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Viernes, 29 de mayo de 2015

A LA VISTA

norma de vida

Norma Castillo celebra más de 40 años de amor con Ramona “Cachita” Arévalo. Hoy será reconocida como Personalidad Destacada en el Ambito de los Derechos Humanos por la Legislatura porteña por su larga historia de militancia política y por el trabajo que todavía hace para que la sexualidad en la tercera edad salga de su propio closet.

 Por Paula Jiménez España

Cuando era chica soñaba con un juego de carpintería que de la mano de los adultos nunca llegó. Ellos siempre le regalaban muñecas a las que no tenía problema en ofrendar para que sus amigas les pincharan un ojo o los dos, porque le daba lo mismo conservarlas o perderlas. Pasados hace rato sus setenta, Norma se sacó el gusto del serrucho y la torneadora, aunque ya no como un juego. En su antigua casa de Parque Chas –hace un año ella y su esposa se mudaron a un departamento adquirido por El caracol, la primera de las cooperativas fundadas por ambas, junto a otras familias– montó por fin su taller de carpintería, porque digamos que no es de las personas que se quedan con las ganas de nada. Por ejemplo, en 2003, cuando regresó al país, después de pasar décadas en Colombia, se enteró de que María Rachid y Claudia Castro habían firmado la unión civil y quiso hacer lo mismo. Entonces se acercó a 100% Diversidad y Derechos y comenzó el activismo que terminó para ella en matrimonio durante los históricos días del 2010. Pero aquél no fue el punto de partida de su militancia política sino el de máxima visibilidad de un camino que arrancó en los ’60 y que, detención y tortura de por medio, la condujo en el año ’76 al exilio, donde conoció a Cachita, su gran amor. Por toda esta historia, que iguala derechos sexuales y sociales como vectores que se cruzan en la búsqueda de una misma libertad, Norma Castillo recibirá esta tarde el reconocimiento a Personalidad Destacada en el Ambito de los Derechos Humanos por la Legislatura porteña. “Es una especie de formato –dice–. En realidad, a la hora de recibir el reconocimiento vamos a estar las dos juntas, porque ella se va a sentar al lado mío. Es que ellos tienen que elegir a una sola persona. Me preguntaron si iba a haber problema, pero ¿qué va a haber problema si Cachita y yo somos una sola cosa?

¿No sintió ni un poquito de celos Cachita?

–¿Qué? En nuestro diccionario la palabra celos no existe. En ninguno de los rubros. Ni social ni amoroso ni profesional. Cachita dice: Para estar rindiéndoles culto a los celos me hubiera vuelto a casar con un hombre. Se supone que nos juntamos buscando la libertad de poder amar como queríamos. Yo sé que los celos existen, pero entre nosotras no.

¿Y cuál es tu visión de las relaciones abiertas?

–Nosotras somos unas adelantadas. Podríamos haber buscado a alguien si queríamos, pero resulta que con quien estamos es a quien amamos. Si no, pasás de una relación a otra que dura un tiempo, pero nosotras estamos enamoradas desde que nos conocimos y las cosas que han pasado, han pasado.

¿Qué querés decir? ¿Te referís a cosas que han pasado antes o durante la relación?

–No, antes no. Claro que con el cuento de la libertad una se va quedando con quien quiere. La fidelidad es otra palabra sin sentido, porque yo no soy dueña de la otra persona. No le puedo exigir a nadie lo que debe sentir. No se puede. Si esa persona de pronto siente algo por alguien y ve que es una cosa pasajera y quiere seguir conmigo porque me quiere, eso es lo que vale. No sé si contesté la pregunta...

Querés decir que no es una relación monogámica la de ustedes...

–Yo considero que sí. Mi única pareja fue ella. Que una pudo haber tenido algo con alguien no tiene la menor importancia. Por supuesto que a ella pudo haberle gustado otra y a mí también. No creo que en una pareja que realmente se quiera pueda haber celos. Con esto de la distinción ella se siente muy orgullosa.

Y además a la hora de mostrarse a Cachita no le gusta tanto lo público como a vos, parece...

–No, y le reconozco el esfuerzo de salir y hablar. A mí sí, porque no quiero que se pierda todo esto que se consiguió, porque yo sufrí mucho con esta cuestión. Fui rebelde de chiquita, pero no me alcanzó para conocerme a mí misma y dudar de lo que me enseñaron. Fui católica hasta los 15 años y desde ahí atea con fundamento. Y desde entonces valoro la lucha contra el sometimiento de la mujer, que ocupa siempre el lugar del servicio doméstico. Peleaba por todo esto, pero por años no me daba cuenta de cuál era mi identidad sexual, que es algo que una tiene desde que nació. Es normal y natural. Dicen que la mayoría es lo normal pero hay mucha gente mutilada por los mandatos sociales, en su mente, en su organismo.

¿Cuál es hoy tu preocupación en relación al activismo?

–Soy activista en 100 % Diversidad y Derechos, pero además presidenta del Centro de jubilados de Puerta abierta, y estamos con el proyecto de hacer un geriátrico no sólo para lesbianas, sino que sea bien inclusivo. Hay una cosa por la que voy a luchar hasta que me muera: es por la unidad. Cuando fuimos a la Casa de Gobierno, el día que Cristina firmó la promulgación de la ley de matrimonio, Cachita tenía un montón de pins representativos de distintas organizaciones: la CHA, Puerta abierta, 100%. Porque nosotras estamos en todos lados. En toda mi vida he estado con “el pueblo unido jamás será vencido”. Si no te unís, nunca vas a ganar. Los homosexuales luchando por nuestros derechos somos todos uno solo. Hay que ponerse de acuerdo en un objetivo común. Cuando hicimos la unión civil yo ya había hablado con María Rachid y le dije: quiero buscar a las lesbianas viejas. ¿Por qué están desaparecidas, invisibles? Cuando Graciela Balestra, de Puerta abierta, me dijo que estaban trabajando con gente de la tercera edad, yo dije “es justo lo que estaba buscando”. 

¿Y por qué pensás que las lesbianas de la tercera edad siguen actualmente tan invisibilizadas?

–Antes no me daba cuenta, ahora sí. La sexualidad de los viejos está en general oculta, no sólo la de los homosexuales. Si te ponés a mirar los últimos 2000 años de nuestra era, pasando por todas las civilizaciones, desde los judíos, semitas, asirios, babilonios, toda esa gente, hasta la religión católica, jamás nadie habló nada de la sexualidad de los viejos. Antes de eso tampoco hay registro y, si lo hay, está oculto. Esto se debe al machismo, al patriarcado. Lilith fue la primera mujer de la religión judía, pero como era rebelde está desaparecida; en cambio todo el mundo sabe quién fue María. Y se la ensalza, cuando en realidad se debería tener lástima de una mujer que llega virgen a los treinta años. Y además la religión hace adorar a una familia extraña. Nosotras queríamos ser aceptadas como familia, con Pablo Mario, el hijo de Cachita, incluido, y también su compañera y su hija. Pero la Iglesia y la sociedad nos invisibilizan. En cambio sí aceptan el modelo de la sagrada familia: un marido que no se acostó nunca con su mujer, un nene que no es hijo de él y una esposa, María, que fue embarazada por una paloma o algo así. Y encima después que tuvo el hijo siguió siendo virgen. Nosotras no somos tan raras.

¿Cómo vivís, en lo personal, este reconocimiento que te otorga la Legislatura?

–Como yo no lo pedí, no sé. Le tengo que agradecer a la gente que dice que fue un mérito mío. En aquellos años de exilio tuve que dejar mi trabajo y mis estudios. Prácticamente me jugué la vida en aquella época. Lo peor de todo son los compañeros que se fueron. Creo que si hay un reconocimiento en una lucha no es para mí, es para que no se olviden de los chicos que murieron y de la forma en que murieron. Tenían 20, 30 años. La militancia mía fue política hasta el día en que me fui, a los 35. Tuve que dejar el país por mucho tiempo y es muy feo porque nunca más volvés a ser la misma. Por eso estoy contenta de que Cachita haya podido volver a Uruguay, su tierra, después de 28 años de ausencia. Pudo reencontrarse con toda su familia de la mejor manera. Tratamos de encontrarnos con uno de sus primos, del que tenemos la sospecha de que es gay, y creo que por eso no nos querían pasar ni su teléfono. Pero a nosotras nos aceptaron bien y ella, feliz. Hasta terminamos comiendo un asado. Esto es fruto de las luchas que llevamos adelante. Me voy a morir feliz si veo que hay otros y otras que siguen peleándola.

Reconocimiento a Norma Castillo: hoy a las 18 en la Legislatura porteña, Perú 130

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Imagen: Viviana D’Amelia
 
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