Vie 05.02.2016
soy

TRANS TEEN TUBER

Kiara Acosta, youtuber trans de 17 años, empezó el secundario en un país pos Matrimonio Igualitario. Hoy narra para sus más de diez mil suscriptores en su canal de YouTube el paso a paso de su reciente transición sin ahorrarse comentarios chispeantes sobre la transfobia, que a veces parece brotar en cantidades similares, tanto del mundo adulto como del adolescente.

› Por Franco Torchia

“A mí me encanta llamar la atención”. Si las líneas que siguen tomaran del todo el rumbo aquel de los “prodes” de sustitución de astros y estrellas, se atreverían a aseverar en cada renglón que una amenaza irrefrenable se yergue sobre “las Taglianis” y “las de la V”. ¿Por qué? Porque ha nacido la primera trans-teen-tuber de la Argentina: su nombre es Kiara. Creció en Flores y éste es su verano azul: el verano de su primera juntada, que será mañana en el Obelisco a partir de las 14, cara a cara ante sus miles de fans. Es el verano del hit que compone cada uno de sus posteos; son los meses de ajuste de su desbarajuste hormonal atendido a tiempo; la temporada de gloria de tetas nuevas que madre y padre financian con enfermería y remís: el remolino de frescura que instala en el carnaval de las asignaciones. Es el futuro. Archiven activamente su nombre y léanla a tiempo: Kiara no es enemiga de su pene. Adora “su chota” y tiene 17. Acompaña a su amigo gay a excursiones de todo tipo y estudió comedia musical con Hugo Midón. Sus mayores enemigos han sido las escuelas. Con ustedes, el clivaje generacional tan esperado.

–En mi DNI soy Lara Catalina Acosta. Kiara fue el nombre que puse en Facebook cuando empecé con esto del cambio. Hace 10 meses que estoy en transición hormonal.

140 mil “megusteadores” en Facebook y 10 mil suscriptores en el canal de Youtube siguen cada paso de esa transición. Kiara arma su imagen a base de lances, ofensas, halagos y fans de sus tutoriales de make-up: “Algunas me ven como una trava, pero cada vez más las mujeres me tienen como una referente. Además, todas mis amigas se vienen a maquillar conmigo”.

¿Y cómo creciste?

–Tuve una infancia llena de prejuicios, discriminación y rechazo. Siempre estaba con mis primas. Me veía igual a ellas y quería ser como ellas. Era “muy femenino” para ser hombre. Me gustaban las muñecas, vivía dibujando mujeres y usaba los tacos de mi abuela. Hay una anécdota de mi tía abuela, que estaba con una amiga suya que le dice: “Este chico es una nena”. Y mi tía abuela le responde: “¿Qué va a ser una nena si tiene unos huevos enormes?”. La mejor era mi abuela materna, que me aceptaba desde chica y le decía a mi mamá: “Este chico va a ser puto cuando sea grande”. Me da risa, porque nunca fui gay…

Pero siempre fuiste tratada como tal, ¿no?

–Fui al jardín y a la primaria al colegio Lasalle de Flores, que es religioso y católico. En primer grado le dijeron a mi mamá que me tenía que llevar a un psicólogo porque tenía ademanes de mujer y eso no era normal. Y dos meses antes de terminar séptimo grado tuve que irme porque tuve una crisis definitiva, después de que mi papá discutiera con el director, que le dijo “¿No te das cuenta que tu hijo es puto?” Y mi papá le dijo: “¿Y cuál es el problema?”. Sí, todo el tiempo me decían puto. Lo loco es que esos mismos pibes, hoy en día, son los que me dicen que soy re linda. Tengo audios de pibes que me dicen: “No puedo creer lo buena que estás ahora; me cerraste la boca como un pelotudo”.

¿Y qué sentís?

–Me siento orgullosa de mí misma porque eso es lo que quiero lograr, cerrarle la boca a toda esa gente. Con un compañero de la primaria, en 5to. grado, tuve una experiencia sexual en su casa. Pero al mismo tiempo los varones no me invitaban a ningún lado y siempre decían que había que cuidarse de mí por “raro”.

El affaire Acosta manfiesta hasta dónde –es decir, hasta muy poco, hasta nunca o hasta ahí– la condición “nativxs digitales” no sólo no erradica sino que además duplica barbarismos de género. De cómo (de)crecieron quienes crecieron con la tecnología al alcance del prejuicio.

Empezaste la secundaria ya durante la Argentina pos discusión de matrimonio igualitario, pos ley de identidad de género…

–Sí, pero me pasó lo mismo. O peor. Primer año lo hice en un colegio público que era técnico, con carpintería, electricidad, todo eso. Mi papá quería que vaya a un técnico y yo todavía era Mauro. Ahí eran casi todos hombres. Repetí y me pasé a una escuela privada laica, el Granaderos. Fue el infierno: el preceptor, que era el hijo del rector, le decía a los pibes “Jódanlo a este puto”. Tuve un ataque de nervios y me echaron, pero el director nunca firmó la expulsión. Estuve un mes internada en la clínica Banfield, con diagnóstico de crisis de identidad. Ahí, un psiquiatra llegó a decirle a mis viejos: “¿Ustedes no saben si tiene útero o qué? ¿No le ven las manos? ¿No ven la fisonomía que tiene”. A mí me dijo: “¿Cuál es tu problema, que sos puto?”. Lo denunciamos.

¿Cómo ves a lxs adolescentes?

–Muy cerrados, aunque no lo creas. Tienen muchos prejuicios y se hacen mucho daño. Cargan con muchos estereotipos. Son cualquier cosa: se drogan, toman. Vomitan para no engordar o tener “el cuerpo perfecto”. Los adolescentes varones son todos unos pajeros y lo único que quieren es ponerla. Además, cuando se enteran de que soy trans, sólo les importa el sexo. No me buscan para otra cosa. El otro día en una joda unos querían enfiestarme. Piensan que las trans somos sólo objetos sexuales. Eso mismo nunca se lo hubieran propuesto a otra mujer, no trans.

Kiara estuvo dos meses de novia con El Colorado de Liniers. Cuando la madre de él se enteró –léase “se enteró” tal como lo leyó la señora, es decir, como anomalía– le exigió a su hijo que dejara de frecuentar a la “broad band star”. Además, le envió un mensaje a Kiara en el que le decía que si en efecto ella “era gay”, que se vistiera por favor como tal: mamucha no iba a permitir que su hijo estuviera con una persona tan mentirosa en su apariencia.

–Antes sufría mucho. Ahora me cago de risa. La gente es muy morbosa. Por eso algunos de mis videos tienen tantas malas palabras. Para mí, la gente necesita escuchar algunas palabras así para aprender a respetar, como por ejemplo “chota”.

En efecto, difícil encontrar testimonio más logrado que los primeros segundos de uno de sus videos de diciembre último: a cámara, Kiara señala su entrepierna y reza: “Una chota así de grande tengo acá abajo. ¿Y sabés qué? Me chupa un huevo. Le vengo a hablar a toda esta gente hermosa que se dedica gran parte de su día a pensar en mi pito. ¿Lo quieren venir a chupar?”.

Te llevás bárbaro con tu pito…

–Sí. Durante un tiempo quise hacer muchos cambios con mi cuerpo. Quería todo ya. Pero la abogada Flavia Massenzio, de la Federación LGTBIQ, me ayudó mucho y me hizo tomar conciencia de los riesgos de infección y todo eso. También me ayudó con lo de la prostitución, porque un día le dije a mis viejos: “A partir de mañana me voy a prostituir”. Yo tengo una amiga que lo hace, que una tarde me llevó a comprar ropa a Palermo y me regaló de todo. Pero no, ya sé que eso te destruye.

¿Qué te gustaría hacer?

–A mí me encanta llamar la atención.

¿Estás enamorada?

–No. Hay muchas maneras de sufrir. No voy a elegir el amor justamente.

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