La búsqueda de originalidad, de fama, la determinación de cambiar el mundo son algunas de las fuerzas que muchas veces han empujado al arte hacia sus propios límites. ¿Cuál es la diferencia entre una artista lesbiana, gay o trans y una obra queer? Lo queer aparece en la lectura, en las intenciones, en el lenguaje, en los efectos. Y también en su relación con el mercado del arte. ¿Es lo queer un argumento de venta? Aquí, una visita no guiada a cargo de obras, artistas y curadores que da pistas para avanzar con más preguntas por los pasillos de la feria ArteBA, que inauguró ayer.
› Por Dolores Curia
En una de sus obras más conocidas la fotógrafa norteamericana Catherine Opie cubre su cara con una máscara de látex. Además, un pantalón de cuero le corta la respiración. Su torso está desnudo y, desde los hombros hasta las muñecas, su piel está llena de clavos de acero que la atraviesan prolijamente. En el medio de su pecho, un tatuaje que todavía sangra refuerza la idea: “Pervert”. Durante los noventa la obra de Opie se ocupó principalmente de retratar personas trans, de sus amigas con barbas postizas y de este tipo de autorretratos. ¿Qué es exactamente lo que hace que esta imagen encaje de inmediato bajo el rótulo de queer? ¿Que viola las reglas del retrato clásico tapándose la cara? ¿Que temáticamente está ligada al BDSM? ¿Cambiaría algo si alguien esgrimiera que en verdad Opie no es lesbiana?
Una de las obras más famosas del cubano Félix González-Torres, abiertamente gay, es la foto de una cama vacía (multiplicada en veinticuatro gigantografías publicitarias que desperdigó por Nueva York), donde se ve la huella de dos cuerpos ausentes. La hizo poco después de la muerte de su gran amor Ross Laycock. ¿Es este último dato el que determina que la historia visual reciente la haya considerado una obra gay por antonomasia? ¿O habrá sido su trayectoria atravesada por las referencias entorno al VIH? ¿Si no conociéramos la bio de su autor, la interpretaríamos como queer? ¿Se debería buscar su carácter raro en la técnica? ¿En la lectura del espectador? “Lo queer es una actitud, un diseño, una imagen, un planteo de aquello que no puede ser encasillado. Tanto con respecto al género como al pensamiento, la filosofía”: esta acepción de lo queer elegida por Roberto Jacoby tiene todo que ver con el arte contemporáneo, cuya marca es romper los sistema de clasificación preexistentes, por ejemplo, la división entre pintura, escultura, grabado, dibujo. Citar para destrozar: cada vez que el arte contemporáneo toca una imagen canonizada es para hacerla pedazos.
¿Es lo queer en el arte una categoría para tildar aquellas obras relegadas a la esfera de lo frívolo? En 1992, el crítico Jorge López Anaya publicó la reseña “El absurdo y la ficción en una notable muestra” sobre una exposición de Jorge Gumier Maier, Omar Schiliro, Benito Laren, Alfredo Londaibere en el Espacio Giesso. López Anaya categorizó a la muestra con una palabra trasplantada del universo comestible: light. Un arte de bajas calorías quería decir: apolítico, liviano y también gay. A lo largo de los noventa, lo light funcionó, con distintos grados de descreditó, en contraposición al activismo con todas las letras: lo rosa light podía aludir tanto a lo irónico y lo grotesco, como a lo devaluado y lo kitsch. Y fue apuntando, mas personalmente, a aquellos artistas nucleados por Gumier Maier en el Centro Cultural Rojas, entre ellos, Marcelo Pombo, quien recuerda aquella historia así: “A mí la etiqueta de rosa light, en contraposición a un arte Rosa Luxemburgo, que me atribuyeron en los 90, no me molestó en absoluto. Al contrario: ¡Me la quedé! No se me hubiera ocurrido ponerme esa etiqueta, pero si alguien veía eso en mi obra... bueno. En lo rosado y lo liviano también había un sentido de reivindicación política, por eso abracé esa etiqueta identitaria aunque fuese provisoria, como todas las etiquetas.”
¿Qué rol tiene hoy la asimilación domesticadora de los márgenes, lo fronterizo, lo minoritario, por parte del mercado del arte? ¿Lo queer está de moda, suma valor agregado? ¡Pero si el arte queer no existe!, jura el curador español Manuel Segade –que en ArteBA está a cargo del espacio Solo Show–, porque “lo queer es una forma de leer el sistema de los géneros, que nos hace comprender que nuestra posición allí es relativa. Del mismo modo que tampoco existe el arte decolonial, lo que hay son políticas decoloniales y, en todo caso, obras que estimulan ese pensamiento.” Para Segade no es “que estén de moda” los artistas que trabajan con el asunto, “pasa que llevamos treinta años de feminismo y teoría queer, que han ido transformando la cotidianeidad de la gente porque producen visibilidad. Puede que en la obra de un artista afro encontremos expresiones antirracistas, pero primero el afro tiene que poder hablar. En el arte, tarde o temprano, termina entrando aquello que va emergiendo en la sociedad, como la crisis económica, por ejemplo, que también se ve en las obras, pero eso no tiene nada que ver con la moda.” Para Jacoby, por su parte, la presunción de un mercado que se ha engullido las rarezas del arte tiene sus límites: “Incluso hoy los coleccionistas son bastante cagones. Un ejemplo es ‘La castidad’, una obra mía que parodia el amor griego entre un viejo y un joven. Circuló por todos lados, todas las ferias, los coleccionistas preguntan por ella, les gusta, pero al momento de comprarla dicen ‘no la puedo poner en casa’. ¡Incluso coleccionistas súper gays! A todos les da idea de pedofilia. Sin embargo, ¡el muchacho de la obra tiene veintitrés años! Moraleja: los tabúes en el mercado del arte no desaparecen, solo se corren un poco.”
EL HIJO DEL PERFORMER
En toda su obra Valentín Demarco mezcla los estereotipos del macho argentino, el imaginario campestre con el imaginario que rodea al artista contemporáneo. Acá, se puede ver una silla BKF (diseñada por tres argentinos y que se hizo famosa mundialmente en los 60 por aparecer en la portada de Playboy). El desnudo de la foto es Demarco tapándose la cara con un sombrero intervenido con imágenes a medio camino entre los emoticones y la simbología de la cerámica precolombina. La tradición reaccionaria del campo y el orgullo nacional por la silla famosísima, se encuentran con una pose muy de revista porno gay. Se cruzan con otros orgullos, asegura el autor.
En Isla Flotante
TRASH
El documental que Miguel Mitlag realizó entre 1997/1998 registra el intenso universo de Sergio De Loof, fue filmado a partir de reuniones informales a veces y planificadas otras. Pocos años después Sergio declaró no recordar nada de lo que aparece en el film. Palabra de autor.
En Dixit
AUTORRETRATO
Francisco Toledo (1940) es uno de los más viejos artistas modernos mexicanos, que sigue muy activo. Se lo conoce como pintor, ceramista y escultor, pero casi nada se sabe de su trabajo fotográfico, que fue más bien experimental. El ha mantenido estos trabajos ocultos, y aquí podrán verse por primera vez. Son autorretratos eróticos que realiza con cámaras polaroid intervenidos a mano, pintados, rayados.
En Photo Booth
LA PROMESA DE HACER DE ESTA CIUDAD NUESTRO PARAISO
La artista platense que firma como La Siete Lebrain presenta historias callejeras contadas con una pequeña cámara analógica reunidas en un libro. ¿Vandalismo o intervención? Hay monumentos “decorados”, pintadas, escenas de la liturgia de la amistad, alcohol, fotocopias. También, el torso de una travesti en el que se mezclan el glamur kitsch del oro de fantasía y la memoria de la violencia, la huella de una herida. Cuerpos en riesgo pero cargados de vitalidad política la de la creación, la del ocio.
En BUM y el libro se presenta el sábado a las 17 en la Isla de Ediciones.
MUSEO ARGENTINO DE ARTE REGIONAL
Sobre una foto de Man Ray en la que posan Gertrude Stein y su pareja Alice B. Toklas en un living de posguerra, Marcelo Pombo colocó a las titiriteras argentinas Mané Bernardo y Sarah Bianchi. Una reivindicación de lesbianas artistas entre otras reivindicaciones. Durante 2012 y 2014 Pombo fue subiendo imágenes a un Flickr. Pinturas u obras del pasado argentino y latinoamericano ligadas en distintos modos a una imaginación provinciana intervenidas con Photoshop. Puede aparecer un trabajo de cestería chilena colado en las paredes de un gran museo europeo. O una imagen prefabricada de Disney dialogando con una obra de Juan Acha o Berni.
En Dixit
FOREVER
BásicaTV está conformado por los uruguayos Luciano Demarco, Guzmán Paz y Emilio Bianchic. Su trabajo explora cómo se construye alguien ante la mirada de los otros, en el mundo virtual o real, por eso se van representando a sí mismos dentro de distintos cuerpos. “Forever” es una foto tomada en el subte y luego súper retocada. Los tres están envueltos en la bandera argentina y con bolsas de Forever 21, jugando con la noticia que estaba por todos lados en ese momento (fines de 2015) de que ésa y otras tiendas yanquis vendrían a Argentina.
En UV Estudios
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