Viernes, 8 de abril de 2016 | Hoy
DANZA
Nació del amor, voló alto y despeina cabezas en los escenarios del mundo. Rara avis para el teatro independiente: Un poyo rojo va por la octava temporada.
Por Gustavo Pecoraro
Protagonizada por Alfonso Barón y Luciano Rosso, con coreografía de Nicolás Poggi y el propio Rosso (los nombres de la génesis amorosa del título) y dirección de Hermes Gaido, Un Poyo Rojo encamina su octava temporada en El Galpón de Guevara, luego de su exitosa gira europea de 2014 donde apabullaron al Festival OFF d’Avignon (Francia) y al Festival Iberae de Madrid (España), y antes de una nueva que lo llevara al Theatre du Rond Point en París y a otras ciudades de Francia. Luego Florencia, Bruselas, Barcelona, y Suiza.
Desde el teatro a la gimnástica y desde lo corporal a la danza, Un Poyo Rojo se baila unos pasos con la alegre subversión -y se agradece- que contrapone a Lía Crucet y Radio María con la seriedad que impone la disciplina de puntas. Alejada de la definición exacta, esta obra de arte (encasillarla en alguna disciplina sería desmembrarla) nos cuenta el acto de apareamiento entre dos hombres (alados) que se gustan y que en una virtual riña de gallo -o pollos en este caso- buscan picotearse el cuello o la boca, más precisamente. El pavoneo de batalla de la conquista sujeto al quién la tiene más plumosa. Dos cuerpos que se buscan, se esquivan, se miran desde lejos, se cercan, se rozan y se llevan en un baile erótico que expone el deseo.
Habrá que preguntarles a lxs autores sí es así, pero la estética que aportan las mallas apretadas y el sudor de los cuerpos en poesía, de los cuerpos en movimiento, de la riña, tienen un poco el morbo de la Ya?l? güre? (lucha en aceite que es deporte nacional de Turquía) pero en versión menos chongo. Acá la pluma es parte y es lo que importa.
Como los cuerpos, portadores de palabras no dichas, expresadas en la urgencia de esos cuerpos (como definió Jacques Lecoq) donde la palabra tiene lugar para surgir, para llenar el escenario, pero no se dice. Estalla por los poros y los ojos y las yemas de los dedos y los labios.
Eugenio Barba escribió que “A veces el camino más breve entre dos puntos es un arabesco”. Rosso y Barón -en perfecta armonía- llenan el escenario con la bella propuesta de ser uno de dos, donde la copula se infiere intenso arabesco sexual como una tarde de casi siesta en una serranía sanjuanina al calor del verano ardiente.
Viernes a las 23 y sábados a las 21 en El Galpón de Guevara, Guevara 326.
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