Viernes, 30 de septiembre de 2016 | Hoy
OPINIóN
Que una perlita no impida ver el collar
Por Liliana Viola
Ya lo vio clarísimo Gerardo Sofovich: a la gente le encanta partir las cosas en dos. Una manzana bien cortada -mucho más que una bien comida- arrasa con el rating. La pregunta pre natal sigue siendo si es nene o nena y la del millón si te gustan las mujeres o los hombres. Elegir entre dos puntas como un modo de leer el mundo: ¿Moria o Susana? No es casual que frente al último episodio que tiene a la segunda como protagonista aparezca la primera en la asociación. ¿Cuál es la verdadera diva de los putos? Moria es preferida porque es la morocha que se desbanda y Susana la rubia que se equivoca, una porque se lanza al exceso ortomolecular y la otra a la dieta del photoshop; una más incorrecta, la otra más reaccionaria. Mostra y Master. El origen de la dupla se remite a otro par, Porcel y Olmedo, y sigue bifurcándose en la descendencia: una hija con estrella, talento y escándalo propio y una hija perfil bajo salvo en el color de cabello heredado, los caballeros y los cuernos. ¡Perdón! ¿Alguien dijo cuernos en el siglo XXI?
Si alguien en la televisión argentina puede decir la palabra cornuda es Susana. Y no por su vasta experiencia sino porque ella habla en prehistórico en un planeta donde no sólo hay dinosaurios sino que pastorean los mujeriegos, los picaflores, las solteronas, los muñeca quebrada, los crímenes pasionales y las suegras.
La entrevista a Matías Alé, que tanto ha molestado por una frase sacada de contexto “sos mujeriego, no tiene nada malo ser mujeriego, te gustan las minas... peor sería que te gusten los hombres”, responde a un código que va más allá de la intención mataputo que le endilgan. Un código donde para ser galante/coqueta/demagoga le decís a un señor (que presume de galán) que preferís que le gusten todas antes que no le guste ninguna. Porque así hay chance. Mejor mujeriego que nada, eso dijo. Porque en el idioma de Susana y también en el de muchas personas que hoy la escrachan, si te gustan los hombres, no te gustan las mujeres. En este esquema matemático Susana hizo bien las cuentas. No dijo que está mal que te gusten los hombres, pero expuso las relaciones entre hombres y mujeres como una cadena de males, que es una vara más difusa y tan disciplinadora como la homofobia o el odio. Susana reproduce un sentido común donde se sigue denigrando al que no es macho y que se repite en todos los programas de radio donde preguntan a la audiencia cuántas veces engañó a su esposa, si la amante estaba pa’ darle o pa’ tirarla al tacho, qué es lo que no le perdonaría a su esposa, etc. “No es que sea homofóbico, no es que sea machista, pero…”: no es casual que se haya instalado esta muletilla entre los conductores y panelistas para sortear el escrache.
Si le preguntaban a quemarropa si cree que es malo ser gay, Susana habría dicho que no. ¡Si hasta Mirtha diría que no! Ni siquiera dijo la palabra gay. La corrección política y también el respeto ganado con el trabajo del activismo y con la potencia de cuerpos insurrectos que circulan de modo independiente, impuso -además de una política de derechos humanos- una tregua formal y hasta un paulatino cambio de mentalidades. No es poco. Pero otra cosa es subirse a la topadora de lo correcto, hacer de las buenas prácticas una policía que arrasa con el humor, el doble sentido y el sinsentido. Una burocracia que se vuelve incapaz de escuchar en contexto, reduce lo complejo de las relaciones de poder en un simple papeleo. Denuncia, escrache y olvido. Ponerle una alarma abajo del almohadón a Susana lo único que logrará es que no meta la pata mientras el sentido susano sigue circulando en sus entrevistas a la mujer más tetona del mundo, el hombre rata, el hombre con dos penes y ahora el hombre que la tv escrachó en la intimidad de su desquicie.
Se le podría contar a Susana que un hombre -una persona- puede jugar a la monogamia, a tener amantes mujeres y amantes hombres, las tres cosas a la vez. Que por estos días tiene mucho éxito la aplicación Telegram donde los infieles chatean con sus patas de lana con la tranquilidad de que los mensajes se borran en segundos. Que en los chat para encuentros entre hombres, circulan muchos que se definen como casados, heterosexuales, pasivos. Que a muchos hombres que les gustan las mujeres, coherentes con el gusto, se acuestan con mujeres trans, pero que muchos de ellos consideran que sus relaciones deben quedar en la oscuridad y las travestis en la prostitución. Que no hay una cosa menos peor que otra, como ella dijo, y que nadie está a salvo si lo que busca es seguridad. Y que la intimidad, el deseo y las identidades son insondables y cambiantes. Que su posición de matriarca que defiende el “peor es nada”, no es el mejor destino para las chicas, salvo en Las de Barranco. Que si invita a un mediático recién salido de una crisis, que se la banque, que no trate de hacerse la enfermera buena. Se le podría decir también que cuide más que nunca sus palabras -ya que tiene todo anotado- porque pueden herir muchas sensibilidades especialmente en este momento en que de un modo oportunista emerge tanta defensa retrógrada de la familia como dios manda, de la mujer en su lugar y su horrorosa sentencia “el que mata debe morir” parece estar haciendo escuela en parte de la sociedad que busca una revancha justa. Habrá que repudiar, criticar o deplorar el collar y no la perla. Para evitar tener que hacerle un monumento cuando diga una barbaridad que suene bien.
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