaron aplausos.
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