Viernes, 21 de agosto de 2015 | Hoy
A LA VISTA
Alegrías, debates y narraciones en primera persona sobre los problemas de la adecuación de las leyes para las familias homoparentales en el II Encuentro Nacional de Familias LGBT, organizado por 100% Diversidad y Derechos en el Colegio Nacional de Buenos Aires.
Por Gabriela Cabezón Cámara
Una nenita preciosa, Ivanka, me dice “hola, tengo cuatro” –no dice “cuatro”, adelanta una manito escondiendo el pulgar–, “¿cómo te llamás?”. En ese momento su mamá, que está mirando hacia el otro lado, charlando con su marido, se da vuelta y me mira. Me enfocan cuatro ojos negros hermosos y achinados por la sonrisa y por el trabajo del sol durante milenios en los rostros de la gente de los Andes. Vienen de Salta, me entero enseguida. Ella, la mamá, Oriana, me lo cuenta. Y que son dos papás trans. Que la nena es hija biológica de ella y de Alan, su marido. Que la nena nació antes de la Ley de Identidad de Género, que apenas salió la ley el matrimonio cambió sus documentos pero que en la partida de nacimiento de la nena seguían figurando sus nombres anteriores. Y que eso les trajo problemas y por eso estaban el sábado pasado ahí, en el Colegio Nacional de Buenos Aires, en el II Encuentro Nacional de Familias LGBT organizado por la ONG 100% Diversidad y Derechos que duró todo el fin de semana. Problemas, por ejemplo, tuvieron cuando Alan trabajaba en Tierra del Fuego y para ir a verlo debieron atravesar territorio chileno: la diferencia entre el nombre que figuraba en la partida de la nena y el propio, el que eligió y lleva en su DNI, fue el problema. Iban en ómnibus. La puteaba medio bondi, estaban hartos de esperar, dice Oriana: los chilenos las tuvieron como dos horas hasta dejarlas pasar. Pasaron. Pero entendieron que tenían que lograr que figuraran sus nombres también en la documentación de Ivanka. Y volvieron a Salta, donde tenían su domicilio, para lograrlo. No fue fácil: los funcionarios se negaban, les decían que tenían que hacer un juicio. La familia no gana suficiente para pagar abogados. Dieron vueltas y vueltas hasta que, ya casi sin aliento, se encontraron con la Fundación Igualdad –que articula muchas de sus acciones con 100% Diversidad y Derechos– dirigida por Karen Díaz, también trans, también salteña, también dando vueltas por el patio del colegio más tradicional de la ciudad, como mucha otra gente: se anotaron 124 parejas y 84 chicos de 15 provincias. Había un alto tráfico de mamaderas y bolsos de bebé. Y por momentos no era fácil escuchar a los oradores por el ruido alegre de los chicos. Pasaban corriendo, a las carcajadas y a los gritos, por todas partes. Por delante de la mesa de apertura, por ejemplo, a toda velocidad en un monopatín. O de a cinco, a la misma velocidad, jugando. Algunos frenaban en los stands de las editoriales –había cuatro, una de ellas Mágicas Naranjas, que edita libros de poesía–. Como si yo fuera su novia, de Osvaldo Bossi, un poema ilustrado por Marcelo Tomé que cuenta, tan breve como contundente, un episodio de una historia de amor entre dos nenes, por ejemplo. Varios papás se lo llevaron. Había mucha gente emocionada. Como las chicas que contaron, con la voz un poco quebrada y mucha sonrisa, que vinieron hace dos años al primer encuentro. Y que volvieron a éste con Julia, su hijita recién nacida, una bebé hermosa en un capullo de frazaditas portada por la pareja como un milagro. Las familias de dos madres eran mayoría. Pero no faltaron los muchachos, como Juan y Pablo, de Tierra del Fuego, que participaron de mesas y paneles y de vez en cuando eran interrumpidos por el “mirá, papá” de alguno de sus dos hijos, Batista y David, en adopción plena desde este año. El envejecimiento demográfico que tanto preocupa a diversos estadistas y a monstruos como la señora Christine Lagarde, directora del muy monstruoso FMI –proponen bajar las jubilaciones, alargar la vida laboral y encarecer los aportes para paliar “el riesgo de que la gente viva más de lo esperado”, según consignó, entre muchos, el diario El País de España– en el Encuentro no parecía tener ningún sentido: casi todos los presentes tienen chicos y los que no están viendo cómo hacerlo. El último censo, de 2010, registró 24.228 familias homoparentales. Hoy deben ser muchas más. Y, a juzgar por la muestra demográfica del Encuentro, todos con ganas de traer niños al mundo. Ese deseo fue uno de los temas predominantes durante todo el evento, que tuvo mucho de celebración: en este colectivo, cada matrimonio es una elección con peso político, cada hijo una decisión tomada a conciencia y una búsqueda llena de compromiso. Lo de la fiesta se notaba en casi todo; en los colores de los espacios para los chicos, en el catering sencillo y rico, en los aplausos que estallaban seguido, en los abrazos que abundaron. Aplausos hubo muchos en la apertura y el cierre; los motivos fueron varios pero no muy diversos. Cada orador que pronunció “Néstor” o “Cristina” se llevó los suyos; sin lugar a dudas, uno de los colectivos que habla con pocas contradicciones de década ganada es el lgbt. De hecho, el Encuentro tuvo el apoyo del Estado: de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia (Senaf), del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi), del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, de la defensora del Público y del Ministerio de Cultura de la Nación. Celebración, decía: se celebraba el cambio en cada biografía que se operó con el cambio en la historia; lo que el trabajo colectivo consiguió en la vida de todos y cada uno, reconocidos como familias por el Estado y la sociedad, cientos de personas que hubieran sido ciudadanos de segunda hasta hace muy pocos años. Se celebró mucho y, cosa rara o tal vez cosa de familia, se brindó con gaseosa y jugo de naranjas.
Además de la parentalidad, el otro eje del encuentro fue el Derecho. Y los derechos. El nuevo Código Civil fue el tema del primer panel, el de concurrencia más masiva junto con el cierre, y lo llevaron adelante las abogadas de la ONG organizadora, Florencia Feldman y Jesica Kopyto. El tema del nuevo Código también apareció en las mesas de Salud y Educación, las más concurridas junto con la de Diversidad Familiar. Una de las innovaciones que generó más interés fue la aceptación de las técnicas de reproducción humana asistida (TRHA) como un tipo de vínculo filial: a las posibilidades de tener un hijo “por naturaleza” y por adopción, se suma la de hacerlo por los nuevos desarrollos tecnológicos de la medicina. Ahí talla un detalle importante, la figura de voluntad procreacional, que se hace manifiesta a través de un consentimiento formal en el Registro Civil. Esto significa que si, por ejemplo, una pareja de lesbianas decide tener un hijo a través de una donación de gametas, la que no lleva adelante el embarazo certifica su vínculo filial con la firma del consentimiento en cuestión. Las familias que tuvieron a sus hijos antes de la vigencia del nuevo Código Civil tienen que completar el acta de nacimiento del chico para que los dos miembros de la pareja sean reconocidos como padres. Otro punto que generó interés fue la figura de progenitores afines: las parejas de los padres de los chicos. Ahora la relación se reconoce y se les otorgan responsabilidades y derechos.
Otras cuestiones, como el reconocimiento de algunos derechos para las parejas de convivientes –alimentos o derecho a la vivienda por un determinado plazo luego de la separación–, suscitaron menos preguntas: en el II Encuentro Nacional de Familias LGBT nadie pensaba en el divorcio. Al contrario. Todo el mundo quería agrandar la familia.
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