Viernes, 30 de octubre de 2015 | Hoy
JAJAJA
Amores santos se llama el documental que promete revelar una edición de las 500 horas de sexo virtual que habrían mantenido cardenales, obispos, curas párrocos y un actor contratado para la ocasión. Pecadores del mundo, mirad lo que estos curas hacen mientras se perdonan entre ellos propone el director Dener Giovanini, que anuncia un estreno mundial.
Por Franco Torchia
Finalizada la medievalísima soirée sinodal desarrollada en el Vaticano, vuelve a hacer mucha falta recordar que la historia de las religiones es la historia de las sexualidades. En esta dirección, el creciente lobby gay católico –el que se arroga el privilegio de una boite propia con chippendales que entran y salen del Palacio en una jarana incesante de sexo “prohibido”– deberá aprender antes de fin de año un nuevo mandamiento tallado a ondas de wifi en las tablas de Moisés: “No mantendrás sexo virtual en vano”. Cuando en enero el documental Amores santos del periodista brasilero Dener Giovanini alcance su estreno mundial, 500 horas de sexting entre el actor Darico Macedo, joven gay contratado ad hoc y 150 religiosos católicos, evangélicos y anglicanos “seducidos” por sus exclamaciones ante cada levantamiento de sotana, intentarán revelar “el muro de silencio respecto al sexo en las iglesias y denunciar el discurso del odio y la homofobia”: “Nuestra intención es mostrar la hipocresía de religiosos que, sin importar su credo, hacen a escondidas lo que condenan en público desde sus púlpitos” dijo Giovanini al eldiario.es. En el tráiler, está el prelado que se pone perfume antes del “manueleo” tech, el que se masturba mirando la estatua de una virgen, el que ofrece el fruto de cara a la cruz y el que se enamora del chongo: desde una habitación que bien podría ser la doble matrimonial de un 3 estrellas de Mar de Ajó, contorneado por músculos de latino sagaz y secundado por un acolchado de casita de la costa, el seductor, con 25 añitos, avanza y señala. “Pero sos casado”, le dice a un torturado en llamas. “¿Cuántos años tuviste que estudiar?”, le pregunta a otro que descubre su pene peregrino, “4 años de filosofía y 3 de teología”, responde ya con el cáliz en mano. Sin sexo explícito, el work in progress del filme incluyó la apertura de tres perfiles truchos en Facebook del actor: en seis meses de contactos, religiosos de 30 países sucumbieron a sus encantos (en algunos casos, después de 16 horas de cháchara) y hasta se le desnudaron en la sacristía: sin rostros visibles ni escenas manipuladas, Amores santos reúne sobre todo a católicos. ¿Por qué? Porque por lo general viven solos en sus casas y usan libremente la web, a diferencia de los evangélicos, secundados siempre por la horda familiar. Como epígrafe, Juan, que desde su evangelio asegura: “Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie”. El caso del polaco Krystof Charamsa, teólogo de la Congregación para la Doctrina de la Fe expulsado hace días tras pavonearse con su novio, motivó aún más a Giovanini a diseminar avances de su “sacred loves” por agencias de noticias y red de redes. Periodista, documentalista y ambientalista, el realizador es voz frecuente en cine y televisión de Brasil con causas en contra, también, de la trata de animales salvajes. “Tuvimos serios problemas para que Darico consiguiese entrar en situación con muchos de los sacerdotes. Las escenas eran tan sórdidas que no conseguía tener una erección. Fue un ejercicio de profesionalidad”, confesó el director. El material incluye entrevistas varias a víctimas de homofobia y la opinión de un cuasi mártir de la putez catedralicia, el alemán David Berger, autor de La santa hipocresía, armarios afuera desde 2010 y expulsado un año más tarde. Con faldones blancos, de estricto pollerón negro, con o sin pasamanería dorada, en boxers blancos o con slips temáticos, obispos, arzobispos y cardenales se portan mal. Pero no invitan.
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