Viernes, 4 de septiembre de 2015 | Hoy
Por Bianca Moreno
Hace un año y pico me internaron por problemas en mis pulmones. Estuve un mes en el hospital y en ese mes los vecinos de al lado en mi casa del barrio El Talita (González Catán) se adueñaron de mi hogar. Me rompieron el baño, se llevaron casi todos los muebles, ropa, hasta la heladera. Empezaron al ranchear acá durante mi ausencia. Cuando volví se tuvieron que ir pero no dejaron de agredirme desde entonces. Son vecinos que conozco desde hace quince años. Hace algunas semanas volvieron a intentar ocuparme la casa. Cada vez que me ven pasar me insultan y siempre son palabras que apuntan a mi identidad de género. Yo vivo acá con mi novio y una amiga. A él le robaron con una 32, a ella le pegaron. Los denunciamos pero la policía no nos dio bola. La Fiscalía me dice que como máximo me pueden tomar el testimonio pero que no cuenta como denuncia hasta que no me hagan algo más grave. Pensé que por lo menos me iban a mandar un policía para que vigilara la zona o algún otro tipo de medida de prevención, pero nada. ¿Qué sería más grave que desvalijarme la casa y golpear a la gente que vive conmigo? Los conozco de chiquitos, son un grupo de siete hermanos, algunos casados. Me han ofrecido plata para acostarme con ellos y como les dije que no aumentaron la violencia. Los que están armados son tres. Sé que quieren sacarme la casa, que son capaces de todo y que no se van a quedar sólo en amenazar con el revólver. Ellos no tienen problemas con el resto de la gente del barrio, no agreden al resto de los vecinos, solamente a mí. Hace pocos días cascotearon mi casa, me rompieron el techo y los vidrios. Y las denuncias siguen sin tener ningún efecto. Es decir, si no llego con un tiro en la boca del estómago, como me han amenazado, nadie se mueve. La policía sigue esperando “algo más grave” para actuar.
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