Viernes, 23 de septiembre de 2016 | Hoy
TEATRO
La adaptación musical del libro para chicxs de Dani Umpi El vestido de mamá les canta a los adultos de la platea sobre cómo aprender a ser y dejar ser.
Por Franco Torchia
Publicado en 2011, el libro El vestido de mamá lleva dos firmas: la del ilustrador uruguayo Rodrigo Moraes y la de quien alguna vez se definió a sí mismo como un niño que, en su fundacional Tacuarembó, supo ser “una mariquita mala”: el artistísimo Dani Umpi. Ambos, construyeron un texto de necesidad y urgencia que ahora llegó al teatro, en una despojada pero efectiva puesta en escena del inter e indisciplinado director Gustavo Tarrío. Con juegos de luces, telón negro, pocos objetos y pianista y piano en escena, la adaptación 100% musical representa con fidelidad la historia del niño de siete años que arranca confesando: “Mamá tiene un vestido hermoso que sólo usa para las fiestas”. El pibe quiere calzarse ese diseño preciado que mamucha reserva para grandes ocasiones y ponérselo también para ir a jugar al fútbol, por ejemplo. El conflicto será cómo evitar las risas y el maltrato y cómo evitar que los grandes se den cuenta. Como epifanía, un retazo brillante y con pocas costuras desciende del techo del escenario, reluciente, dominante, operístico. El varoncito se lo calza nomás. El poder de esa imagen se mantiene a lo largo de una hora durante la que Emiliano Pandelo, figura felizmente inevitable del teatro para niñxs y otrora presentador del ciclo ArtAttack en Disney Channel, captura toda la atención. Junto a Paula Beovide y Andrés Granier (los padres), y al son de Pablo Viotti, los actores –sus caras, sus acciones, el vestuario y su decir– parecen tan ilustrados como los personajes del libro. Todos, entre el doblaje y la parodia. Cada instancia del montaje es una página que contiene la mínima información necesaria, con el máximo color posible. Cotillón en su justa dosis. La obra es parte del Proyecto Familia del Centro Cultural Rojas (“¿Cómo pensar lo que nos piensa?” es el eje del programa) y debería copar el circuito educativo, con excursiones obligatorias para escuelas (escuelas de padres y madres, escuelas de docentes y escuelas también de hijxs). ¿Por qué? Porque Tarrío le agrega al texto original, al comienzo, un lamento en formato canción: los adultos enumeran todo lo que necesitan, y no siempre tienen, para ser quienes deberían ser en la vida de su hijo. Cómo ser padres de él, hoy. Y al final, en cambio, celebran la diversidad y glosan las formas habidas y por haber de ser Benvenuttos o Campanellis (en una de esas, cantan “soy hija de puto”, un verdadero hallazgo categorial). Son padres tan presentes como mareados y así caminan las escenas, con gestos de corrección política seguida de desconcierto. Si en algo instruye –sí, instrucción, cómo no y por qué no– El vestido de mamá es en no postular ni por asomo analogías fatales. No hay alusión alguna a lo que, por esto de montarse, taconear y sentarse a ver a Mirtha en la tv, podría pasar en la vida del niño más adelante. El árbol no “se endereza” de chico porque no se dobla de grande. El espectáculo se para en el deseo y en el hábito de portar ese “trapo” y lucirlo en plena sala Batato Barea. Dónde si no.
El vestido de mamá, de Gustavo Tarrío. Sábado 24 de septiembre y sábados de octubre y noviembre a las 17, Centro Cultura Ricardo Rojas, Av. Corrientes 2038.
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