Viernes, 29 de julio de 2016 | Hoy
Morgana es una cantante lírica mexicana que un día decidió viajar a Tailandia para competir en un concurso de belleza y costearse su reasignación de sexo. Hoy es embajadora en la ONU y da conciertos por el mundo. La ópera prima del director argentino Flavio Florencio registra ese largo viaje. Hecho en Bangkok se estrena en el marco del Fidba.
Por Paula Jiménez España
Una de las primeras cosas que conoció de México fue su noche. Una noche que ponía a las travestis en un candelero donde las hacía brillar para luego esconderlas durante el día. Aquella impresión fue tan fuerte que años después se decidió a encarar un proyecto documental sobre una de ellas: Morgana, una cantante lírica que viajó a Tailandia para participar de un concurso de belleza cuyo premio monetario le garantizaría la reasignación de sexo. Él viajó con ella y con ella estuvo en los camarines, en la pasarela, en la sala de espera del quirófano y en el momento en que Morgana vio por primera vez en un espejo la imagen de su cuerpo soñado. Este director se llama Flavio Florencio, es argentino y el 30 de julio estrena en el FIDBA (Festival internacional documental de Buenos Aires) su primer y popularísimo largo llamado “Hecho en Bangkok”. “A Morgana la conocí en una cantina del DF –dice–. Yo estaba haciendo un casting para un documental sobre una mujer trans en busca de su reasignación de sexo y recorrí todos los bares travestis y transexuales de México buscándola. No fue fácil. Una noche la vi a Morgana, que estaba cantando en el escenario de un bar. Me impactó su voz y me acerqué, le pregunté y cuando me contó su vida, dije: Ah, eres tú. Y al tiempo me puse a trabajar desde esta óptica: yo no quería que viéramos una mujer trans sino que sintiéramos como una mujer trans siente.”
–La comunidad trans en México tiene un nivel socioeconómico muy bajo, normalmente están abandonadas por su familia. Estas operaciones son costosas y aunque muchas quieren hacérsela casi nadie puede. En México te puedes operar de maneras inseguras y peligrosas, con doctores clandestinos, sin experiencia. Entonces la opción es viajar a EEUU, allí las operaciones son imposibles de pagar o ir a Tailandia, que es la meca. Eso cuesta entre viaje y operación más o menos 20000 dólares. Y ellas viven de hacer shows o cortar el pelo.
–Sí, con suerte. En México estas chicas viven en la marginalidad. La comunidad LGTB a ellas no las incluye nada y viven sin derecho a la salud o a la educación. Es el caso de Morgana, a quién también echaron de su casa. En la morgue mexicana a los cadáveres de las personas trans nadie los recupera, nadie los reclama, se quedan ahí.
–Sí, exactamente. El origen es que cuando llegué a México, mis amigos que eran de clase media alta, me llevaron a shows travestis y era muy divertido, pero luego el show era como un circo y yo me preguntaba ¿dónde están durante el día, porque no se incorporan a la sociedad, porqué no las vemos afuera, trabajando? Y la respuesta fue que durante el día se escondían y en la noche encontraban la aceptación bajo la máscara del artista. Algunas, la aceptación la consiguen a través de sus personajes, la gente adora a la travesti que imita a tal o cual estrella.
–Es un destino donde la gente va a operarse, tiene un nombre, algo así como “vacaciones sanitarias”. Hay doctores muy buenos. La sociedad tailandesa al tercer género le dice “lady boy”. Tu llegas a Tailandia y las ves por todos lados, de diferentes maneras, está muy aceptado, lo distinto es que no tienen leyes que lxs protejan a diferencia del DF o de Argentina. En México hay leyes que lxs protegen, pero quien no protege a la comunidad trans es la misma sociedad. En Tailandia es al revés. La sociedad las protege y el sistema no. México en cambio es el segundo país del mundo con el índice más alto de asesinatos a esa comunidad. En un país violento y machista, donde hay un narcoestado, ¿a quién le va a interesar esto? A nadie. A parte, las llaman “crímenes pasionales” a sus muertes. Y por eso no se investigan lo suficiente, porque en cierta manera “se lo merecen”, algo habrá hecho, se habrá acostado con quien no debía. En Tailandia, en cambio, hay diputadas trans, y de apoco se abre más y más. Creo que tiene que ver con el budismo.
–Morgana dice en la película: esta es la enfermedad de la que me voy a curar, es como decir que cuando su autopercepción coincidiera con su cuerpo esa disforia desaparecería. Ahí está el tema, hay mucha gente que se enoja con esta parte de la película porque no se siente enferma.
–Es interesante como lo dices. Para mí tiene dos explicaciones, una personal, como director elegís desde donde contar la historia. La película para mí es un relato como de Cenicienta, el viaje del héroe que logra su objetivo, pero en realidad el objetivo no es la operación sino lo que se encuentra detrás de esa puerta, ¿los padres de Morgana o nosotros? Ahí estamos nosotros que no queremos ver. Una gran parte de la sociedad prefiere que Morgana se disfrace. Aquí la paradoja es que se dice que se disfraza de mujer, pero en realidad se disfraza de hombre. Morgana es una mujer que se tiene que disfrazar de hombre para ver a su padre, y ella dice: esto es un acto de amor, yo sé que él me quiere, un día me aceptará y mientras tendré que aceptar que él me vea así. Yo tampoco quería un final activista: soy trans acéptenme.
–A mí y a todxs nos resulta complicado eso. La película no va sobre la operación de sexo sino sobre su verdadera lucha que es que el mundo la acepte tal cual es. En lo que se ve en la película, todos conocemos y aceptamos a Morgana, excepto sus padres y ella prefiere no perderlos. También hay que pensar en un padre conservador de montaña, el mexicano que tienes en tu cabeza, que no puede procesar esa información. Es muy difícil entender temas que nunca nos enseñaron. Morgana fue por el camino de la tolerancia. Ella no termina escondiéndose, sino tolerando. De hombre ella no tiene nada, se le nota que no lo es se ponga lo que se ponga.
–No está recreada. Antes de la película ella no era conocida, ahora es una persona muy popular. Es embajadora de la ONU, da conciertos y viaja mucho, a Francia, Tailandia, Costa Rica. Si antes su talento no fue reconocido es porque era trans, nada más y ahora vive de la música, escribe su biografía y está en la cresta. El otro día cantó en la recepción de la Embajada de Sudáfrica y los embajadores se sacaban fotos con ella. La gente la toma de ejemplo. Los padres siguen, no obstante, iguales. La madre vio la película, pero su papá no y dice que no la va a ver nunca. Debe ser la única persona que no la vio en todo México, porque estuvo en todos los cines y ganó todos los premios.
–Es mi tema. Yo conduje dos programas sobre la comunidad trans en Bice (una revista y canal de tv de Nueva York que produce contenido audiovisual), uno se llama El sueño travesti y otro se llama Víctima de la vanidad que habla sobre las mujeres trans que se inyectan aceites minerales para darle forma femenina. Esta serie la hice al terminar la película porque había muchas historias para seguir contando. Otro de los capítulos habla de las chicas que van presas a las cárceles de hombres. Ahora me encuentro en el estado de Tabasco haciendo un documental sobre la maternidad subrogada, porque el gobierno de México aprobó una iniciativa de ley para restringir y prohibir el acceso a la maternidad subrogada a los homosexuales y a los extranjeros. Y en África, donde viví muchos años, estoy produciendo una película sobre el movimiento homofóbico que, como todos sabemos, allí es muy fuerte.
Este sábado 30 de julio, a las 23.30, en el Cine Gaumont, Espacio Incaa. Rivadavia 1635.
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