Viernes, 26 de febrero de 2016 | Hoy
El Festival Internacional de Cine de Berlín festejó esta semana los 30 años de los Teddy Awards, una sección de la Berlinale que premia films lgbtiq. La temática “Retro” incluyó una serie de clásicos restaurados de cine lgbtiq, arrancando desde los comienzos del séptimo arte y las primeras apariciones gay-lésbicas en la pantalla grande, hasta los inicios del nuevo siglo. Con espíritu festivo aunque con fuerte impronta política y reclamos sociales sobre la falta de derechos igualitarios en Alemania y lxs refugiadxs en Europa, SOY fue y vino por la alfombra arco iris y pudo abrazar al osito más cariñoso de la cinefilia marica internacional.
Por Alejandro Dramis
Berlín es como un monstruo de dos cabezas. Alternativa, contracultural y anarquista por un lado, conservadora, temeraria y trágica por el otro, y con el muro que persiste en medio de todo, imaginario pero real. Llegado a la ciudad dos horas antes la ceremonia, entre el largo viaje y las pocas ganas de aprender la red de subterráneos berlineses, decidí que era mejor caminar desde el hotel hasta la Berlin Central Station, sede oficial de la fiesta. En mi ruta me topé con el “Memorial para los homosexuales perseguidos bajo el Nacional Socialismo”, un monumento de cemento gris ubicado desde el 2003 en el interior de una plaza que cuenta con una ventana por la que se puede ver en su interior un video en loop de parejas del mismo sexo besándose una y otra vez. Peor es nada, pero homenajear a 50.000 homosexuales perseguidos durante el Tercer Reich con un mamotreto escondido de la mirada dispersa y sin mención de las luchas y de las víctimas es, por lo menos, un testimonio de que las culpas del presente por los crímenes del pasado se negociaron demasiado rápido en el Reichstag. Entre la alegría por llegar a los Teddy y la tristeza por los memoriales de la nefasta historia alemana, lo primero que pasó por mi cabeza fue el intento de comprender cómo se conciliaba el glamour y la fiesta del cine lgbtiq con el segregacionismo pasado y presente que inunda la ciudad en sus monumentos y en sus faltas de leyes igualitarias. Ni la fiesta ni los reclamos políticos por derechos y conquistas podían quedarse puertas afuera de los Teddy. Y no lo hicieron.
En la Berlin Station todo se tiñó rápidamente de fiesta y activismo. Monjas barbudas, jeques queers y una infinidad de vestimentas y looks de todos los colores coparon la antigua estación ferroviaria, transformando el viejo galpón en un antro precioso y trash al mejor estilo Ave Porco. Los que iban llegando en masa y se abalanzaban entre besos y abrazos sobre el champagne y los pretzels gratuitos, sumados al pochoclo y los ejemplares que repartían los chongos de la revista gay Männer, desvestidos cual cigarreras de Pigalle de una belle epoque de lo más queer. Costó que nos sacaran el champagne de las manos y detuvieran nuestros besos, pero finalmente nos acomodamos en las butacas de la sala para dar comienzo a la entrega de los premios. Para calentar un poco más la cosa, que ya estaba bastante caliente sonaban en vivo las geniales BrassAppeal, una banda de vientos y percusión de cuatro guerreras del bronce que con más de una década en las tablas la descosieron versionando temas que iban desde James Brown hasta Michael Jackson, pasando por varios himnos queer que tiraban bastante hacia la década del ochenta, haciendo honor a la temática del festival.
Las luces bajaron y el puntapié lo dio un video memorial que repasaba lxs grandes héroes y heroínas del mundo del espectáculo que se fueron en los últimos 30 años, musicalizado con una versión en vivo de “Heroes” de David Bowie que resaltaba el amor que desbordaba desde la pantalla junto a los nombres de Chantal Akerman, Divine, Greta Garbo, Derek Jarman, David Kato, Rudolf Nuréyev y Holly Woodlawn, entre tantxs otrxs.
La excitación a niveles altísimos mezclada con alegría, abrazos y activismo no paraba de crecer entre el público que colmaba la glamorosa estación, y cuando la ceremonia arrancó formalmente de la mano de Michael Müller, actual alcalde de Berlín, los aplausos y gritos estallaron para acompañar sus palabras sobre los Teddy Awards que consideró, además de un evento artístico, una representación del “compromiso político para luchar contra la Intolerancia”, en un claro mensaje dirigido a las negativas de Angela Merkel frente a los reclamos de la comunidad lgbtiq local, dejando en claro lo mucho que queda por hacer, empezando por la ley de matrimonio para parejas del mismo sexo. Abriendo el camino para conocer las películas ganadoras de este año (ver recuadro), al mismo reclamo se sumó el editor de la revista Männer, Kriss Rudolph, encargado de presentar el primero de los premios de la noche: la elegida como “Favorita de los lectores de Männer” y galardonada fue la brasilera Don’t Callme Me Son, de Anna Muylaert. La entrega fue tan veloz como la transformación de la ceremonia formal en un concierto de la popstar Anna Nakblab, interpretando su hit del momento por estas tierras: una canción plástica de estribillos tan obvios como pegadizos llamada Supergirl que no logró seducir a la comunidad de queers y locas presentes, que parecíamos clamar por más ruido y menos edulcorante. Tras el silencio post pop se proyectó en las pantallas el saludo cumpleañero de celebrities que brindan su apoyo al Teddy, como (el a esta altura infaltable) James Franco o la diosa Tilda Swinton, que se robó de inmediato los alaridos y el amor de toda la estación. La próxima ganadora bajo la categoría “Mejor cortometraje” fue la animada y desquiciada Moms on fire, y entre las risas que no cesaban luego de su proyección llegó el turno del “Premio de la audiencia” para la francesa y reflexiva Paris 05.59.
La película más aplaudida fue Kiki, una coproducción sueco-norteamericana sobre la vida cotidiana y la danza callejera de la comunidad afroamericana lgbtiq que se llevó el premio al “Mejor documental”, seguida por una performance del cantante norteamericano John Grant, que ilustró dos de sus canciones folk con videos de fotos y documentos históricos de la comunidad queer que incluían imágenes de prisioneros lgbtiq en campos de concentración nazis, escenas de Stonewall y el famoso tortazo que Harvey Milk y su tropa le pegó en una transmisión de TV en vivo a la política católica y conservadora Anita Brian que, digámoslo, siempre es divertido volver a ver. Luego del mucho más interesante video que las canciones de Grant llegó el turno del “Premio del jurado”, con justicia otorgado al film Nunca vas a estar solo, del director chileno Alex Anwandter, quien alertó por los crímenes de odio que ocurren con frecuencia en su tierra natal. Ya apagándose el fuego de la ceremonia y prendiéndose los flashes de la fiesta que se avecinaba, subió al escenario el “Daddy de los Teddy”, Wieland Speck, que invitó a cada unx de lxs presentes adoptar en carne propia el papel de los refugiados europeos y reclamó por mayor cuidado aún, por parte de los Estados, de los refugiados queer que están siendo doblemente expuestos a situaciones de violencia y maltrato.
Pero si hubo un momento en el que todxs y cadx unx de lxs presentes soltamos una lágrima o varias más, ese fue con la llegada del “Premio especial”, otorgado a la enorme y emocionadísima Christine Vachon, productora de muchas joyas del cine queer entre las cuales figuran Swoon, Go Fish y Hedwig and The Angry Inch. El fin de fiesta se hizo con la categoría de “Mejor largometraje” y la ganadora fue la austríaca Tomcat, premio que recibió su director Handl Klaus, quien desbordado de emoción, entre risas y llantos, terminó por contagiar al público del clima festivo que ya no encajaba entre los silencios respetuosos de los muros de la estación. Entre luces bajas, muchas más copas de champagne y la psicodelia freak de las imágenes mezcladas en vivo por el robusto y barbudo Teddy Bear de la noche, el austríaco Vj Alkis, al que, si no hubiera sido por sus acotadas horas de vuelo (las reales, no las metafóricas) me lo habría llevado como invitado de lujo al hotel, la fiesta incrementó sus besos y reivindicaciones desde el séptimo arte, y también, le aumentó de a poco la preocupación a este cronista, que debía regresar al hotel después de una noche como esa en una ciudad como ésta.
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