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Viernes, 23 de septiembre de 2016

POSPORNO

INTENTENLO EN SUS CASAS

Filósofo, mexicano, investigador de la Universidad Autónoma Querétaro, Fabián Giménez Gatto presenta este lunes Pospornografías (La Cifra Editorial), una mirada a la presencia porno en la cultura de masas y una crítica de lo que se produce en Latinoamérica con tanta dependencia del modelo europeo. ¿Cómo alcanzar un posporno propio?

 Por Dolores Curia

¿A qué le llamás exactamente “pornificación de la sociedad”, esa idea a la que volvés tantas veces en tu libro?

–El carácter tabú que supo tener la imagen pornográfica hoy no es tal, al contrario: tiene una presencia en la cultura de masas muy fuerte. Entre otras causas, esto se explica por el desarrollo de la cultura digital. Quizás no tanto la imagen porno en sí sino las alusiones a la pornografía en la cultura no pornográfica. A eso le llamo pornificación o porno chic. Un ejemplo son las comedias de enredos sobre cómo hacer una película porno. La película en sí mismas no muestra imágenes sexualmente explícitas, pero la pornografía es el tema.

¿Hay una línea porno en el género reality?

–Ahí tienes a Sasha Grey (actriz porno retirada, la protagonista de The girlfriend experience, de Steven Soderbergh, contando su vida en un talkshow. Por supuesto que la imagen porno no es hoy para todo el mundo cien por ciento amigable, sigue generando reacciones, pero cada vez es más visible. Pensemos en Boogie nights, una película no pornográfica pero que habla de la pornografía en la época dorada del porno y cómo cambia con la aparición del video. El reality Family Business, sobre una familia que se dedica a producir, actuar y dirigir porno, es otro ejemplo.

¿El posporno sería un efecto o una reacción?

–En verdad, la pornificación es un parte de un fenómeno más amplio, que es la “pornografía expandida”, es cuando la pornografía rebasa sus límites y entra en diálogo con la academia, el arte, la publicidad, la moda. A este cruce con la cultura de masas el teórico norteamericano Brian McNair lo llama porno chic. Por otro lado está en cruce con la Academia, las teorías críticas sobre la pornografía, como lo que hace Linda Williams en sus libros Screening Sex y Hard core. Luego tenemos el posporno, que tiene que ver con el encuentro con el arte. Las del posporno son estrategias de producción donde también se cuestionan los códigos representacionales del porno pero en el registro del arte.

Hablás de un posporno relacionado con el arte y no necesariamente con el activismo.

–El cruce con el activismo es otro momento. Es lo que en España y en Latinoamérica se conoce como pornoterrorismo, que es usar el porno como un arma de acción política en clave queer. Mi libro Pospornografías intenta acercarse a ciertos vacíos: se ha escrito mucho sobre el posporno en relación al activismo y la disidencia sexual al punto de que para muchos “pospornografía” y “disidencia sexual” son casi sinónimos. Y si bien buena parte de la disidencia sexual funciona en el registro del posporno, no todo el posporno funciona en clave de disidencia sexual. Hay muchos artistas que trabajan deconstruyendo la imagen porno a partir de otros intereses, un ejemplo es Usina de la transgresión, un movimiento neoyorquino de cine experimental de los 80 que articula sexo y violencia. Los cortos del colectivo polonés Suka Off, que nada tienen que ver con la disidencia sexual. Mi libro intenta hacer visible que el posporno no es un bloque unitario.

A veces da la sensación de que el posporno es una gran promesa…

–Hay problemas similares que atraviesan toda Latinoamérica. El posporno para nosotros tiene una impronta muy españolizada. El colonialismo y poscolonialismo actúan en todas las áreas. En el caso de México, los artistas están intentando salir del lugar común del posporno español entendido sobre todo como una serie de prácticas que a fuerza de repetirse terminan siendo previsibles. En “The public service announcement” cuando Annie Sprinkle se mete un espéculo en la vagina e invita a la gente a ver su cuello uterino, hay un gesto de carácter fundacional y subversivo. Pero si veinte años después la gente se sigue metiendo cosas en el ducto vaginal, ¿dónde queda la experimentación? No tengo la solución, pero seguramente debe tener que ver con motorizar más diálogos entre los distintos grupos, artistas, teóricos, activistas, para darle vueltas de tuerca al posporno mainstream.

¿Qué sería el posporno mainstream?

–Una tendencia cultural dominante, con ciertos nombres, ciertas propuestas. Cuando no hay reinvención se cae en los mismos lugares comunes propios del tipo de pornografía que quiere criticar. Ligo este mainstream a la producción española, que llega con mucha fuerza a Latinoamérica. Paul Preciado es una referencia obligada. Parece que es imposible escribir sobre posporno sin empezar con un epígrafe de él. El problema no es Preciado, por supuesto, sino lo que hacemos con él. Con esa apropiación acrítica generamos una suerte de ortodoxia. Los trabajos pornoterroristas de Diana Torres y la estética cutre y bravucona de María Llopis son muy interesantes, pero aquí, nos los solemos apropiar de modo un poco parasitario. Y si bien es interesante, ésa no es la única manera de hacer posporno. Cómo pensar el posporno desde Latinoamérica es un debate que todavía nos debemos.

Pospornografías se presenta en las III Jornadas Posporno “Desde el culo del mundo”. Lunes a las 18, Centro Cultural Paco Urondo, 25 de Mayo 201. Más info en: pacourondo.filo.uba.ar

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