Viernes, 31 de julio de 2015 | Hoy
LIBROS
En Suburbana (Dos Bigotes), la primera novela de Claudio Mazza, un gay argentino residente en Madrid regresa a Buenos Aires para despedirse de su padre y, sin previsión, recuperar el sentido de un pasado aún en sombras
Por Daniela Gigena
A causa de la enfermedad de su padre, internado en terapia intensiva en un hospital desmantelado de la ciudad de Buenos Aires, Renzo regresa desde Madrid después de varios años de exilio voluntario o casi voluntario, dado que el personaje había tomado la decisión de probar suerte en España durante los albores del menemismo. Vive allí con Jaime, su pareja, quien se mantiene a raya del drama familiar por la inminente muerte de "el Viejo". Con el trasfondo de las protestas sociales ocurridas durante el derrumbe del gobierno de Fernando de la Rúa, el reencuentro con los familiares posibilita que Renzo, narrador y protagonista de Suburbana, la primera novela de Claudio Mazza (Buenos Aires, 1963), evoque un pasado dominado por la figura del padre. Mediante una estructura firme -no es casual que el autor dirija en Madrid un estudio de arquitectura- la historia de los días de Renzo en la ciudad se tensa alrededor del cerco que, por un lado, crea el clima sociopolítico y, por otro, provoca la avalancha de recuerdos personales.
Pero eso no es todo. Recién llegado, Renzo se encuentra con Alma, una hermana desconocida que se acerca a él para conocer el estado del padre enfermo. A partir de esos materiales, Mazza ha decidido alternar episodios del presente -conversaciones entre Renzo y Alma que transcurren en el bar "Otro Mundo", cercano al hospital- con bloques de episodios familiares fechados los 9 de Julio de años claves (1974, 1976, 1982), ocasión en la que el Viejo honraba una tradición de asados entre parientes. Esa elección permite, además de la introducción de personajes secundarios perfilados con gracia sólo a través de una voz propia, una perspectiva sobre la historia patria. En ese aspecto, Suburbana, novela escrita por un argentino residente en España, adquiere un ritmo logrado, amable e informado para el lector español pero a la vez redundante para uno nacional, que quizás puede prescindir de las opiniones de los personajes acerca de la dictadura militar, la calidad moral de los representantes políticos, el peronismo o la guerra de Malvinas. La novela acierta cuando, en vez de concederle espacio a las opiniones sobre hechos históricos ("Algunas malas y algunas buenas, hizo Perón. El aguinaldo, las vacaciones…"), indaga la historia de Alma, hija de una madre soltera en épocas aún más complicadas que la actual, exiliada también en Madrid durante los años de plomo; la historia de Paula, la madre de Alma, o la del propio Renzo durante su juventud.
"En el exilio, el tiempo parece detenerse. Se sigue una vida artificial, inventada, un remedo provisional de vida que intenta reemplazar a la verdadera, la suspendida, la vida que quedó en un limbo lejano y que se espera retomar cuando el delirio de la ausencia forzosa, la ausencia propia y la de los que uno no desea ausentes, llegue a su fin, por fin", se lee en uno de los capítulos en que el narrador presta su lugar a la palabra de la hermana desconocida. Suburbana se incluye, no sin tirantez, en la tradición de novelas que, como Pubis angelical, de Manuel Puig, En otra parte, de Rodolfo Rabanal, o El común olvido, de Sylvia Molloy (por citar tres novelas perfectas), intentan representar la subjetividad del migrante.
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