LETRAS
No todo es novela rosa, “los putos también matamos”, dice el escritor catalán Toni Hill, mientras llena sus tramas de personajes queer y triángulos carnales, y hasta revela su fórmula para hacer querible a un policía.
› Por Gabriela Cabezón Cámara
Toni Hill es catalán y es escritor. De novelas policiales. Clásicas: de esas que tienen a un policía por protagonista, en este caso el inspector Héctor Salgado, y que enganchan por una trama trabajada minuciosamente y con subtramas fuertes, por el ritmo que no afloja, por los personajes bien desarrollados –tanto de la alta burguesía como de la clase media y las marginadas– por dar cuenta de cierto estado de la sociedad a la que pertenecen: en su trilogía, que llegó a la Argentina el año pasado, aparecen fenómenos importantes de la historia reciente de España, como la crisis, la estallido de la burbuja inmobiliaria, el 11M de los indignados en 2011 o el robo de bebés. Otro de los puntos fuertes es Barcelona. Toni la cuenta y la vuelve a contar hasta que cobra la importancia de un personaje protagonista. Y la fórmula le funciona más que bien: con cientos de miles de ejemplares vendidos, ha sido un éxito popular. Editoriales de once países compraron sus derechos. Y tuvo buenas críticas en medios como El País, el New York Times Book Review y The Guardian. Un escritor de policiales clásicos es, entonces, Toni. Pero no parece. Entre otras cosas porque es gay y el de la novela negra y policial es un mundo dominado por varones de sexualidad más tradicional. Parecida a la de sus personajes muchas veces. ¿Cómo lo hace sentir eso? “Pues ahora que lo dices no hay demasiados, al menos en España. Creo que hay que empezar a superar otros estereotipos: parece que los gays sólo podemos escribir historias de amor tristes (por no decir trágicas), o relatos intimistas sobre la soledad, las madres y las mascotas. Pues no, al igual que los ricos también lloran, los gays también matamos.” Tiene mucho sentido del humor Toni, sí: “De todas formas te diré que en algunos autores de novela negra, por suerte pocos, hay una cierta pose a lo Humphrey Bogart (ya sabes, beber mucho, ligar mucho, emocionarse poco), como si en lugar de escribir novela negra quisieran protagonizarla. Y estos te miran con una cara un poco rara, pero se les pasa enseguida.”
El inspector Salgado es un argentino cuarentón que vive en Barcelona desde los 19 años. En la primera novela de la trilogía, El verano de los juguetes muertos, está en problemas: le dieron una licencia por un acto de brutalidad policial –una paliza de la que se arrepiente mucho, que el lector termina aplaudiendo, y en una policía que, hasta no hace mucho, era percibida por los habitantes de Catalunya como poco proclive a los excesos, los Mossos d’Esquadra–. Le cuesta conectar con su hijo. Su mujer lo abandonó y tiene nueva pareja. Otra mujer. Le ordenan apartarse del caso que lo volvió loco, uno de trata de nenas africanas. Y le dan uno difícil, que involucra a un triángulo de chicos en la alta burguesía catalana. Hay muchos personajes queer en las novelas de Toni. “La verdad es que la sexualidad en general ocupa un lugar importante en la trilogía, y creo que es normal que, en el siglo XXI, una parte representativa de esta sexualidad sea homosexual. No podría plantearme una novela ambientada en la Barcelona actual con un cien por cien de personajes de una orientación sexual u otra. Y me costó poco, sinceramente, introducirlos en la historia, aunque las novelas conforman un policial. La decisión de que Ruth, la ex esposa del protagonista, fuera lesbiana, surgió desde el primer momento. Es un personaje muy relevante en las tres novelas y creo que eso ya marca un tono y una voluntad de incluir la diversidad sexual en la serie. Los demás salieron si la trama lo pedía, sin una voluntad previa. Por ejemplo, la relación que mantienen Daniel, Cristina y Ferrán en Los amantes de Hiroshima era imprescindible en la trama de la novela. Necesitaba que se quisieran los tres y que mantuvieran relaciones sexuales en forma de trío los dos chicos y la chica.” Policiales vertiginosos, con una arquitectura narrativa sofisticada y sexualidades para todos los gustos: El verano de los juguetes rotos, Los buenos suicidas y Los amantes de Hiroshima atrapan.
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