Viernes, 19 de febrero de 2016 | Hoy
Se cumplen treinta años del estreno de Otra historia de amor, la primera película argentina con temática gay y final feliz. Arturo Bonín, aquel hombre casado que se enamoraba de un compañero de oficina, regresa al teatro con Tarde a interpretar, esta vez, al padre de un joven gay que perzonifica Jorge Noguera.
Por Adrián Melo
“El final feliz era imperativo. De otro modo, no me hubiese molestado en escribirla. Estaba decidido a que por lo menos en una obra de ficción dos hombres se enamorasen y permaneciesen unidos en esa para siempre que la ficción permite; y en ese sentido Maurice y Alec aún vagan por los bosques”, escribió E. M. Forster en el prólogo a su novela Maurice. Otra historia de amor (Américo Ortiz de Zarate, 1986) es, en cine, nuestra Maurice: esa ficción destinada a mostrar que el amor entre hombres es bueno, que puede ser tierno y ennoblecedor. Curiosamente, el mismo final feliz que Telefe le negara en su primera transmisión (esto fue contado infinidad de veces) cuando cortó la película en el momento en que los amantes se separaban y no exhibió la escena del reencuentro.
Arturo Bonín, uno de los protagonistas de esta película a esta altura mítica está frente a mí. Acabo de verlo ensayar Tarde de Fabián Saad y me sorprende una vez más la naturalidad con la que compone sus personajes. Con la misma naturalidad y mucho de valentía aceptó en su momento interpretar el personaje de un. Sin embargo para la época que un actor reconocido aceptara un personaje gay podría haberle costado la carrera. De hecho, muchos actores rechazaron la propuesta de Américo Ortiz de Zarate.
Al contrario, yo sentía de alguna manera la posibilidad profesional de interpretar un personaje que no tiene nada que ver conmigo. “¡Arturo me va a cagar a palos! Viene de hacer Bairoletto, un machazo, ¡mira que va a aceptar este papel! (Risas). Leí el guión, me encantó, lo llamé por teléfono, fuimos a tomar un café a la casa , tres o cuatro horas charlando sobre el libro. Algunas objeciones, planteos que le hice. El me respondió: “yo quiero hacer una película lo más amplia posible, que llegue como una historia de amor a la mayor cantidad de gente posible”.
Es la primera película con temática gay con un tratamiento serio, una mirada no reprobatoria, no jodida. Plantea otra forma de vivir la vida gay distinta a la promiscuidad, la sordidez o la delincuencia que eran las maneras en que aparecía antes. Incluso Adiós Roberto que es la primera que trata el tema gay tiene una posición ambigua, en cierta forma demoniza. . Yo tuve una larga charla cuando íbamos a arrancar con Carlitos Jáuregui y fue muy esclarecedora para mí. Recuerdo cuando fuimos a una de las primeras marchas del orgullo gay con Mario Pasik. Eran una camioneta Rastrojero, dos parlantitos, ahora parece patético. ¡Qué raro que era esto!. Una vueltita por Plaza de Mayo, y después Avenida de Mayo. Y hoy ver lo que pasó, la movida que hay yo, uno dice: ¡Qué bueno haber estado allí!.¡Qué bueno haber contribuido a que se abran las cabezas!
¡Toda una tarde para hacer esa escena!
Las discusiones que tuvimos que si beso si, que si beso no. No porque a Mario o a mi nos importara. De hecho, en una entrega de premios hace un par de años nos pidieron y nos dimos el tan esperado pico que retrasamos treinta años. Pero acordate que había una intencionalidad de llegar a un público amplio. En este sentido vale una anécdota. Yo tenía un amigo conservador, abogado, sociólogo, muy patria, familia y propiedad. Una gran cabeza. Le pedí que fuera a ver la película. “¿Una peli de trolos hiciste?” me preguntó. Vos anda a verla y después me decís. La fue a ver, le gustó y me dijo: “Estuve a un tris de irme. En el momento en que se estaban por besar. Llegaba a ver un beso en primer plano y me iba”. Entonces te das cuenta que para el momento era muy chocante y capaz, para los objetivos que tenía la película mejor era avanzar un poco en vez de avanzar todo. Si había un beso capaz teníamos efectos más retrógrados que progresistas. Es lo que podía aceptar la sociedad de la época.
Hay puntos de contacto entre Otra historia… y Tarde, la obra de teatro que estrenaste el lunes 15 de febrero. De hecho, en la discusión, en la cadena de conflictos y reproches que mantienen padre e hijo gay en la escena se retrotraen a hechos que ocurrieron hace veinte o treinta años.
El hijo en la película rechaza a mi personaje , el hijo siente que su padre lo traicionó. Hay una escena larga en donde mi personaje conversa con su hijo. Está en penumbras, una puerta entreabierta, mi hijo está de espaldas y no me da bola. Era muy difícil proponer en ese momento desde el guión que el hijo acepte.
En Tarde, padre e hijo llegan a hablar de cosas que hubieran sido impensables hace treinta años. Igual no es lo mismo el planteo de la película en donde era el hijo el que tenía que aceptar la homosexualidad del padre. Pero hay puntos en común. Quizás ya algunas cuestiones no aparecen indecibles como antes pero subyace cierto rechazo del padre al hijo. Hay prejuicios que perduran más allá del avance de las leyes y de los derechos conquistados.
Tengo un hijo de treinta y ocho años. Tenía ocho cuando hicimos una reunión familiar con mi vieja y mi viejo. Le digo a mi vieja: “¿A qué no sabes quién va a ser mi pareja en la próxima película?” Lo hice jodiendo con mi hijo que ya sabía. Mi vieja se pone loca: fulana, sutana, mengana. Cuando te diga quién va a ser te va a gustar cualquiera, le digo. Mario Pasik. Mi viejo se da vuelta y me dice: “¿Vas a hacer una película de putos?” Yo le estaba por contestar algo y mi hijo le dice: “No Abu, es una película de amor pero entre hombres”. Y mi viejo grita: “¿Qué le estás enseñando a tu hijo? En aquel entonces esto era lo que tenía mi viejo en la cabeza. Y en Tarde el padre le dice al hijo lo que pasaba en ese momento para que trate de comprender y deje de reprocharle y lo perdone. Eso es lo que me parece interesante.
Yo tenía una relación de mierda con mi viejo. No porque fuera mala sino porque era inexistente. Era un tipo macanudo, proveedor de la casa, nunca faltó nada. Pero cuando le dije a mi viejo a los dieciséis años que quería ser actor, me llevo al médico. Tenía miedo de que me volviera puto. Fue la única vez que me llevó al médico mi papá. Al médico me llevaba mi mamá. Eso me dejó una cicatriz. Con el tiempo uno intenta comprender, no pudo, no le dio el piné.
Eso es lo que plantea la obra. Tratar de comprender y perdonar de acuerdo al tiempo que le toca vivir a cada uno. Hay un momento fundamental en el cual el padre le dice al hijo: “Yo estaba tratando de protegerte de algo que a mí me enseñaron que estaba mal. Después uno empieza a entender otras cosas, dejá de castigarme con eso, tratemos de mirarnos desde otros lugares”.
Tarde de Fabián Saad. Lunes de febrero y marzo a las 20.30. Teatro Timbre 4 México 3554
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