Viernes, 30 de septiembre de 2016 | Hoy
A LA VISTA
Todos los 25 desde hace tres meses unas veinte personas marchan para exigir justicia por Nicole Saavedra Bahamondes, asesinada por lesbiana, secuestrada y torturada durante días en El Melón, un pueblo cercano a Valparaíso. Lo que comenzó como un caso escalofriante en los medios ha quedado tras un muro de silencio. La Justicia no avanza, la prensa calla y el pueblo parece haber decidido olvidar su nombre.
Por Magdalena De Santo
Estamos del otro lado de la cordillera, en Chile. Nicole Saavedra Bahamondes se junta con sus amigxs el viernes por la noche. Trago va, trago viene, risas, hasta que llega la madrugada y una despedida afectuosa en la parada del micro. Su camino es hacia El Melón, región de Valparaíso. Esa madrugada del mes de junio de este año Nicole quería volver a casa a dormir a pata ancha en la cama de su mamá. Jamás volvió a casa ni contestó el teléfono. La familia supo de inmediato que esto era un muy mal augurio: pegaron carteles informando su desaparición y a la comisaría.
De la ciudad de Quillota donde estudiaba, iba a bailar, tenía amigas y pensaba desarrollarse profesionalmente, a su pequeño poblado de El Melón son menos de 40 kilómetros. Nicole necesitaba llegar a casa y organizar la semana: tenía, por fin, turno para la operación del lunar, esa marca de nacimiento que le molestaba tanto. Además la carcomía el entusiasmo: había llegado el momento de aplicar los conocimientos de la Tecnicatura en Prevención de Riesgos en alguna fábrica de la zona. Por fin, las dichosas prácticas. “Lo aclaro porque no tenía intenciones de irse de su casa, como creen algunos”, sostiene María Bahamondes Bahamondes, su prima.
El Melón es una zona agrícola de árboles frutales dedicada a la cosecha y la minería donde Nicole no podía desarrollarse completamente por eso se trasladaba a Quillota; “La ciudad feliz” como le llama con jactancia cínica el Alcalde Luis Mella. La muchacha vivía con su mamá y conocía de memoria el camino que unía ambos puntos. En el hogar materno sólo eran dos porque el hermano mayor ya se había ido y el padre es del grupo de los ausentes. Ellas juntas estaban muy bien. Además con María a dos cuadras, la prima con doble apellido materno, la familia se completaba. “Nos criamos juntas debido que mi abuelita nos cuidaba porque nuestras madres son manas solteras y trabajaban”. Habitualmente Nicole corría para llegar y esperar con la comida a su mamá que volvía con piernas cansadas del trabajo en la polinización del tomate: todo para la hija, a destajo, para que la Nicole estudie; orgullo de una madre trabajadora único sostén de hogar. “Pero ahora para mi tía ya nada tiene sentido”, dice María.
El ojo de la Nicole siempre estaba revoloteando en el teléfono celular. Las amigas lesbianas y/o víctimas de abusos sexuales que viven lejos le escribían y ella con dedos rápidos las animaba a salir de la depresión. Muchas llegaron al velatorio con el dolor a cuestas, recuerda María. Nicole era adorada y adorable. Tenía veintitrés años. Sin polola estable. El 9 de agosto hubiera cumplido veinticuatro años, pero en su lugar, rosas azules en un cementerio, todos los 25 desde hace tres meses.
“Yo busqué toda una larga semana a Nicole y me siento culpable de no haberla encontrado”, lamenta María. La encontró un paisano de Limache, una zona cercana. Los indicios del dolor y la tortura que sufrió Nicole resultan demasiado explícitos para negarlos: maniatada y con un golpe fatal en el cráneo. Para mayor evidencia, a metros del cuerpo todas las pertenencias de Nicole, no hay robo y quieren que se sepa. Según el forense, la data de su muerte es de sólo treinta horas pero la de desaparición es de ocho largos días. No hay que ser investigadora profesional para inferir que estuvo secuestrada bajo torturas lesbo odiantes todo ese tiempo. En la escena de muerte no hubo abogadxs de la familia, ni familiares. “Sólo la vimos al día siguiente cuando entregaron su cuerpo en el Servicio Médico Legal de la ciudad de Quillota. Ahí vi su rostro golpeado y sus manitos. Sólo la vimos su hermano y unos tíos. Su madre no la vio porque ya estaba muy mal de salud. El cajón de Nicole estuvo cerrado para que no se vieran los golpes que tenía.”
“Acá ser lesbiana es muy mal visto y se burlan de ellas, Nicole sufría de insultos y varios niños le gritaban que la querían hacer mujer,” continúa su prima. A pesar de esto, con fortaleza, Nicole había encontrado el modo de evitar los infiernos de pueblo chico. Con celulares y viajes en micro a la ciudad se mantuvo en continua rebeldía. “El año pasado estaba con un amigo en un parque y vino un punk a hablar de sus ideas y le pegó. Le dejó toda la cara morada. Le pegó patadas en guata, cabeza, rostro y el muy maldito andaba con bototos (borcegos). Ella puso la denuncia en contra de él pero no sé si la retiró porque éste la molestaba constantemente para que la quitara” afirma María. La Policía de Investigaciones de Chile (PDI) sabe del acontecimiento y ha hecho su pesquisa, pero hasta ahí llega la información. Todo lo demás relativo al caso se mantiene hermético, incluso para lxs familiares. No hay responsables del crimen, sólo antecedentes de odio.
“Aún no hay claridad sobre sospechosos, ni móviles. La familia está consciente de que el trámite es lento”, expresa para al suplemento Soy, Daniela Andrade, vocera de Movimiento de Integración y Liberación Homosexual, (Movilh) uno de los organismos defensor de los derechos lgbt en Chile. “Con otros crímenes de odio se ha avanzado sumamente rápido y encontrado culpables, con los femicidios también en menos de un mes ya se tiene alguna pista. Este es caso va muy lento y nosotras estamos extrañadas de que no se esté dando ningún tipo de información”, nos dice también la Directora de la Agrupación Lésbica Rompiendo el silencio, Erika Montecinos, única agrupación lésbica institucionalizada del país.
Al mismo tiempo, distintas compañeras que se nuclean en activismos nómades y sin financiamiento nos cuentan su perspectiva. Jocelyn Muñoz, activista lesbiana de Valparaíso, analiza: “causó un primer impacto pero luego hubo un rápido bloqueo del caso, no solo a nivel mediático sino inconsciente: mucha gente olvidó rápido el nombre de Nicole o minimizó datos importantísimos al momento de comentar el caso; cuestiones como el secuestro, golpiza o el hecho de que fue un crimen de odio parecen no estar en el discurso cotidiano”
En este sentido, parece que el mecanismo disciplinante del crimen de odio ha logrado su eficiencia en términos de negación colectiva. Paula Correa, feminista quillotana del colectivo Fisuras, argumenta: “es súper difícil digerir que podría ser cualquiera de nosotras. Sus amigas en la mayoría son chiquillas y digo chiquillas porque son jovencitas lesbianas y trans; me parece que el negarlo es también negar que podría haber sido cualquiera de ellas.”
Uno de los logros que se han conseguido fue tipificar el caso de Nicole como femicidio, “logramos que el Ministerio de la Mujer se pronunciara. Fue un gran logro porque hay mucha controversia de tipificar los crímenes a lesbianas y/o trans como femicidios porque según la definición legal tiene que venir de una relación de pareja heterosexual”, afirma Erika de Rompiendo el Silencio. ¿Y por qué hay tanta reticencias desde la fiscalía para que participen las organizaciones? “Porque las organizaciones sostenemos la única teoría de que se trata de un crimen de odio, mientras que la fiscalía argumenta que no se sabe cuál fue la motivación y que podemos contaminar la investigación”, continúa.
Mientras se despliegan las acciones legales, lxs familiares afrontan el duelo y la prensa chilena respeta el silencio de la Policía de Investigaciones, los bloques disidentes y/o feministas insisten en mantener viva la memoria pública, exigir justicia y reparación con duelos colectivos para afrontar la pérdida. “Acá se están organizando velatones en la pileta frente a la Plaza Aníbal Pinto en Valparaíso. Además se está armando una publicación con poesía y escritos contra el régimen dictadura que nos mata. Sé que algunas han organizado fiestas para reunir fondos en pro de la familia” comenta Joceylin Muñoz. “Poco después del crimen se hizo una marcha convocada por la familia y amigxs. Desde ahí hasta hoy la recordamos cada 25 cuando marchamos en silencio. Colgamos su silueta al pecho vestidas de negro, con un cartel que dice ‘todas somos Nicole’. Marchamos aproximadamente 15 o 20 personas –no más que eso– mes a mes, en una ciudad como Quillota con 90.000 habitantes” declara Paula Correa.
El 9 de Julio se conmemoró el día de la visibilidad lésbica en Chile puesto que reivindica la creación de la primera organización lésbica Ayukelen, reunidas a partir del asesinato a Mónica Briones en 1984. Esta vez en el día de la visibilidad no hay festejos. Al crimen de Mónica y Pepa Gaitán se suma Nicole Saavedera Bahamondes de veintitrés años, asesinada por lesbiana un 25 de Junio de 2016. Pasaron tres meses y el silencio continúa. Nosotras no podemos olvidar.
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