Viernes, 8 de enero de 2016 | Hoy
CINE
El jueves se estrena Los 8 más odiados, un extenso y macabro western de Quentin Tarantino que, entre pitos y flautas, le hace ojitos a la cultura del porno gay clásico con escena de sexo oral entre soldados incluida.
Por Alejandro Dramis
La última de Tarantino es un western bizarro y sangriento de más de tres horas de duración, lo que la convierte en la película más larga y también la más convencional de su filmografía. La historia es bastante simple: en tiempos inmediatamente posteriores a la Guerra Civil, una carreta traslada por las montañas al cazarrecompensas John Ruth, que lleva esposada a Daisy, una asesina buscada viva o muerta para ser ahorcada en el pueblo de Red Rock a cambio de una recompensa de 10 mil dólares. La tormenta de nieve que lxs acecha es tan feroz que no sólo John debe cargar en su vehículo a dos hombres que, de no hacerlo, morirían en la nieve, sino que poco después deben detenerse forzosamente a pasar la noche en un bar en el medio de la nada. Allí no encuentran a sus dueñxs, sino a un grupo de sospechosos hombres que completan el octaedro odiado que bautiza al film. Como suele ocurrir en sus películas, la intertextualidad, las referencias y las citas afloran rápidamente, aunque no con tanta obviedad ahora como en el pasado, y entre las referencias más directas de Los 8 más odiados Tarantino no se cansa de jugar al doble sentido con el personaje de Grouch Douglas, un cowboy bastante queer con aires de señora interpretado por Michael Madsen, cuyo seudónimo criminal es el de “Joe Gage”, el mismo nombre ficticio del legendario director de cine porno gay que brilló en los años 70 y se hizo famoso por trabajar con actores peludos, barbudos y usualmente vestidos (y desvestidos) de cowboys. Por esas casualidades de la vida y del arte Joe Gage, que es también un seudónimo de guerra utilizado por Tim Kincaid para dirigir las triple x que desfilan en su amplia filmografía, realizó su última película porno el año pasado y la tituló Dad Out West (Papá en el Oeste), también un western de 3 horas de duración protagonizado por dos maduros barbudos que hacen de las suyas en lujuriosas tierras lejanas.
Más allá de esta referencia recurrente en todo el film y de los movimientos amanerados del vaquero Gage de Tarantino –que es también escritor y se pasea meneando el cabello, enfundado en camisa floreada y pañuelos de seda ornamentados– la escena más comentada en las redes es sin duda la del ya famoso blowjob que está obligado a hacerle el hijo del general confederado Sandy Smithers a Samuel Jackson en medio de la nieve, introducido por Tarantino como una forma simbólica de cogerse al racismo y a la historia segregacionista norteamericana, representada aquí por el General Smithers. Si bien el largo relato de esta escena y el flashback que la grafica distan mucho de mostrarse eróticos, la situación está, una vez más, movilizada por la conjunción del placer violento del sexo gay y la venganza: basta con recordar la famosa escena gay-bondage de Pulp Fiction en la que el personaje de Marsellus es maniatado con accesorios sadomasoquistas y luego penetrado mientras el otro de los captores goza presenciando el hecho.
Probablemente estos guiños constituyan un tilde más en la lista de la subversión de géneros cinematográficos clásicos, estancos y estructurados que lleva adelante Tarantino para darles una vuelta de tuerca que amplíe las fronteras artísticas y las mentes, como ya lo demostró en Kill Bill, resaltando el poder femenino en las artes marciales, o reivindicando la furia feminista en el final de Death Proof, una road movie inspirada en las masculinas películas de persecución en la carretera. Los 8 más odiados también es un film subversivo, un western macabro y extraño a las reglas clásicas del género que, sin dejar de ser una buena película, al mostrarse por momentos algo lenta, cansada y floja representa, paradójicamente, un pijazo dentro de su genial filmografía.
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