Viernes, 30 de septiembre de 2016 | Hoy
Una pastilla por día y adiós al riesgo de la transmisión del VIH. Así como suena. El tratamiento se conoce como PrEP (Profilaxis previa a la exposición) y podría ser una gran respuesta para aquellas personas que se encuentran en situación de alto riesgo de VIH y para aquellas zonas de este planeta donde los poderes sanitarios no se ocupan en absoluto de la prevención. A pesar de su probada eficacia, su precio hace de este tratamiento un privilegio, incluso en Estados Unidos, donde se comercializa desde 2012. Aquí, una guía que responde preguntas frecuentes sobre sus ventajas y sus riesgos, y algunas explicaciones de por qué en estas tierras ni siquiera figura en la lista de los pendientes.
Por Federico Kukso
La primera vez que Eric, un estudiante americano, escuchó hablar de ella fue en el baño de un boliche gay. Ahí, en el subsuelo de Paradise, en Cambridge, Estados Unidos, lejos de los escuálidos go-go dancers y de aquel empleado de seguridad de barriga pronunciada que cuidaba que nadie entrara borracho o con un arma, dos chicos que conversaban entre sí a los gritos, excitados, llamaron su atención más que lo que sus ojos pescaban aquel día en los mingitorios. Entrecortadas por la música al palo que invitaba a poblar la pista, “mágica” y “sin forro” fueron las palabras que funcionaron como gancho y despertaron su curiosidad.
Era un sábado de noviembre de 2012 y hacía recién dos meses que una pequeña pastilla azul –comercializada bajo el nombre de Truvada– comenzaba a circular de boca en boca primero como rumor y luego como esperanza. Se trataba de una nueva arma para prevenir la infección de VIH, luego de que la FDA (la Agencia de Alimentos y Medicamentos estadounidense) la aprobara el 27 de agosto de ese año para su consumo en personas sanas (sin VIH) expuestas al virus a través de relaciones sexuales o drogas intravenosas.
En realidad, no era una droga del todo nueva: la píldora había sido sintetizada en 2004 por la farmacéutica Gilead Sciences y venía siendo utilizada en combinación con otros fármacos como tratamiento en personas que ya viven con el virus. Posteriores ensayos demostraron uno tras otro que podía hacer mucho más. En 2008, infectólogos suizos informaron que los portadores del virus bajo un tratamiento experimental no se lo transmitían a sus compañeros sexuales. “Es un punto de inflexión en la investigación sobre el VIH/sida”, afirmó por entonces Mitchell Warren, director de la Coalición por una Vacuna contra el Sida.
Dos años después, llega otra gran noticia: la revista The New England Journal of Medicine publicaba los resultados de un estudio clínico de tres años, financiado por el Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos. Realizado en 2499 personas con alto riesgo de infección por VIH, este ensayo conocido como “iPrEx” –llevado a cabo en Brasil, Ecuador, Perú, Sudáfrica, Tailandia y Estados Unidos y dirigido por Myron Cohen de la Universidad de Carolina– demostraba que el consumo diario de las drogas antirretrovirales tenofovir y emtricitabina reducía un 99% el riesgo de transmisión del virus. Los investigadores bautizaron al tratamiento “profilaxis previa a la exposición” o PrEP. Y quedó. Tan importante fue que la revista Time lo consideró la innovación médica de 2010, uno de los grandes hitos científicos desde que Luc Montagnier descubriera el virus en 1983.
“Es la primera herramienta probada para la prevención del VIH desde el preservativo –aseguró Cohen–. Creo que estamos en el comienzo del fin de la enfermedad”. La Organización Mundial de la Salud incluye en sus guías la recomendación de suministrar PrEP a aquellas personas que se encuentran en situación de alto riesgo de VIH (trabajadores sexuales, transexuales, hombres homosexuales, personas que tienen sexo sin protección)
La presencia de esta sigla en muchos espacios públicos de Estados Unidos es abrumadora. PrEP en los carteles de publicidad en los costados de los colectivos. PrEP en la ventana emergente que salta al abrir aplicaciones como Grindr. Es uno de los rasgos que se colocan en el perfil, una especie de control de calidad, nueva cofradía, o una llamada para quienes quieran tener relaciones sin preservativo y sin el fantasma de la transmisión. PrEP en los videos de Youtube. PrEP en los sitios porno. PrEP en todos lados. Se ha convertido en una de las características en los perfiles tanto como puede serlo el estatus con el virus o el tamaño del pene. En ciudades de Estados Unidos como Cambridge, Boston y San Francisco, ya es imposible no ver esta sigla de cuatro letras por doquier. “El nuevo condón” la llamó la revista Out.
Sin embargo, hordas de hombres VIH negativos con ganas de tener sexo sin preservativo no se lanzaron a conseguir la pastillita. Hay varias razones: una es que Truvada no es barata. El costo en Estados Unidos es de más de 13.000 dólares al año. En ciertos estados, el seguro médico privado cubre este tratamiento para prevención. En otros, no. Además, muchos médicos no quieren prescribirla. En reacción, surgieron los llamados “PrEP navigators” o “PrEP educators” como el psicoterapeuta Damon Jacobs quien toma la pastilla y abrió la página en Facebook “PrEP facts” para brindar información certera.
Aunque la estadounidense es una sociedad hipermedicalizada con pasillos de supermercado repletos de píldoras para dolores aún no catalogados por la imaginación, no se puede tomar Truvada sin un seguimiento. “El PrEP no se basa solo en tomarse una píldora. Es parte de una estrategia de prevención –indica el infectólogo argentino Omar Sued, director del Área de Investigaciones Clínicas de la Fundación Huésped–. Es preciso realizar un monitoreo de la salud, un seguimiento, hacer análisis de sangre. Hay que controlar los riñones por temor a que dañe la función renal. También se observó una pequeña pérdida ósea en hombres. Y en mujeres se desconoce si hay interacción con la flora vaginal o con anticonceptivos. El tema es que nadie sabe qué pasa con un chico de 20 años que toma durante cinco años Truvada. No hay estudios a largo plazo. Es todo muy nuevo”.
Lo que no son novedosos son los estigmas y fantasmas que volvió a despertar la pastilla dentro y fuera de la comunidad científica. En los primeros meses que siguieron a la aprobación de la FDA, surgieron muchas voces en contra del PrEP asegurando que el fármaco era el preámbulo del Apocalipsis: que promovería una promiscuidad desenfrenada y conduciría a una disminución en el uso del preservativo. Tan es así que en Internet comenzó a circular la expresión “Truvada Whore” (puta del Truvada). “¿Le vamos a dar un medicamento que cuesta un montón para el viva la Pepa?” es el comentario más viejo que el sida que subyace en la renuencia a trascender este método de prevención. “Lo que tienen que hacer es dejar de garchar”.
Poco a poco, el PrEP se fue expandiendo por el mundo, cambiando la conversación y la forma de concebir el sexo seguro. Ensayos como el IPERGAY realizado en Francia y Canadá –en el que se exploró un tratamiento más flexible y barato que, en lugar de testear píldoras de consumo diario, implicaba tomar una dosis de dos pastillas (tenofovir/FTC) horas antes de tener sexo y al día después– tuvieron resultados auspiciosos en cuanto a la baja transmisión del VIH. Pero no respecto a otras enfermedades de transmisión sexual como sífilis, clamidia y gonorrea. Aún así, Truvada fue aceptada en el país europeo en enero de 2016. “No vinieron miles de personas a pedirla –cuenta el infectólogo francés Jean Michel Molina del Hospital Saint-Louis de París–. Actualmente, habrá unas mil bajo tratamiento”.
En Inglaterra, la presión social y un también auspicioso ensayo conocido como PROUD hicieron que el Servicio Nacional de Salud aprobara la pastilla en agosto pasado. Para personas como Harry Dodd, quien participó del estudio, la droga le ayudó a aplacar la paranoia de contagiarse. “Ser capaz de tener relaciones sexuales sin tener miedo todo el tiempo es crucial”, dice este joven de 25 años quien vive en Londres, una ciudad donde uno de cada ocho hombres gays viven con VIH. “Dejé de asociar el sexo con el contagio”.
Así como en los sesenta la llegada de la píldora anticonceptiva aplacó el miedo al embarazo entre las mujeres, el PrEP ahora está cambiando la actitud de muchos hombres gays en relación al sexo e incluso la percepción social de personas con VIH.
Cada año hay 2,6 millones nuevas infecciones de VIH en el mundo. Con PrEP se espera que estos números bajen. Su secreto está tanto en lo que esta pastilla hace fuera como dentro del cuerpo. “Cuando una personas con VIH tiene sexo sin protección, los virus ingresan al organismo de a millones –describe Omar Sued–. Muchos se van muriendo en el camino. Y algunos a las 72 horas de la exposición alcanzan un tipo de célula especial llamada células de Langerhans que los llevan a un ganglio linfático y ahí explota la infección, se multiplica el virus”.
Lo que hace PrEP, explica este infectólogo, es bloquear la entrada del virus a la cadena de replicación, obstaculiza al virus a la hora de trasladar su material genético. Es como cuando un ejército quería invadir durante la Edad Media una ciudad amurallada. “Tomar PrEP sería como destruir el puente que conduce a la entrada de la ciudad”, describe Sued.
“Nos preocupa que las personas que están tomando PrEP en Estados Unidos son las más educadas, con mejores recursos –cuenta el investigador estadounidense Ralph Landovitz, participante del Simposio Internacional de Sida y Hepatitis 2016 organizado por la Fundación Huésped en Buenos Aires–. No representan a los grupos que tienen más incidencia en VIH. Estamos tratando de mejorar la educación y penetración de PrEP en las comunidades más riesgosas”.
En la Argentina, la Fundación Huésped realizó una encuesta online entre 180 personas gays para ver qué pensaban del PrEP y unas de las respuestas más frecuentes fue “voy a sentirme más relajado teniendo relaciones sexuales con gente que no conozco”. Muchos no tenían idea de qué era PrEP y al enterarse se mostraron muy interesados. “Aunque la mayoría preferiría una inyección y no una pastilla”, dice Omar Sued.
Hubo proyectos del Ministerio de Salud para estudiar PrEP en mujeres trans y hombres que tienen sexo con hombres pero se cayeron por la crisis. Una de las razones por las que este tratamiento preventivo no se ha implementado aun en la Argentina radica en que la distribución de la medicación en gran volumen la debería hacer el Estado, además de que implicaría incrementar la medicalización de la sociedad. La presión de las multinacionales para que la gente salga a comprar PrEP a través de sus obras sociales no es tan fuerte como en Estados Unidos. Así, en 2015, el registro de PrEP para prevenir VIH no fue aprobado por la ANMAT.
“Pese a eso creo que en unos meses Argentina va a aceptar PrEP y van a empezar algunos programas –dice Sued–. No es para cualquiera. Está orientado a personas de riesgo. Personas que hayan tenido relaciones sexuales sin preservativo en los últimos seis meses. No le vamos a dar PrEP a un chico de 18 años que quiera ir a coger por primera vez”.
Según datos oficiales, el 10% de la población gay tiene VIH en el país. En el caso de la personas trans, la cifra es del 35%. Unas 6000 personas contraen el virus cada año. Y se cree que el 30% de las personas con VIH no han sido diagnosticadas. Los especialistas saben que no alcanza el preservativo. La percepción del VIH cambió. Al no verse a mucha gente morir y saber que es tratable, el pánico social se redujo e hizo que muchos no utilicen profilácticos.
“No tenemos duda que PrEP funciona –reconoce el infectólogo Carlos Falistocco, quien acaba de renunciar como director de SIDA y ETS del Ministerio de Salud de la Nación–. El problema es la implementación. Nos cuesta pensarlo desde políticas públicas por el impacto presupuestario o cómo llegar a las distintas poblaciones. No tenemos un sistema de salud preparado para acompañar desde el Estado ya sea para el control de la medicación, asesoramiento o entrega. Tenemos que aprender de Brasil que empezó a implementarlo. En Argentina, la epidemia se mantiene estable pese al control. Es necesario pensar en nuevas herramientas además del preservativo. Es un derecho de cada ciudadano acceder a la oferta que la ciencia provee”.
Según el médico Pedro Cahn, el país va a terminar adoptando eventualmente alguna política con PrEP. Pero no reemplazará a los preservativos u otras medidas que permiten relaciones sexuales seguras, sino que se usará como método complementario. “Aun no tenemos vacuna –señala– pero contamos con nuevas armas como PrEP”. La Sociedad Internacional del Sida la considera clave para acabar con la epidemia de acá a 2030. Y evitar 28 millones de nuevos casos.
Eric, el chico con el que comenzaba esta nota, comenzó a tomar Truvada en 2013. Como otras 79 mil personas en Estados Unidos –según la farmacéutica Gilead Sciences–, la ingiere todos los días a la mañana cuando se cepilla los dientes. Ya no se hace la cabeza cada vez que ve a alguien que le gusta. “¿Hay PrEP en la Argentina?”, me pregunta. “Aun no”, le digo. Quizás la próxima vez que lo vea pueda cambiar la respuesta y contarle que miles de personas como él también están más protegidos, PrEParados.
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